Viernes, 23 de julio de 2004 | Hoy
CONSEJITOS DE MARU BON BON
¡Ay, amiguitos y amiguitas! ¡Cuán remanido es el repertorio de los goces! ¡Qué plana la voz de los anhelos! ¡Qué corta la imaginación cuando se trata de entrarles a las chicas por los oídos (incluso literalmente)! Más que un consejo, queridos y queridas, este es un llamado a la solidaridad en busca de novedosos/osas guiones para nuestros actos (y no actas) más viejos.
No, no, no: ¿Ustedes alguna vez pensaron que alguien contestará con la verdad al remanido “te gusta, decime cuánto te gusta?” ¿Hay algo menos excitante que estar complaciendo a quien otorga con mentiritas blancas cuando todo lo que se desea es recibir? Si nos gusta, chicas y chicos, se darán cuenta sin preguntar. Siga participando.
De ninguna manera: Ni perra, ni meretriz (ni siquiera en su versión popular y soez), ni guacha, ni yegua. Se cree que el insulto galante perdió efectividad allá por la era victoriana cuando la intimidad pedía contradecir la moral pública. ¿Ahora qué gracia tiene? Vamos, usted puede conseguir algo mejor.
Jamás de los jamases: ¿Pechos como magnolias? ¿Vulva como fruta madura? ¿El corazón de mi/nuestro/tu amor? NO. Ni caderas como el mar, ni cintura cósmica, ni senos turgentes, ni peces apoyando su nariz fría en nuestra pecera. No somos ni dulces ni flores ni corazones de sandía. La cursilería dejémosla para la trasnoche tanguera de la radio. Busque en su propio acervo y deje a los poetas para la tertulia.
Olvídelo: Nunca, pero nunca, nunca, intente averiguar si hubo otro/a antes de usted que haya generado ese gesto, esa mordida de labios, ese chillido. Todos/as deberían saber que SI, antes también nos sentimos así y afortunadamente volveremos a hacerlo. No hay por qué ser el único para que el momento quiera repetirse. Relájese y guarde las preguntas obvias, es una manera fácil de arruinar la segunda oportunidad.
Listas en diez minutos
¿Él les ha dicho que pasará a buscarlas en diez minutos y están ustedes pálidas, ojerosas y sin una brizna de maquillaje? A no desesperar, que para situaciones tan dramáticas hay siempre soluciones apropiadas en El arte de ser mujer, Enciclopedia Gráfica Femenina (Madrid, 1970). En menos de ese lapso, aunque les parezca una quimera, ustedes podrán rehacerse el rostro lo suficiente como para que Él las reconozca, si proceden en este orden:
1)
Sujetar el cabello con una vincha, después de cepillarlo rápidamente,
a fin de poder trabajar con prolijidad.
2) Extender sobre la piel la leche
diurna, que debe ser poco untuosa y muy penetrante para ser absorbida en un
periquete.
3) Con una esponjita húmeda,
si es posible natural, aplicar la base de color sin olvidar el cuello y repasando
bien el contorno del rostro..
4) Prescindir de la acuarela habitual
de sombras que llevarían largo tiempo y aplicarse con el hisopo una sombrita
pálida que agranda los ojos.
5) Hora de ponerse el eye-liner:
con pincelito muy fino marcar una serie de puntitos en la raíz de las
pestañas superiores.
6) Ser generosas con el rimel
porque es sumamente importante realzar las pestañas, elemento decisivo
de seducción: cuanto más largas y gruesas parezcan, mayor será
vuestro atractivo. Si se manejan a suficiente velocidad, se pueden empolvar
las pestañas entre las primera y segunda aplicación.
7) Los polvos faciales son necesarios
para mantener el cutis opaco, sobre todo en las zonas grasas, como nariz y mentón.
8) El rouge ha de ser cremoso
para dibujar los labios con facilidad y otorgarles brillo. Olvidarse por esta
vez de delinear la boca con lápiz.
9) Solo les queda soltar la vincha
para liberar los cabellos y darles la última cepillada.
10) Llamar el ascensor no sin
antes guardar en la cartera el minikit de maquillaje, porque siempre será
necesario alguno que otro retoque (cuando él no mire, por favor).
Si hacen bien los deberes pueden estar listas aun en menos de diez minutos,
dando un rotundo mentís a las malas lenguas que nos han hecho fama de
impuntuales por pura frivolidad. Habrase visto.
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