Sábado, 14 de enero de 2006 | Hoy
La fototerapia como remedio práctico para tratar bebés con ictericia es una vieja conocida. Así se trata esa coloración amarillenta de la piel y de los ojos relacionada con problemas del hígado y los elevados niveles del compuesto que hizo famoso Juan Luis Guerra en su canción sobre la bilirrubina.
Cuando se diagnostica esta afección se puede emplear lámparas fluorescentes que generan longitudes de onda tales que provocan la descomposición de la bilirrubina en diversos componentes no tóxicos, y que el metabolismo puede excretar con facilidad. Pero las terapias de lámparas UV también pueden servir para otros fines. Por ejemplo, es un recurso usual del arsenal disponibles contra la psoriasis y se la emplea para controlar una dermatitis atópica (eczema) rebelde.
En el caso de recurrir a ella para intervenir sobre alguna fotosensibilidad, el concepto es similar al que se emplea en la terapia contra la alergia: desensibilizar la piel en forma preventiva de manera de conjurar una menor acción ante las chispas solares veraniegas. Para eso, el dermatólogo puede recurrir a la radiación ultravioleta A o B, que será elegida en base al tipo y a la severidad del mal a domar.
La terapia de luz puede ser amplificada si se la combina con la ingesta de una familia de medicamentos llamados “psoralenos”, cuya consecuencia directa es tonificar la acción de la radiación UVA. Por eso el tratamiento se denomina “PUVA” y requiere de algunas precauciones extra, como el uso de lentes con filtro UV durante las 24 horas posteriores a la toma del remedio, ya que éste también se concentra en los tejidos oculares.
Finalmente, la fototerapia también se está usando para afinar ciertos tratamientos anticancerígenos, y hasta en algunas depresiones “estacionales”.
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