“Se pusieron en juego intereses concretos, específicos, fuertes, de ambas orillas, para ambos países –dice Domínguez en torno de cómo percibe él, argentino radicado en Uruguay, el conflicto por las pasteras de Fray Bentos–. Creo que en Argentina no hay conciencia de la magnitud de lo que significan estas inversiones para un país que viene de muchos años de perder empleos, sumergido en la pobreza: las pasteras aparecieron como una luz de esperanza en el desarrollo de una etapa productiva. Por otro lado también es cierto que la gente de Gualeguaychú ha hecho fuertes inversiones turísticas que este emprendimiento parece amenazar. La situación se fue polarizando; ambos gobiernos jugaron demagógicamente y nacionalizaron el conflicto. Por supuesto que los ambientalistas tienen derecho a protestar, pero en mi opinión han magnificado los peligros de contaminación a un extremo que, francamente, no creo tenga respaldo real; los cortes significan una agresión muy directa al Uruguay.” Con respecto al envío del ejército para vigilar la planta de Botnia opina: “No sé por qué tuvieron que recurrir a eso y no a la policía para darle una mínima seguridad a la planta. Pareció un gesto excesivo”.