FINAL DE JUEGO
Donde Kuhn quiere a toda costa entrar en la oficina del decano y se topa con una fila de aspirantes
Por Leonardo Moledo
Dejó Kuhn atrás los toros asirios, cruzó las puertas de oro y los arcos de lapislázuli, con incrustaciones de platino que daban paso a la antesala, precedida por un corredor, y más puertas que se abrían hacia todos los costados. A la izquierda, un grupo de científicos y estudiantes caídos arrastraban enormes bloques de piedra a lo largo de rampas de granito, hacia el exterior, donde se perfilaba una construcción fabulosa.
–Estamos construyendo el mausoleo del decano –dijo uno de los científicos obreros, que estaba realizando, si bien a la fuerza, la anhelada síntesis entre el trabajo manual e intelectual–, el mausoleo va a ser dos veces más alto que la pirámide de Keops, y sigue los planos del Altar de la Patria. En el piso inferior, estarán los presidentes y héroes y argentinos, hacia la mitad, los Premios Nobel, y más arriba, Evita, cerca de la cúspide donde estará el decano. De más está decir que apenas se votaron los fondos para el mausoleo una fracción del Consejo Directivo se negó, arguyendo que el decano era inmortal, y que solamente pensar que compartía la suerte de una vida finita con el resto de la humanidad era una blasfemia intolerable.
Extrañado, Kuhn se alejó del mausoleo, y se dirigió hacia la secretaria del decano, una morocha entre dos edades (las dos bastante avanzadas) que se movía en un mar de teléfonos y celulares, aparatos de fax, computadoras, y que dirigía a un pequeño batallón de semi- secretarias que le traían y le llevaban los recados. Al fondo, se percibían los dorados e inaccesibles territorios del decano, cerrados por una puerta de mimbre de Alcántara con incrustaciones de nácar, conchillas de Zaplecas, dientes de tiburón del Indico y marfil purísimo traído por traficantes desde la sabana africana. En el frente, un inmenso retrato de Luis XIV, con el rostro del decano mal fotomontado, en ropajes reales, con el Ojo de Horus en la frente y la lágrima de dulce de leche en el bigote, enfundado en un inmenso manto de pieles, en el que se destacaba un bolsillo, del cual asomaban las cabecitas de Newton, Leibniz, Pasteur, Cantor, Napoleón y Julio César. A los pies del decano, una cinta proclamaba: MI VIRTUD ES LA HUMILDAD.
Kuhn se había quedado fascinado con el decano caracterizado como Luis XIV –Quiero ver al decano –dijo a la secretaria.
–Imposible –contestó ella, con la seguridad que da el poder y la absoluta confianza de su amo–. El decano está en su clase de levitación. –Y en efecto, algo se oía: primero un silencio, luego unas palabras en urdu, y unos segundos más tarde un “crash” estrepitoso. Luego, nuevas frases en urdu, segundos de suspenso, y “crash” otra vez.
–De todas maneras –dijo la secretaria–, el decano no va a recibirlo así como así. Mire usted a todo ese montón de caballeros que quieren verlo y hace meses que está esperando.
Kuhn se dio vuelta, y en efecto, vio... vio a Newton, Leibniz, Pasteur, Cantor, Napoleón y Julio César haciendo antesala, con sus ropas inadecuadas. Especialmente Julio César, que con esa toga debía tener mucho frío. Hacia el fondo, dos hadas jugaban al ajedrez.
Kuhn estaba estupefacto. Ahí había algo que no encajaba. Las dos hadas, por ejemplo, eran una clara referencia a Rip van Winkle... pero ¿cómo había conseguido el decano dos hadas? Es verdad que era verdaderamente poderoso... pero ¿tanto?. ¿Y esos personajes?, ¿cómo podían estar esperando al decano si estaban todos muertos? La verdad, era raro.
Trató de hablarle a Julio César en latín, pero éste hizo señas de que no entendía nada. ¿Eran actores disfrazados para regocijo del decano, como hacía Luis XIV, que obligaba a sus cortesanos a vestirse como pastores y aclamarlo? Se acercó nuevamente a la secretaria, sobre el fondo, ya monocorde de las indicaciones en urdu y el clash subsiguiente que marcaban la clase de levitación... luego sobrevino un ¡crash! algo más fuerte, y se hizo el silencio.
Y entonces se abrieron las grandes puertas de alambicado mimbre... y salió... ¿quién?, ¿el decano? Para nada.
¡Salió el Comisario Inspector Díaz Cornejo!
¡Nada menos que el Comisario Inspector salió del decanato!
¿Qué piensan nuestros lectores? ¿Qué hacía el Comisario Inspector en el decanato? ¿Y para qué toma el decano clases de levitación?