Viernes, 3 de febrero de 2006 | Hoy
VIOLENCIAS
Mariela Zurita tenía 30 años, cinco hijos y posiblemente estaba embarazada la última vez que la vieron, en la esquina del centro mendocino, donde solía esperar a quienes le pagaban para tener sexo con ella. Hace dos años que está desaparecida. Como en tantos otros casos que se conocen gracias a la presión de los familiares o de víctimas que saltan el cerco de la explotación sexual, se supone que Mariela estaría viva en manos de proxenetas.
Por Lorena Villafañe, desde Mendoza
Las tres veces que Estela de Zurita viajó desde Córdoba a Mendoza en busca de su hija Mariela Fabiana Zurita, quien ahora tendría 32 años, dedicó todo su tiempo a recolectar piezas para entender qué había sido de ella en los últimos años. Buscaba más precisiones que las que le llegaban en las breves conversaciones por teléfono que había tenido con ella antes de su desaparición. Es que la distancia y el hermetismo de su hija, las pocas palabras que cruzaban cuando iba de visita, desdibujaron el rastro de Mariela al punto que sólo se enteró de que sus amigas la buscaban varios días después desde la última vez que la habían visto.
Pero esta última vez, armar el rompecabezas de los últimos pasos de Mariela no fue suficiente para esta mujer que tuvo que hacerse cargo de los cinco nietos que quedaron a su cargo y que la interpelan cada día con la misma pregunta: ¿dónde está mamá? ¿cuándo va a volver? Entonces, obviando las dificultades de la feria judicial, Estela Zurita se presentó hace una semana en el juzgado criminal de turno para exigir que se reabra la causa que lleva el nombre de su hija seguido de un escueto “averiguación de paradero”, aunque Estela duda de que realmente se haya averiguado algo.
Pasaron dos años desde la última noticia que se tuvo de Mariela Zurita. Fue en pleno centro de la ciudad de Mendoza, en Montevideo y Patricias Mendocinas, donde la vieron por última vez, en enero de 2004. Esa era su parada habitual, desde donde partía con clientes que compraban sexo. Y ése es el punto de partida de las hipótesis que la Dirección de Investigaciones de esta provincia baraja acerca de su desaparición. La primera fue la que declararon a los medios en su momento: “Lo último que se sabe es que se la vio discutir con un hombre que manejaba un Gol rojo. Después de eso, no se la volvió a ver”, dejando entrever que su suerte debe haber estado atada a la de ese anónimo conductor.
Estela pudo ir apenas un poco más lejos, al menos pudo dar con la descripción de la ropa que su hija llevaba aquella última noche: una blusa blanca, pollera de pico, sandalias y cartera.
Recién cuatro días después de su desaparición, un hombre llamado Andrés, pareja de Mariela, radicó la denuncia en la comisaría 27, de Villa Hipódromo, Godoy Cruz, donde vivían. Según le contó este hombre a Estela, quienes exponen su cuerpo en el mercado del sexo no son consideradas “personas normales” para la policía a la hora de hacer una denuncia. Nadie se toma el trabajo de buscar a una chica que desapareció de su parada hasta pasadas las primeras 72 horas. “Así se lo dijeron, que no eran normales, sin ninguna vergüenza.”
Estela estaba en Bahía Blanca ese enero de 2004. El ex marido de Mariela fue quien le avisó que no se sabía nada de su hija. El hombre había llamado a Mendoza para enviarle la cuota alimentaria de los niños y ahí se enteró de la desaparición de su ex. Desde ese entonces, la reconstrucción de la vida de su hija, alejada de la familia hacía tiempo, es una obsesión para Estela, que todavía no termina de entender qué pasó.
¿Cómo llega Mariela a Mendoza?
–Ella quedó muy deprimida después de su separación. Hacía poco que se habían separado cuando se mudó. Con él tiene tres hijos. Un día, en Córdoba, un chico de Remar –un grupo de recuperación de adicciones– la ve tirada en la plaza, llorando, y nos ofreció llevarla a Mendoza.
¿Ella consumía drogas?
–No. Era para que estuviera mejor que se la llevaron. Una vez que llega a Mendoza, al tiempo conoce a Rocío. Ella la llevó a su casa y le presentó al hermano de su pareja, Andrés, y así es como se conocen. Con él tuvo dos hijos más.
¿Cómo llega Mariela a estar en situación de prostitución?
–Ellos la introdujeron en la prostitución. Yo no sabía que ella trabajaba de eso. Me enteré de todo eso ahora. Cuando desapareció tenía a sus cinco hijos porque había logrado reunirlos para que estuvieran con ella.
¿En Córdoba en qué trabajaba?
–Cuidaba a sus hijos, no trabajaba allá. Ella estaba bien hasta que se separó.
¿Y usted a qué se dedica?
–Cuido enfermos y limpio casas. Por eso venir a Mendoza es difícil para mí. Encima cada vez que vengo me voy sin ninguna respuesta. Nadie sabe nada y me voy igual que cuando llegué. Pero yo me muevo y busco para saber qué pasó. Esta vez me enteré de algunas cosas que no me gustaron nada.
¿Qué fue lo que supo?
–Resulta que ahora hay otra versión. Una de las compañeras de Mariela me dijo que la última vez que la vio esa noche fue cuando entró a un edificio de por ahí, con un cliente. Cuando volvió al lugar creía que se había ido a su casa y que por eso no estaba. Pero el lunes se enteró de que había desaparecido y ahí se preocupó. Eso yo no lo sabía y tampoco sabía que su pareja le pegaba. Yo creía que las cosas habían sido como decían en los medios, pero ahora... Estoy perdida, no sé cómo hacer para que mi hija aparezca.
¿Usted habló con la gente que la conocía?
–Sí. Busqué y llamé por teléfono a la gente que sabía que había estado con ella, que la conocía. Pero no sé muy bien con quién conversar porque nosotras, mi hija y yo, sólo teníamos contacto por teléfono y de la vida de ella yo sé muy poco.
¿Con qué autoridades se reunió esta vez?
–Estuve con el secretario del ministro de Gobierno, Martín Echever. El se comprometió a hablar con el ministro de Justicia para movilizar el tema y que se siga buscando. También fui a hablar con la gente de Investigaciones. Me atendió el principal De Blasi, pero me dijo que no sabía nada, que el expediente estaba en manos del juez, que debía preguntarle a él. Pero el juez no está ahora.
Sin embargo, al ser consultado, el principal Néstor De Blasi, a cargo de Seguridad Personal de la Dirección de Investigaciones, sostuvo que “se han hecho averiguaciones en la provincia y en el resto del país. Se ha tomado un número importante de declaraciones a las personas que la conocían. El expediente de la causa tiene tres cuerpos”, explicó. Estas pruebas están en manos del juez del Quinto de Instrucción, Marcos Pereira, por el momento inaccesible a causa de la feria judicial.
Cuando De Blasi hablaba de su búsqueda en el resto del país, se refería a una demanda puntual que se le planteó: ir a buscarla al sur argentino. Allí están las famosas “casitas”, en las que hay un puñado de mujeres cautivas y donde son explotadas sexualmente. Ese es uno de los lugares en donde sospechan que está. Pero De Blasi no se atreve a asegurar aún que esté en manos de una red de proxenetas.
Aunque, entre las hipótesis que se manejan, el funcionario no descartó que un proxeneta se la haya llevado. “Ella había manifestado a sus compañeras que quería romper con el círculo... Pero también puede ser que un cliente le haya hecho daño”, abrió el abanico de posibilidades.
“No puedo decir más –puso fin a las preguntas el principal–. La causa está bajo secreto de sumario. Lo que sí le aseguro es que éste está entre los dos casos más importantes de la provincia, en los que más se está trabajando.” Según se supo por comentarios, Mariela habría estado embarazada en el momento que desapareció. Según De Blasi, sobre la base de las declaraciones, las denuncias anónimas y los operativos que se han realizado, todavía se cree que Mariela está viva.
De todas formas, los Zurita, Estela y sus nietos, no depositan toda la confianza en las fuerzas de seguridad y están pidiendo ayuda en otros lugares. Entre ellos, a organizaciones que trabajan en la defensa de los derechos humanos. Es más, aunque el abogado mendocino Pablo Salinas presentó diversos hábeas corpus un tiempo después de que desapareciera Mariela, no hubo respuesta a esta herramienta legal que supuestamente debería dar celeridad a la investigación.
¿Los hijos de Mariela con quién quedaron luego de su desaparición?
–Tres están conmigo. Ahora me llevo a uno de los dos que están acá (en Mendoza) por unos días. Ellos están preocupados por su mamá. Acá no entienden mi desesperación. Hay cinco niños que cada vez que me ven me preguntan: “¿Sabés algo de mi mamá?”. Y yo no sé qué contestarles, no sé qué hacer.
Estela se tapa la cara y llora. No tiene razones para contener una emoción que le moja los ojos, los mantiene siempre brillantes. Si este gesto la hacía parecer derrotada, de inmediato renueva las fuerzas y muestra unos papeles que llevaba en la cartera: “Estas son las cartas que mis nietos le escribieron al gobernador. Ahora no está, pero cuando venga de vacaciones me prometieron que se las van a entregar”.
Con toda la formalidad del caso, el encabezado con la fecha y, a la izquierda, un: “Señor gobernador, Julio Cobos”, la de su niño de 11 años, dice en uno de los párrafos: “Pido que encuentren a mi mamá Mariela por favor, porque la extraño muy mucho. Hace dos años que no la veo”, apelaba a la conciencia del jefe del Ejecutivo.
Un par de horas antes de que Estela se fuera a la terminal de ómnibus a tomar un colectivo para volver a Córdoba, a esta mujer se le acaban las palabras. Se había acabado la poca información que tenía sobre su hija. Una herramienta fundamental para continuar la lucha y obtener, por fin, las piezas faltantes de ese rompecabezas que es la desaparición de Mariela. “No voy a bajar los brazos”, juró. “Voy a seguir luchando hasta que alguien haga algo”, terminó de afirmar.
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