Viernes, 12 de mayo de 2006 | Hoy
CINE › OPINION
De todas las actrices contemporáneas, Isabelle Huppert es la que ha demostrado más audacia en sus elecciones, tanto en el cine como en el teatro, guiada por su inteligencia y una buena intuición. Su fuerte carácter siempre la ha orientado hacia los caminos más riesgosos. Y es esto lo que nos seduce, al igual que su determinación casi infantil de forjarse un destino de actriz. Le gusta provocar el encuentro con los más variados cineastas haciéndoles creer que ellos la han elegido cuando, lo más frecuente, es que sea ella quien los elija. Isabelle Huppert no engaña, no miente, pero hace que le crean. Su horizonte de actriz no se limita al cine francés, sino que se extiende a toda Europa y al resto del mundo. Y es que no le teme a nada.
Aun llevando una carrera ejemplar en nombre de la alta idea que tiene del cine, Isabelle Huppert no renuncia por ello a vivir su vida. Forma parte del mundo, sabe observarlo y aprehenderlo y nos convida permanentemente a compartir su intimidad. Isabelle posee el muy sofisticado arte de invitarnos lo más cerca posible de ella al tiempo que mantiene una distancia. No confunde intimidad con familiaridad, matiz que el mundo mediático actual ignora o maltrata con frecuencia. Y es en el interior de este espacio que la interpretación (pero también el yo íntimo y secreto) puede nacer e instalarse, tomar forma y hacer su trabajo.
La respuesta a cómo Isabelle Huppert se pone al servicio del personaje que encarna siempre es extremadamente misteriosa. Metamorfosis. Vampirismo cool. Vínculo de hermandad natural entre ella y su doble. Nunca hay violencia ni esfuerzo, ya que la frontera que la separa del personaje es invisible, y se sitúa cada vez dentro de la actriz. De esta forma, Isabelle Huppert obliga al espectador a mirar el interior del alma, el interior del cuerpo, el interior de los silencios o de los blancos de su interpretación. Si la actriz es quien capta la luz, la de Isabelle está dentro de su ser. Lo que ella le pide al espectador, primero se lo impone evidentemente a sí misma, por lo que sólo acepta un papel cuando se siente capaz de habitarlo, de apropiárselo. Cuerpo y alma. Con Isabelle Huppert, el cine es únicamente misterio. Fiel a su origen mismo.
* Director de la Cinemateca Francesa.
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