Martes, 1 de agosto de 2006 | Hoy
MUSICA
A esta altura de sus carreras, ¿han descubierto cuál es el secreto que hace del bandoneón una herramienta de expresión tan efectiva?
L. F.: –La verdad es que para mí es un misterio. Empecemos por saber que el bandoneón no es solamente para la música de Buenos Aires. Está Dino Saluzzi, por ejemplo, y está la gente que hace chamamé. Yo mismo me pregunto, después de medio siglo en la música, sobre lo que hay del otro lado de ese sonido: ¿Cómo puede ser que cuatro lengüetas de acero y una caja de madera con teclas puedan tener tanta diferencia entre un intérprete y otro? Agarran el mismo instrumento ellos dos (señala a Mederos y a Juárez), por ejemplo, y no podés creer cómo cambia. Es inexplicable.
R. M.: –Eso prueba que los hombres no se diferencian solamente por el número de la cédula de identidad, sino que hay otras diferencias muy perceptibles. Si uno sabe distinguirlas, claro. Hay que tener en cuenta que estamos hablando del único instrumento que se mueve de esa manera tan particular. Y no nos olvidemos de que a la vez funciona con aire, una de las cosas más parecidas al alma.
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