ARTE Y CIENCIA: DIALOGO CON LA ARTISTA “ESPECIALISTA” ANA KOZEL
El cosmos como inspiración
Por Federico Kukso
Hubo una vez –hace mucho tiempo, tanto que ya muchos lo olvidaron, en aquella pequeña pero gran cuna llamada Grecia– en que el arte, la filosofía y la ciencia iban de la mano. Si bien nadie se llamaba a sí mismo científico (eso ocurriría recién a partir de mediados del siglo XIX), no había artista de renombre que desconociera los vericuetos matemáticos, químicos, físicos y biológicos del universo o filósofo natural al que le fuesen ajenas las andanzas de la belleza y la estética. Los siglos pasaron, los imperios cayeron y arte y ciencia tomaron caminos opuestos, tanto que muchos (ingenuos) las consideraron esferas incongruentes y sin aristas en común. La brecha por supuesto que existe, pero también existen aquellos que buscan sortearla, como es el caso de la artista especialista Ana Kozel que, con sus dibujos, esculturas y pinturas inspiradas en el cosmos y sus fenómenos y basadas en las últimas investigaciones de la ciencia cosmológica, muestra que es posible que el arte mire a la ciencia y la ciencia al arte, y que las dos esferas salgan ganando. Aplaudidas, sus obras figuran en el Museo del Aire y el Espacio en Washington (Estados Unidos) y en 1985 Kozel tuvo el privilegio de ser elegida para que una de sus pinturas figurase en la Primera Exposición en la Orbita Terrestre, en la Estación Orbital Mir.
–¿De donde nació su inspiración en el universo y sus fenómenos para realizar estas obras?
–Nació conmigo. Desde muy chica quedé sola; mis padres se enfermaron. Yo vivía en el campo, en el pueblo de Verónica, provincia de Buenos Aires. Y la verdad es que tenía muy poca comunicación con otros seres humanos; la comunicación que tenía la tenía con el cielo. Es decir, siempre tuve la costumbre de mirar hacia arriba: las puestas del sol, las estrellas. Así fue como nació en mí la inquietud de saber qué es la Luna, qué son los meteoritos y los planetas, por ejemplo. Todo me parecía muy cercano; era una relación muy íntima, podría decir, porque para entonces me parecía tan posible llegar a todos esos planetas que se veían. Como sucede en el interior, el cielo era un cielo limpio, lo cual me ayudó a ver muchos objetos celestes. Esas experiencias me valieron mucho porque sigo haciendo observaciones.
–¿Y cómo canalizó esas experiencias?
–Como decía, en mí quedó la inquietud. Con los años, llegué a la ciudad y empecé a tener gran interés por la escritura y la plástica, también. Y sentí la necesidad de tomar una posición dentro de la pintura; que no podía pintar lo que se estaba pintando, sino que tenía que hacer visible lo invisible, es decir, plasmar lo que yo sentía que había en el cosmos. Y ahí llegué a contactarme con astrónomos y a estudiar temas astronómicos. Mi maestro fue Carl Sagan que, con su serie televisiva Cosmos y sus libros, me abrió la cabeza. Así, me adentré en el campo, me tomé mi tiempo de estudiar intensamente y comprender muchas cosas...casi por ósmosis, se podría decir, porque las fórmulas las desconozco.
–Esta pintura, ¿tiene un nombre en particular?
–En realidad no se pusieron de acuerdo en Estados Unidos, donde más abunda este tipo de obras. La llaman espacial, cosmológica o astronómica. Yo defino mi obra como “pintura cosmológica” más que nada porque los pintores astronómicos básicamente son aquellos que se especializan endibujar y pintar naves, cosa que yo hago muy poco. Mi pintura está inspirada en la cosmología en general, en las formas de las galaxias, las estrellas, los planetas, cúmulos espaciales, la materia oscura y los agujeros negros. Y a la hora de elegir un lugar donde exhibir las casi 30 obras que tengo, siempre busco crear un microclima, en un sala chica, si no se pierde la obra. Tiene que ser como un descanso.
–¿Cómo se hace para representar lo irrepresentable?
–¡Ah!...ahí está la cuestión. Esa es la razón por la que la NASA trabaja tan fluidamente con artistas. En realidad lo que yo intento hacer es transmitir, en un tiempo en el que se habla tanto del espacio, que el cosmos no es algo lejano. Lo primero que hay que hacer es mirar el cielo, ir al campo, a los centros astronómicos, observatorios. Porque somos el microcosmos del gran cosmos. Nosotros creemos que somos todo, pero no. Tenemos que aprender a observar y a reflexionar también; hacernos responsables y darnos cuenta de que formamos parte del universo y, sobre todo, que tenemos un compromiso. No estamos afuera. Además, me gustaría promover una mirada nueva y que se puede buscar en la cosmología, como fue mi caso, o en la biología y en otras campos científicos, áreas donde uno se puede inspirar.
–En la “pintura cosmológica”, ¿qué papel juega el concepto de belleza?
–Si bien hay temas libres, busco que sea poética la obra siempre basándome en el cosmos. Busco que haya armonía de colores. La obra tiene que tener un espíritu, debe “hablar” por sí misma. En realidad, la considero una obra de vanguardia solamente con una técnica más tradicional.
–¿Qué técnicas, por ejemplo?
–Oleo, acrílico, témpera, acuarela, collage, la que sienta en el momento y según la textura del papel con el cual trabaje. Me gusta experimentar mucho y también escuchar lo que dice el público sobre mi trabajo. Además, tengo mucho contacto con científicos. El problema está en que no lo entiende todo el mundo, por eso no es una colección muy vendible. Pero aún así yo sigo pintando simplemente porque me encanta el espacio. Aunque en realidad, debo confesar que yo hubiera querido ser astronauta. Y si tuviera el dinero, me anotaría ya mismo en un viaje espacial. Ni si quiera lo pensaría.
Hacia el infinito. En el Centro Cultural Borges, Viamonte esq. San Martín. Hasta el 2 de mayo.