Las conclusiones a las que Yoweri Musevenim –actual presidente de Uganda– arribó y oportunamente expuso después de la Conferencia Internacional de Sida que finalizó la semana pasada en Bangkok fueron simples: “No se puede condomizar a la humanidad”. Así sintetizó su postura tras repasar la triple estrategia de su gobierno para enfrentar una de las mayores crisis sanitarias en Africa: Abstinencia, fidelidad y, como último recurso, el condón. Un programa que impulsa George Bush bajo las siglas ABC en inglés (Abstinence, Be Faithful, or use Condom) en contraste al promovido por las estrategias que contemplan las implicancias de la discriminación, la pobreza y la violencia de género en la pandemia. Resulta curiosa la forma de resolver –a lo WASP– un grave conflicto que en Africa involucra al setenta por ciento de las personas, de las cuales casi la mitad son mujeres. La cifra, que continúa en aumento, evidencia la vulnerabilidad de las mujeres frente a un sistema social y cultural de subordinación y violencia que limita a las mujeres el acceso, difusión y utilización del preservativo. Tal y como advirtieron las agencias de Naciones Unidas (Unifem, Fnuap y Onusida) en Bangkok al presentar el informe Confrontando la Crisis: “Las políticas contra el Sida que no confronten inequidades entre hombres y mujeres están condenadas al fracaso”. Así que no se avergüence ni dé el brazo a torcer, que el condón es una cuestión de mujeres –al menos de las que mantengan relaciones con varones–. O, como diría una versión progresista del reconocido literato africano Musevenim: ¡A condomizar, a condomizar!
Aborto en Nicaragua
¿Escuchó alguna vez esta frase?: “Si el Papa fuera mujer el aborto sería ley”. Si el clero nicaragüense la escuchó –nunca se sabe con precisión el alcance de las frases del activismo– se debe estar regocijando ahora mismo, no sólo porque el Papa todavía es hombre, sino también por la renovada avanzada de la política conservadora en Nicaragua. Durante los próximos días se someterá a discusión del Parlamento de ese país la revisión de la figura del aborto terapéutico en el Código Penal. Nicaragua es uno de los pocos países latinoamericanos cuya legislación permite desde hace más de cien años la interrupción del embarazo en caso de peligro para la vida de la mujer o violación, aunque bajo la estricta y burocrática decisión de una comisión –también conservadora– de médicos que examina el tiempo y viabilidad de la interrupción. Como sucedió con Rosita, la niña de 9 años que mantuvo en vilo a la nación hasta que se le practicara el aborto en una clínica privada, contra la decisión de la comisión. La organización de mujeres Sí Mujer está realizando una campaña de difusión e información al tiempo que está haciendo llegar a diputados y diputadas su rechazo frente a una modificación legal que considera “violatoria de los derechos humanos adquiridos por las mujeres”. Para enviar su adhesión puede escribir a
[email protected]. No transformará al Papa pero contribuirá a sumar voces contra la punición.