A Rolando Valladares lo apodó “Chivo” un cura, en la primaria. El autor de “Subo” cuenta la historia de su sobrenombre: “Según el dicho popular, había una solterona, de apellido Valladares, a la que le regalaron un chivo para que comiera. Como era muy chico, le dio lástima y lo crió como si fuera un perro. Lo quería mucho. El chivo creció, creció, hasta que estuvo maduro sexualmente, y andaba muy alborotado con su problema. Así que le trajeron una chiva. Cuando cumplió sus funciones, el chivo cayó muerto. Y quedó el dicho, la burla, para los que se casaban ya de viejos: ‘No te va a pasar como al chivo de los Valladares...’. Eso fue lo que me dijo el cura cuando supo mi apellido. Como yo era chico, no entendí. Recién como siete años después capté la picardía del cura”.