futuro

Sábado, 18 de enero de 2003

INFORME DE SALUD

Sexo de una noche de verano

 Por Ariel Greco

Por Agustín Biasotti

Se dicen muchas cosas del sexo en verano: algunos sostienen que son las altas temperaturas las que fomentan una mayor actividad sexual; otros aseguran que es la presencia de los bronceados cuerpos ligeros de ropa la que despierta nuestros instintos sedados durante el invierno; y no falta quien afirma que en realidad es la ausencia del estrés en vacaciones la que devuelve nuestra atención a actividades (como el sexo) que habían quedado relegadas a un segundo plano. Lo cierto es que algo nos pasa en verano...
El asunto incluso ha interesado a epidemiólogos como los del Departamento de Salud y Políticas Públicas de la Escuela de Higiene y Medicina de Londres. Un grupo de expertos liderado por el doctor K. Wellings sintió curiosidad por “las variaciones estacionales en los nacimientos que se observan en las poblaciones humanas”. En su estudio epidemiológico, publicado hace un par de años en el Journal of the Royal Society of Medicine, Wellings concluye que “durante las vacaciones de verano se produce un importante y pronunciado incremento de la actividad sexual y de la práctica de actividades sexuales inseguras”.
Wellings no dice mucho sobre las razones de este incremento, pero aunque sea aporta algo de sustento científico a la extendida percepción de que el verano estimula la vida sexual. Esto es algo que también se ve en los consultorios: “Es muy frecuente que los pacientes con alguna disfunción sexual, que por ejemplo toman sildenafil (más conocido como Viagra), nos cuenten que durante el verano están mucho mejor y que no necesitan tomar nada para tener una buena respuesta sexual –cuenta el doctor Adolfo Casabé, especialista en disfunciones sexuales del Servicio de Urología del Hospital Durand–. Lo curioso es que cuando terminan las vacaciones, vuelven al sildenafil”.
Confirmada nuestra percepción, se impone la pregunta por las causas. Como veremos más abajo, respuestas a la cuestión de la íntima relación entre sexo y verano hay muchas; decidirse por cada una de las respuestas depende en gran medida de la especialidad a la que se dedique quien responde. Veamos cuáles son algunas de las posibles miradas sobre este tema.

Mas tiempo libre igual sexo
“En general, el calor, la luz natural prolongada y una mayor cantidad de tiempo libre nos permiten conectarnos con mayor facilidad con nuestro cuerpo y sus necesidades –comienza diciendo la licenciada Virginia Martínez Verdier, psicóloga y sexóloga–. Pareciera que es más fácil despertar el erotismo durante el verano: durante esta estación, el cuerpo está más expuesto a los estímulos del exterior y los sentidos aumentan sus intensidad.”
“Durante el año laboral –continúa–, algunas personas ocupadas y abrumadas por su vida diaria suelen dejar de lado sus necesidades sexuales, o las cumplen a modo de descarga higiénica.” Y, se sabe, el agotamiento y la rutina son dos de los principales enemigos de una vida sexual plena. “Es muy común que durante el año la sexualidad de muchas parejas empeore, porque sus integrantes no disponen de tiempo suficiente como para dedicarlo a las relaciones sexuales”, dice por su parte el doctor Adrián Helien, médico psiquiatra y sexólogo del Instituto Médico Especializado (IME). “La actividad sexual aumenta durante el verano, en parte porque las personas tienen más tiempo disponible –dice–. Uno tiene relaciones sexuales con un cuerpo y con una cabeza disponibles, y mejor si sestán expuestos a mayores estímulos que despiertan fantasías: la posibilidad de poder fantasear con los cuerpos con menos ropa que hay en la playa es una realidad. Además, la playa es un lugar donde socialmente está permitido exhibirse con menos ropa, y esto tiene que ver con un factor de atracción que permite fantasear y estimularse.”
Por otro lado, retoma Martínez Verdier, “algunas personas se muestran más permisivas durante el verano; tanto para acercarse a desconocidos (las famosas aventuras de verano) como para recuperar la intimidad de las parejas armónicamente unidas. Estas suelen retomar el ritmo natural de sexualidad opacado durante el resto del año, aumentando la frecuencia de los encuentros sexuales y disfrutando del estar juntos. El descanso, la informalidad, el salir de la rutina y las preocupaciones, crean un clima permisivo, libre y abierto que favorece la actividad sexual”.

Menos estres igual sexo
Durante las vacaciones de verano, los seres humanos no sólo gozamos de una mayor cantidad de tiempo libre que, como hemos visto, destinamos en gran medida a la (muchas veces anquilosada) actividad sexual. Las vacaciones nos alejan de la rutina laboral cotidiana; interponen unas saludable distancia entre nosotros y nuestros jefes, compañeros de trabajo, oficinas, responsabilidades, etcétera, etcétera. En otras palabras, nos liberan del estrés nuestro de cada día.
La secuencia lógica es la siguiente: “Estrés es igual a adrenalina, adrenalina es igual a vasoconstricción, y vasoconstricción es igual a sequedad vaginal en la mujer y disfunción eréctil en el varón”, resume el doctor Casabé. “Tanto el estrés agudo como el estrés crónico son capaces de provocar alteraciones en la vida sexual y en la reproducción”, escribió al respecto el doctor Daniel López Rosetti, presidente de la Sociedad Argentina de Medicina del Estrés, en su libro Estrés. Epidemia del siglo XXI.
“Las alteraciones del aparato reproductor se ven facilitadas por el estrés, tanto en el hombre como en la mujer –escribió–. Las perturbaciones en el ciclo menstrual, la dificultad en la erección y la pérdida de interés sexual son las más comunes de tales alteraciones.” ¿Cómo actúa el estrés en el caso de los varones? El estrés interfiere con los procesos que participan en la producción de las hormonas masculinas y en la producción de espermatozoides, al inhibir el funcionamiento del eje endócrino sexual (conformado, esquemáticamente, por la hormona liberadora de la hormona luteizante –LHRH– que actúa sobre la hipófisis y estimula la fabricación de hormona luteizante –LH– y de hormona estimulante del folículo –FSH–, que a su vez actúan sobre los testículos estimulando respectivamente la producción de la hormona masculina o testosterona y de los espermatozoides).
“Como resultado, se constata la disminución de la libido y de los espermatozoides, con la impotencia y la esterilidad como posibles consecuencias –escribió este especialista–. Por otro lado, sabemos que el estrés ocasiona la estimulación y activación del sistema nervioso simpático. Pero la sobreactivación de éste por el estrés impide que el sistema nervioso parasimpático produzca una erección normal.”
¿Y en las mujeres? “En la mujer, la glándula hipófisis también libera LH y FSH, lo que activa a nivel ovárico la producción de óvulos y de hormona sexual femenina o estrógeno”, escribió López Rosetti. Según la doctora Silvina Witis, jefa de ginecología de Lalcec (Liga Argentina de Lucha Contra el Cáncer), “todo el eje hormonal que conecta a la hipófisis con los ovarios se ve alterado ante la presencia del estrés”. El déficit o la ausencia de estrógenos causado por el estrés se traduce en síntomas como la falta de lubricación vaginal o la ausencia de libido.
Volviendo al tema que nos convoca, casi no hace falta aclarar que las múltiples formas en que el estrés lesiona nuestra sexualidad tienden a desvanecerse durante los meses del verano, en los que tomamos distancia de gran parte de nuestras responsabilidades cotidianas. Pero, ¿eso es todo lo que podemos decir al respecto?

Mas feromonas y betaendorfinas igual sexo
No sólo de ausencia de estrés y exceso de tiempo libre se nutre el buen sexo del verano. Existen ciertos fenómenos biológicos que actúan en forma independiente, por ejemplo, de nuestra disponibilidad horaria: “Durante el verano (y ya desde el comienzo de la primavera), el cuerpo del hombre y el de la mujer producen unas sustancias conocidas como feromonas que se traducen en un olor característico que al ser percibido (en forma inconsciente) por el otro estimula las ganas de tener relaciones sexuales”, afirma la doctora Witis.
Algo similar ocurre con las llamadas hormonas del bienestar: las betaendorfinas, que normalmente se secretan durante una relación sexual. “La producción de estas dos sustancias tiene que ver con ciertas cosas que suceden en el organismo de hombres y mujeres: estímulos visuales, táctiles y olfatorios, a los que estamos mucho más expuestos durante los meses del verano”, completa esta médica ginecóloga.
Sin embargo, a veces el tiempo libre, la ausencia del estrés, las feromonas, las betaendorfinas, las olas, el viento y el frío del mar no son suficientes como para hacer del verano un espacio para vivir una sexualidad que logre hacer pie. “Muchas veces el de las vacaciones es un tiempo de prueba que pone en juego muchas otras cosas que van más allá de la sexualidad”, señala el doctor Helien.
“Muchas personas tienen la expectativa desmedida de que las vacaciones les van a cambiar la vida sexual, pero esto no siempre sucede así -advierte este especialista–. Cuando en una pareja lo que falla es el vínculo, un vínculo que ha sido malo durante todo el año, esto no siempre se arregla en la cama en el verano. En todo caso, estas crisis pueden ser una buena oportunidad para consultar, e intentar solucionar los problemas de pareja.”

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