Sábado, 17 de abril de 2004 | Hoy
NOVEDADES EN CIENCIA
NewScientist
Tiembla Zubin Mehta
Sólo podía pasar en Japón. Con apenas 58 centímetros
de altura, 7 kilos de peso y un par de cautivantes ojos azules, el robot humanoide
QRIO se ganó a los amantes de la música clásica con una
finísima performance: sin titubear –y sin gota de sudor mediante–,
esta última novedad de la empresa nipona Sony dirigió a la Orquesta
Filarmónica de Tokio en una edición única de la Quinta
Sinfonía de Beethoven celebrada en el Bunkamura Orchard Hall de la capital
japonesa.
El robot, que es capaz de caminar, trotar (a una velocidad de 14 metros por
minuto), bailar, reconocer caras y voces, comunicarse vía conversación,
movimiento y luz, entró al salón calmado, se paró frente
a su atril, y batuta en mano comenzó a dirigir a más de 70 músicos
japoneses que sin chistar siguieron a rajatabla sus órdenes. Y no les
pareció cosa del otro mundo: ocurre que en Japón ya es casi cosa
de todos los días que alguno de estos personajes metálicos y con
movimientos cada vez menos torpes (es que, después de todo, son robots)
se robe todas las luces y los comentarios de los más acríticos
adoradores de la tecnología.
Y Sony aprovecha la racha: hasta ahora ya lleva vendidos alrededor de 130 mil
modelos de su famoso robot-perro AIBO a unos 185.000 yenes (1.452 euros), cada
uno. Para QRIO (abreviatura de “Quest for curiosity”, o sea, “búsqueda
de la curiosidad”) esperan un futuro mucho más promisorio. Antiguamente
denominado “SDR”, este robotito tuvo varias versiones: SDR-3X, SDR-4X,
y después SDR-4XII.
QRIO es para Sony, lo que ASIMO (el primer robot humanoide comercial) es para
Honda. O sea: un robot que salió de los laboratorios para vivir entre
seres humanos. Y aunque aún no está en los supermercados, sus
cualidades dan que hablar: sus articulaciones son extremadamente fuertes, tiene
dos cámaras digitales –una tras cada ojo–, que le permiten
mapear las habitaciones para futura referencia, así como reconocer (y
recordar) hasta diez rostros diferentes, habla con un sintetizador de voz, y
es capaz de establecer sobre la marcha balances dinámicos, e incluso
llamar la atención gestualmente.
Los científicos de la Sony lo definen como un “robot de entretenimiento,
que vive con el usuario, lo divierte y lo hace feliz”. Aunque no dejaron
muy en claro si se trata de entretenimiento infantil, juvenil o entretenimiento...
adulto, a secas.
SCIENTIFIC AMERICAN
El peso de una bacteria
No todo el mundo le teme a ese adefesio técnico habitualmente hallable
en farmacias, aquel dictador de lo bello y lo feo, lo bueno y lo malo, que suele
recibir más de una mala palabra casi siempre en los meses que anteceden
a las vacaciones veraniegas: la balanza. El estadounidense Harold Craighead,
director del Centro Cornell de Nanobiotecnología (Estados Unidos), por
ejemplo, es uno de esos extraños seres que hacen oídos sordos
a lo que la maquinita tiene que decir. Es más: uno de sus hobbies favoritos
es el de pesar cualquier cosa que pase por sus manos. Hasta tal punto llega
su fanatismo, que hasta a su trabajo lleva sus balanzas. Y ahora el turno le
tocó ni más ni menos que a una célula, más específicamente
la bacteria Escherichia coli.
Como era de esperar, para determinar la masa de este minúsculo organismo,
Craighead y su equipo tuvo que construir su propio equipo de pesas, también
a escala (sub)microscópica, llamado “sistemananoelectromecánico”
o “Nems”, y que consiste en un minidispositivo que vibra de acuerdo
a las pequeñísimas masas que le pongan encima.
El resultado: oficialmente, una sola célula de E. coli pesa 665 femtogramos
(un femtogramo es una milésima de picogramo, que es a su vez una milésima
de nanogramo, o sea, milmillonésima parte de un gramo).
Como se ve, a este tipo de científicos no les queda otra que estirar
el número de prefijos necesarios para describir el mundo de lo infinitesimalmente
pequeño. Por ejemplo, ya les es común usar la palabra “zepto”
para hablar de sus extraños objetos de estudio (zepto significa una sextillonésima
parte de algo, o un 1 antecedido por 20 ceros).
Así y todo, Craighead quiere más: ya anunció que su próxima
víctima del pesaje será un virus. Evidentemente, no hay quien
lo detenga.
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