ENTREVISTA
La historia de todos y todas
La historiadora Ema Cibotti eligió el camino de la divulgación para sacar a la historia del aula. Sin embargo, a ese ámbito vuelve con su último libro, para reflexionar de qué modo se puede bucear en el pasado recuperando no sólo una perspectiva de género sino también, a esos personajes femeninos, que suelen quedar ocultos detrás de miriñaques y tertulias.
Por Sonia Santoro
Para la historiadora Ema Cibotti la divulgación no es una mala palabra. Eligió ese camino hace diez años y, desde entonces, ha pasado por varios programas de radio y televisión tratando de transmitir lo que más sabe. Esta vez ha volcado su mirada en dos libros: Sin espejismos, de Editorial Alfaguara, y Una introducción a la enseñanza de la Historia Latinoamericana, del Fondo de Cultura Económica. Con el primero, se mete en un campo de moda, empañado por hombres ávidos por desentrañar los supuestos mitos de la historia argentina. Con el segundo, hace foco en el aula. Y porque es justamente ahí donde los chicos pasan la mayor parte de su infancia y donde irán incorporando el lenguaje y las estructuras de pensamiento, ella ha intentado que su libro sirva para difundir una perspectiva poco o nada aplicada en la escuela: el género.
–¿Qué problemas tiene la historia en las escuelas para ser transmitida con perspectiva de género?
–El primer problema es lo que le pasó con la reforma educativa que empezó en el ‘93. Se acortó la carga horaria y se pensó que esas menos horas de historia se reemplazaban con las demás ciencias sociales. El problema es que las otras ciencias sociales no tienen didáctica, no hay libros de texto. Entonces, los docentes generalmente terminan hablando de historia y haciéndolo mal porque no están formados para eso.
Y ahí empezamos con el tema de género. Cuando vos tenés ese problema encima, ¿cómo incorporás la perspectiva de los estudios de la mujer? Porque ahí tenés también la necesidad del mediano y del largo plazo para entender la diferencia. Uno podría llevar indicaciones estadísticos al aula y decir: hoy hay mujeres golpeadas, hay mujeres que están a cargo de sus hogares. ¿Pero cómo comparamos, de dónde viene, cómo empezó, cómo fue en los ‘60?, que para ellos es realmente historia. Entonces, ahí tenés el déficit, no tenés el horizonte temporal para instalarlo.
–Ni hablar de algún tipo de capacitación específica en el tema.
–No. Cuando escribí Una introducción... mi eje era pensar en el profesor y la profesora del polimodal o de los institutos de formación docente. Es un recurso de formación para el docente. Entonces, ¿cómo se introduce el tema mujer? Uno dice, hay narradoras latinoamericanas que hablaron de la Conquista y Colonización, de la Independencia. Entonces, elijamos a la mujer como fuente, es una mirada. Para que no sea solamente “hablemos de las mujeres” sino para que tomemos las voces de las mujeres.
–Es común que las biografías sean el único recurso.
–Es lo mismo que las historias de los grandes héroes, tenemos las historias de las heroínas. Pero hay otras maneras, por ejemplo, el temadel voto. En un esquema áulico básico, yo le puedo presentar a mis alumnos una lista de las fechas en las que las mujeres acceden al derecho a voto en América latina: van básicamente del ‘30 a fines de los ‘50. Con lo cual, uno ve que esto es un período. No solamente mostrás que Evita no fue una excepción dentro de la historia argentina, porque hubo un movimiento feminista por el derecho del voto muy anterior inclusive a su nacimiento, sino que ponés el voto de la mujer en el contexto latinoamericano.
Eso no alcanza para explicar lo que pasa hoy, pero la mirada histórica es necesaria, porque es la primera que te da la posibilidad de contrastar y comparar y de que el alumno perciba que hubo una diferencia.
–¿Los libros de texto siguen presentando el estereotipo de la mujer de su casa?
–El estereotipo sigue estando, aunque hay algunos textos que se han renovado en ese sentido.
–Planteás en “Una introducción” la necesidad de incluir el concepto de diversidad en el aula...
–Sí, porque hay un problema del lenguaje de los textos y del docente. Primero, los sujetos son sumamente homogéneos: el pueblo argentino, el pueblo latinoamericano. El sujeto latinoamericano es una de las cosas más diversas y multicolores. Y muchas veces esa diversidad está como camuflada y sobre esa diversidad aparecen las tensiones no solamente sociales sino entre hombres y mujeres. Entonces, ¿cómo hacés en el aula para que tu lenguaje tenga en cuenta esa diversidad? Yo creo que el docente tiene que entrenarse en el lenguaje. Aunque tenga que decir alumnos y alumnas, hombres y mujeres, mulatos y mulatas, creo que es una manera de empezar a incorporar la diversidad, aunque sea formal.
–¿Podrías hacer un recuento de mitos machistas recogidos por la historia y transmitidos en las aulas?
–No hablaría de mitos, son modalidades del lenguaje. ¿Por qué es machista el lenguaje? Porque no identifica sujetos, no porque habla de los varones.
–Pero el sujeto predeterminado siempre es el hombre.
–Sí, pero va presupuesto. El presupuesto es que es un mundo de hombres. Lo que sí creo que reforzó esta mirada es el peronismo. El peronismo tiene que rendir cuentas desde el punto de vista de la explicación histórica cuando se autodefine como fundante de los derechos: antes de Evita nada, después todo.
Entonces, la mujer aparece con el peronismo y las anteriores desaparecen de la historia. De Juana Manso nadie se acuerda, de Manuela Gorriti tampoco. La única que queda de alguna manera asociada a Mayo y al Himno es Mariquita Sánchez de Thompson, pero fuera de ella parece que no hubiera habido otra mujer hasta Evita.
Y, en realidad, lo que uno descubre es que la historia argentina es muy rica en la forma que las mujeres operaron sobre los hechos. Por ejemplo, el reclamo del derecho de la mujer sobre su cuerpo es de fines del siglo XIX. Acordate si no, del dicho de las anarquistas: “Ni Dios ni patrón ni marido”.