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Viernes, 17 de septiembre de 2004

EL MEGáFONO

De la unión civil al matrimonio homosexual

Por Daniel Borillo *
Si su origen es religioso, a partir de la Revolución Francesa el matrimonio se convierte en una institución civil y laica. La controversia que opone la Iglesia a los gays y lesbianas que desean casarse no se centra pues en un sacramento (de jurisdicción eclesiástica) sino en el derecho civil (jurisdicción federal). Por eso la cuestión del matrimonio homosexual va mucho más allá de la simple equiparación jurídica de homosexuales y heterosexuales: de lo que se trata es de saber si la diferencia de sexos debe necesariamente constituir una condición al matrimonio. Ni la reproducción, ni la ley natural, ni la forma litúrgica o la tradición pueden constituir argumentos válidos para oponerse a que las personas del mismo sexo contraigan nupcias. (Si la reproducción constituyese una condición del matrimonio, los estériles, las mujeres menopáusicas y los impotentes no podrían casarse.) Ninguna ley establece una obligación de reproducción.
Más que de matrimonio o de unión civil, habría que hablar del derecho al matrimonio y a la unión civil. Del mismo modo que el derecho de los negros a la propiedad privada o de las mujeres al voto no significó una adhesión a la ideología pequeñoburguesa, el derecho al matrimonio no debe confundirse con la institución matrimonial. No es el matrimonio el origen de la sociedad machista y homófoba sino su producto. Y en una sociedad donde las parejas de mismo sexo accedan al reconocimiento jurídico, tanto el matrimonio como la unión civil cesaran de ser espacios heterosexistas. Cada vez que una minoría reivindicó el acceso, el matrimonio acabó por cambiar su fisonomía. Dejó de ser racista cuando los esclavos y los negros pudieron casarse en las mismas condiciones que el resto de la población. Fue menos misógino cuando las mujeres obtuvieron la igualdad, y será menos sexista cuando dos lesbianas puedan casarse y menos homófobo cuando la orientación sexual deje de ser una condición para la libertad fundamental. Ni revolucionaria ni conformista, la lucha por el acceso a derechos iguales se inscribe en el respeto de los derechos humanos. La Argentina se convertirá seguramente en el primer país latinoamericano en abrir el debate a nivel nacional, los argumentos tanto para oponerse como para defender la igualdad comienzan a ponerse en la escena pública.

* Profesor de Derecho Civil en la Universidad de París e investigador del Instituto de Investigaciones Científicas de Francia. Asesor de la CHA en Unión Civil.

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