Ségolène Royal tiene 52 años, es socialista, gobernadora de la región Poitou-Charentes y dejó con la boca abierta a más de uno cuando las últimas encuestas fueron confirmando que lo suyo puede ser (en) serio. Hace unos meses, un sondeo publicado por Le Parisien afirmaba que el 42% de l@s encuestad@s y el 48% de quienes apoyan al Partido Socialista no sólo la veían como candidata a presidenta sino que, además, la votarían. A esa altura de las encuestas, Lionel Jospin (que fue candidato en 1995 y 2002, y que afirma que no volverá a presentarse) la seguía lejos, con el 24%. Su propio marido, François Hollande, rankeaba entonces por debajo de ella, a pesar de ser un nombre conocido dentro del PS. Eso, hace un tiempito: ahora el panorama se vuelve todavía más prometedor para Ségolène. O al menos eso dijeron las estadísticas que el Journal du Dimanche realizó a principios de enero (y dio a conocer hace poco), al revelar que un 53% de la población le ve “estatura para presidente de la República”. Entre l@s partidari@s de la izquierda, el número trepa hasta el 64%, mientras que si se contabilizan exclusivamente votos socialistas llega hasta el 67%; en cambio, solamente el 43% de l@s votantes de centro y de derecha la creen capaz de ser presidenta. De momento, el contendiente más serio que enfrenta Royal es Nicolas Sarkozy –nada más ni nada menos que el ministro del Interior que enfrentó los levantamientos de los suburbios con respuestas de mano dura-, que la ha definido como “una candidata de alto nivel, alguien que dice cosas interesantes”. Quienes apoyan a Ségolène destacan su compromiso en la defensa de la píldora del día después, el medio ambiente y el combate a la pedofilia. Curiosamente, quienes la ven con desconfianza, señalan su “débil aproximación a cuestiones macroeconómicas y políticas (sí, las cursivas son nuestras) como el desempleo, el crecimiento y el poder adquisitivo”.