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Viernes, 17 de septiembre de 2004

RAMOS GENERALES

delicias de la vida futbolera

Por S.S.
Esta vez la noticia que llegó de la Madre Patria corroboró que nuestro país exporta no sólo científicos, profesionales y familias enteras sino machistas de la más pura cepa nacional. “En la Argentina no dirige nunca una mujer porque el fútbol es un deporte de hombres”, lanzó Daniel Fagiani, actual defensor del Valladolid, molesto porque en un partido entre el Valladolid y Tenerife, uno de los asistentes del árbitro fue una mujer, Marisa Villa. No tan curiosamente, la jugada más controvertida del encuentro se produjo a raíz de la señalización de un penal en la que nada tuvo que ver la jueza de línea pero sí su compañero Villoria Cuevas.
Entre otras tantas sesudas afirmaciones, este jugador de la segunda división española, dijo: “Una mujer no puede ser nunca jueza en un partido de hombres porque nunca va a llegar a tiempo”; “siempre va a estar malparada porque no tiene la velocidad de un delantero o un defensor. Siempre va a estar un paso por detrás de la jugada y lo va a pasar mal”; “nos cobró un ‘orsay’ y la cara de susto que tenía, por Dios”.
La noticia escandalizó a los medios españoles. España tendrá una de las más altas tasas de violencia familiar pero parece que los hombres han aprendido que hay cosas que se pueden decir en un vestuario pero jamás se confesarán en público. Quién sabe si por convicción o por políticamente correcto, el presidente del comité de árbitros, Sánchez Armiño, calificó las declaraciones de Fagiani de “desacertadas” e irrespetuosas sobre “una jueza de línea que reúne todos los requisitos y cualidades para estar ahí”. Como cualquier árbitro masculino, le faltó decir. O incluso más, porque según se pudo leer en estos días, Villa tiene 31 años pero está ligada al medio futbolístico desde los 8. Desde hace algunos años no sólo trabaja como árbitra, también es entrenadora. Y fue asistente en los últimos Juegos Olímpicos.
Lo que muestra el exabrupto de Fagiani es que, para el mundo futbolístico, la mujer podrá ser muchas cosas –hija, madre o esposa del futbolista; hincha, diablita o boquita y hasta, muy a regañadientes, jugadora– pero árbitro, jamás. El árbitro es, evidentemente, quien detenta el poder en la cancha. ¿A quién se le ocurre que una mujer puede marcarles el paso no sólo a uno sino a 22 hombres y encima en el ámbito público?

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