–¿Por qué prefiere “sobremodernidad” en lugar de “posmodernidad”?

–Utilizo la palabra sobremodernidad en el sentido en que la usaba Althusser, cuando hay una determinación con numerosos factores para ser explicados de manera simple. En la modernidad actual observamos muchos factores de aceleración, como el del tiempo, más que de rupturas. En cuanto al posmodernismo, muchos emplean la palabra, incluso ciertos antropólogos norteamericanos, para dar la idea del pos como cosa completamente diversa. Pero no podemos entender lo que pasa ahora sin hacer referencia al siglo XVIII. Hay muchos aspectos de la vida actual que podrían dar la impresión de una gran confusión, una gran pluralidad y diversidad poscolonial. La palabra posmoderna me parece más descriptiva que analítica, pero sí podemos entender lo que sucede desde la sobremodernidad, desde el exceso. No soy un relativista, no es porque hay diferencias en el mundo que las diferencias tienen que ser respetadas o ser la última palabra. Tenemos que pensar a la vez la sociedad y la humanidad, y me parece peligroso pensar únicamente a partir del respeto a la diversidad. La diversidad es una buena cosa en principio, pero no sistemáticamente. Hay que pensar la cultura, la diversidad, la identidad, siempre en movimiento, nunca de manera fija.