Miércoles, 30 de junio de 2010 | Hoy
TEATRO
Desde Madrid, Mariano Rochman le cuenta a Página/12 que concibió Creo en Elvis en “un solitario viaje a la isla de Lanzarote, en Canarias”, en 2007, cuando se cumplían 30 años de la muerte del Rey. Tenía, entonces, “dos ideas claras”, trama y tema: “Elvis Presley no murió, fue clonado y por eso es visto en todas partes” y “la necesidad del ser humano de creer en algo y su intolerancia con la creencia ajena”, respectivamente. En ese cruce, el actor y dramaturgo se propuso que la segunda no le ganase a la primera. “Todo el mundo debía poder entender la historia, y si llegaba al subtexto, mejor”, afirma. En cuanto a la investigación que le significó basarse en el mito del cantante estadounidense, dice que “en su inmensa mayoría, los datos que aparecen son ciertos y los usé para el procedimiento de la obra”. “El juego de palabras ‘entendi-miento’, que uso en el texto, es la clave en relación al saber y la necesidad de creer. Cuando un clon intenta saber más es silenciado. Dudar es parte de la estructura humana y eso nos permite pensar, modificar y acaso entender”, subraya.
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