Viernes, 3 de febrero de 2006 | Hoy
DICCIONARIO DE GRANDES MUJERES QUE LA HISTORIA OLVIDO
El libro que aporta la respuesta justa para aquella clásica pregunta: “Y, a ver, decime vos, ¿las mujeres lo qué inventaron?”
Personaje mitológico mantenido en la más injusta de las sombras hasta la edición de este diccionario. Gran cretina (nacida en la Gran Creta). Hija del rey de Góndola, soberano de la isla de los Supermercados y los Sobreprecios. Por vaticinio de Zeus, estaba destinada a ser una verdadera o-diosa griega, categoría que el mismo supremo creó para ella apenas conocerla. Víctima de los legendarios celos de Palas Atenea y también a causa de su tiernos modales, su vocabulario depurado y su bella voz, fue confundida con una semi-diosa, aunque no tardó mucho tiempo el Olimpo entero en reconocerle una categoría que luego haría escuela: Litadelassarikis era una auténtica semi-idiota. Se le rindió culto en el reino de Ateceica y durante mucho tiempo su figura brilló para alimentar la envidia de Afrodita, Diana y Nadia, diosa del tiempo. Es a esta beldad a quien debemos el nacimiento del espíritu deportivo tal como lo conoce Occidente, aunque su nombre haya sido deliberadamente borrado de los anales de la mitología. Porque allá donde falta un nombre de mujer, hay un invento atribuido a un nombre masculino. Y esto no es nuevo, como tantas otras cosas que ahora no vienen al caso, ya lo hacían, y a cada rato, los griegos.
Era Litadelassarikis de agraciada figura y noble ascendencia que ciertos rumores remontaban hasta la mismísima Gea, fundamento de todas las cosas. Vale decir que había nacido al tiempo que el mundo habitable. Casada en primeras nupcias con el pobre Lassarikis, pasaba ella los días atareada en lograr la felicidad de la polis olímpica y aledaños contando anécdotas, chistes y atendiendo sin pausa a su hermano depresivo de nombre Lássaro, quien siempre se hallaba tirado en una hamaca paraguaya que el dios Eolo habíale traído de uno de sus largos viajes allende el Egeo. Aun cuando se empeñaba con ánimo dadivoso en dar lo mejor de sí, encerrada en su casa del barrio cerrado del Olimpo, Litadelassarikis se aburría, diríamos, mortalmente, y veía con desagrado la evolución de las aventuras a-morales de sus compañer@s de Parnaso, a quienes intentaba convencer de la conveniencia de un comportamiento virtuoso. Cierta jornada, habiendo ella ido a la proveeduría del Olimpo en busca de aceite para la lámpara, notó que costaba dos dracmas más que la vez anterior. “Acabáramos –razonó–, nos cachó la inflación”, y urdió el plan que la llevaría a la gloria efímera. Se cantó a sí misma un lema: “Caminante, al camino, se ahorra un dracmita al andar”, y echó a andar. Anduvo, y anduvo, y anduvo de tienda en tienda, de almacén en almacén y de polis en polis en busca del precio mejor para cada artículo (suntuario o no). Las caminatas despejaron su mente a tal punto que encontró la cura para su hermano depresivo; gritóle: “¡Lássaro, levántate y anda!”, y Lássaro anduvo a su lado. Ya eran dos caminantes. Con el correr de los días y los kilómetros, se fueron sumando seguidoras y, como el camino resultaba en ocasiones aburrido, al tiempo que entonaba bellas canciones, Litadelassarikis íbales proponiendo la realización de destrezas físicas para animar las jornadas. Así nacieron el lanzamiento de jabalina, de bala y de disco (que consistía, en verdad, en arrojar piedras a la sucursal cerrada o carera), el maratón, la lucha, el boxeo, y el salto en largo. Las caminantes, que ya se habían dado el nombre de Liga de Señoras de su Casa del Peloponeso (LSCP), tenían un público que las seguía y alentaba donde fueran. Pero tanta exigencia atlética hacía mella en Litadelassarikis: con el andar, se desgastaba y perdía altura; como eso la entristecía, no podía sino ingerir todo aquello que compraba. Engordó y cayó en desgracia ante su adorado Zeus, quien, temeroso de perder predicamento por la popularidad de ella, aprovechó la volteada para expulsarla del Olimpo (atronando “Lita, largá los postres”). No conforme con ello, el dios de dioses condenó al olvido la categoría de o-diosa (no así la de semi-idiota) y entregó la gloria a uno de sus hijos: desde entonces, la mitología sostiene que Hércules creó las Olimpíadas en honor a la victoria de Zeus ante Chronos.
El presente texto es un adelanto exclusivo del Diccionario de pronta aparición en español.
Traducción y teatralización del cantonés: Nené Vashiola.
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