Viernes, 13 de febrero de 2004 | Hoy
TEATRO
La niña que bailaba en Música en Libertad y hacía avisos de heladeras hizo mucha televisión, tuvo un momento fulgurante en el cine de la mano de Pino Solanas, y en la última década participó en puestas memorables, como Madera de reyes y La gaviota. Ganadora del Martín Fierro por su excelente actuación en Culpables, Gabriela Toscano está interpretando ahora su primer protagónico teatral en la premiada obra La prueba, que en pocas semanas se ha convertido en un suceso de público.
Por Moira Soto
Al menos en lo que hace
a su vida como actriz, ella practica la virtud de la templanza, pero no para
irse al Cielo sino para defender su privacidad. Sobria, reservada, apartada
de todo lo que huela a escándalo o polémica, se diría que
Gabriela Toscano se presta a las entrevistas periodísticas porque no
le queda otra cuando se trata de promover producciones televisivas o teatrales
(el cine ha quedado relegado a su pesar desde hace muchos años) en las
que participa. Y en esos reportajes tratará de no dar ninguna información
sobre su vida personal, por más que los/as cronistas le tiren de la lengua
con diversas astucias.
La actriz que de niñita bailó en Música en Libertad, hizo
exitosas publicidades, siguió por camino de la tele en decenas de programas,
tuvo su etapa promisoria en el cine y empezó a revelar realmente su potencial
en contadas obras de teatro, no suelta prenda. Ni siquiera se ablanda para contar
alguna anécdota de color referida a sus trabajos, es decir, nada que
podría revelar ni siquiera una porción de intimidad, de familiaridad.
Si en algún momento de mayor distensión se confía y cuenta
algún episodio del otro lado del escenario o las cámaras, pedirá
que no figure en la nota.
Gabriela Toscano es así, acaso el perfil más bajo dentro de las
actrices de su generación más conocidas y prestigiosas, y hay
que tomarla o dejarla, pero nada de pretender que haga ningún tipo de
confidencias en un reportaje. En cambio, sí se puede esperar de ella
que se explaye sobre su actividad artística, que en este momento se concentra
a full en la obra La prueba, del norteamericano David Auburn, estrenada en Buenos
Aires hace apenas un mes y ya convertida en el suceso teatral del verano. Dirigida
por su marido Carlos Rivas (La noche de la iguana, Cristales rotos), a quien
nombrará con devoción en el transcurrir de la charla, Gabriela
Toscano rinde una conmovedora, delicada interpretación al frente de un
elenco integrado por Pablo Rago, Osvaldo Santoro y Carola Reyna.
La Prueba fue estrena en Nueva York a fines de los ‘90 por Mary-Louise
Parker, reemplazada luego por Jennifer Jason Leigh, actrices ambas que, como
Toscano, exceden la edad –25– del personaje protagónico de
Catherine, Cathy. Una chica que interrumpe su brillante carrera universitaria
para cuidar a Robert, su padre, destacado científico que sufre alteraciones
mentales. Al igual que Robert, Cathy es matemática, y a pesar de estar
varios años distanciada del mundo académico, trabaja en soledad
una prueba que demuestra su genio y que da a conocer después de la muerte
de su padre, ante la desconfianza de Hal –discípulo del finado–
y de su hermana Claire.
Auburn (autor asimismo de Skycraper, Fifth Planet, The Next Life) escribió
esta pieza mientras su mujer hacía el doctorado en matemática
y ha reconocido que, pese a no ser su especialidad, le interesó acercar
conceptos matemáticos al público para desmentir el preconcepto
de dureza y frialdad que suele rodear esta ciencia. Y al mismo tiempo, efectuar
una conexión entre la búsqueda de la verdad en la investigación
científica y las relaciones de afecto entre los personajes. Auburn pensó
que podía recurrir a conceptos científicos como metáfora
del drama humano que quería desarrollar, que la abstracción podía
completarse con el romance concreto. Aunque en La prueba no se hace explícita
la resolución que encuentra Cathy, lo que importa es el acercamiento
a ese universo desbordante de poder creativo en la generación de ideas
y teorías, donde no son tan importantes los resultados como las corrientes
de pensamiento que pueden producir.
Según Auburn, en su pieza se insinúa el sexismo en la elite matemática
académica (“hay algo más que envidia en la escéptica
voz de Hal”, señala) y también en la subestimadora actitud
de Claire que refleja el prejuicio popular acerca de que las chicas no son aptas
para la matemática. El autor niega haberse inspirado en Una mente brillante,
biografía de John Nash, matemático esquizofrénico, previa
a la sobrevalorada película. Pero sí acepta que consultó
con profesores de la Universidad de Nueva York, que incluso presenciaron los
ensayos y dieron su okey tanto al tratamiento de los temas específicos
como a la verosimilitud de los personajes de Cathy, Hal y Claire.
Un mundo extraño
En uno de sus diálogos con Hal, Cathy alude emocionada a una matemática
francesa, Sophie Germain (1776-1831), enamorada de esta ciencia desde los 13,
que estudió pese a todos los obstáculos y se destacó en
los resultados obtenidos en la teoría de los números, obteniendo
en 1816 el Gran Premio de las Ciencias de la Academia de Ciencia de París,
por una memoria sobre las vibraciones de las minas elásticas. Germain
es una de las grandes matemáticas que refutan en los hechos aquello de
que el razonamiento abstracto no es femenino. La primera de que se tengan noticias
fue Hypatia de Alejandría, nacida en el 370 después de Cristo,
educada por su padre Theón, matemático y filósofo. Hypatia
se especializó en la filosofía de Platón y Aristóteles,
las secciones cónicas de Apolonio de Perga, comentó las tablas
de Tolomeo. Célebre por su belleza e inteligencia, murió a los
45, lapidada por una multitud instigada por el arzobispo Cirizo (luego canonizado).
Otras damas de mención: Maria Gaetana Agnesi (1718-1799), autora de un
tratado sobre álgebra ordinaria y análisis infinitesimal; Sonia
Kovalewski (1850-1891), que realizó una brillante tesis sobre la teoría
de las ecuaciones y las diferencias parciales; Emmy Noether (1882, 1936), muy
apreciada por sus trabajos sobre sistemas hipercomplejos, la teoría de
la representación y, en general, no álgebra no conmutativa (ese
“palacio de precisos cristales”, según Borges).
Cuando Cathy menciona a Sophie Germain –inventora de la noción de
curvatura mediana de una curva izquierda en un punto, noción hoy considerada
clásica–, recuerda sus esfuerzos, su manera de darse a conocer a
grandes matemáticos de la época (bajo el seudónimo Le Blanc)
como Gauss, quien al descubrir su identidad le envió una hermosa carta
de homenaje, que el personaje recita con voz emocionada: “Una preferencia
marcada por los misterios de los números es rara de encontrar. Pero cuando
la persona que siente esa inclinación pertenece al sexo femenino, que
según nuestras costumbres y prejuicios debe encontrar dificultades infinitamente
mayores que un hombre para familiarizarse con esas investigaciones, y a pesar
de eso triunfa y sabe cómo penetrar las más oscuras aristas, ella,
sin ninguna duda, debe tener el más noble de los corajes, un talento
extraordinario y un genio de una superioridad incuestionable...” Cathy
ha memorizado este fragmento de la carta, seguramente después de leerla
muchas veces.
Los franceses en estos casos dicen aprender, recordar “par coeur”:
de corazón, con el corazón, una expresión que le viene
de perlas a tu personaje... ¿Cathy está realmente identificada
con esa matemática a la que tanto le costó hacerse valer?
–Sin duda Cathy encuentra un modelo en Sophie Germain. Es que hay paralelos
evidentes: ambas estudiaron solas, trabajaron mucho para demostrar su gran talento...
Sophie no podía salir durante la época de la Revolución
Francesa, le resultó todo más complicado porque al principio su
padre se negaba a que la chica se dedicara a la matemática. Pero ella,
encerrada en la biblioteca paterna, prácticamente sin otro recurso que
su perseverancia y su inteligencia –hasta le llegaron a quitar las velas–,
siguió adelante. Ella era de una tenacidad tan grande como su talento,
y finalmente logró que el padre la apoyara. Cathy ha tenidos menos problemas,
por supuesto, como hija de un gran matemático, en una época un
poco más propicia para el desarrollo de una carrera todavía atípica
en las mujeres. Sin embargo, también debe superar escollos y se anima
a trabajar en soledad.
La prueba, al igual que otras piezas teatrales exitosas como Copenhague, propone
un acercamiento al mundo científico supuestamente tan distante del público
en general.
–Es un mundo extraño el de los matemáticos, difícil
de abarcar para alguien que viene de afuera como yo. De todos modos, el tema
central de la obra no es la matemática. Las cosas que se dicen sobre
esta ciencia son sencillas, accesibles para los espectadores. Aunque no se comprenda
totalmente algunos de los temas que se tratan, siempre resultan sugerentes dentro
de su misterio.
Y Cathy, Robert y Hal resultan bien humanos, apasionados, lejos de la idea que
al público puede haberle quedado de la secundaria. A vos en el colegio,
¿cómo te iba con esta materia?
–Qué sé yo... Hacía lo que podía: soy muy mala
en matemática...
Quizá no te supieron enseñar, no te trasmitieron los placeres
del razonamiento y el descubrimiento.
–Probablemente, eso pasa con muchas cosas que no se aprenden de la mejor
manera y entonces rechazás algo que en realidad ni comprendés
ni sabés valorar. En el colegio te exigen rendimiento a veces sin orientarte,
sin ponerte en las condiciones apropiadas. Veo ahora, con mi hijo, que las cosas
pueden ser diferentes: en la escuela, los chicos van encontrando su propio método
para sumar. Está bueno eso. Ellos van descubriendo un camino sin competir,
sin rivalizar.
¿Tuviste entonces que dejar de lado algunos preconceptos para acercarte
a un mundo, a un personaje con el que de movida tenías poco que ver?
–Mirá, cuando estábamos preparando la obra, nos planteamos:
estos matemáticos podrían ser como artistas, porque aspiran a
estar cerca de la belleza, abstracta si querés. Para nuestra comprensión
era lo más próximo: fijate que los personajes de Robert, el padre,
y Cathy son como dos bohemios, a quienes debe mantener Claire, la otra hija.
Una de las cosas más estimulantes que tiene la obra es que cada actriz,
cada actor puede defender su personaje desde su punto de vista, La prueba te
da ese espacio de libertad que Carlos supo conducir con tanta sensibilidad.
Arisca pero romántica
A través del personaje de Cathy se plantean cuestiones culturales que
conciernen a las mujeres: ella se hace cargo del padre, se consagra a su cuidado,
cosa que raramente habría hecho un varón. Por ese motivo, deja
la universidad, y cuando da a conocer la prueba, el propio Hal –que se
siente atraído por ella– no la cree capaz de haber realizado.
–Podría ser esto que decía de Hal. Nosotros más bien
lo pensamos desde el hecho de que se trata de un matemático clásico,
desconfiado: ella no completó su carrera en la universidad, no trabajó
en equipo, no cumplió las convenciones. Pero si volvemos al paralelo
con Sophie Germain, se puede dar esta lectura que hacés. También
hay que considerar que ella posterga su experiencia del amor para cuidar a este
padre con el que se identifica muchísimo. De hecho, las improvisaciones,
antes de los ensayos, tenían que ver con eso: nos imaginábamos
a los dos haciendo matemática directamente sobre la mesa, escribiendo
sobre la madera. Hay una relación muy estrecha entre ellos, es la hija
favorita, tienen comportamientos parecidos...
Claire, la hermana, ¿es una cheta de Manhattan que se lava la culpa de
no poner el cuerpo poniéndose con plata?
–Claire se ha ido porque no soportaba la realidad. Entonces, la única
manera que le queda de ayudar es desde afuera... Sí, claro, también
es un clásico: los familiares que en ciertas situaciones no quieren enterarse
de la realidad en directo...
Es curioso el hecho de que algunos críticos locales asumieron la sospecha
de Hal, no creyeron del todo que la prueba pertenecía de verdad a Cathy,
y así lo consignaron en sus comentarios.
–Bueno, hay un momento en que el público que está sentado
puede sentir la duda, y está bueno que eso ocurra. Pero una vez que termina
la pieza, queda clarísimo que Cathy decía la verdad. A Hal le
resulta difícil aceptarlo, pero cerca del final lo hace: “Tal vez
vos seas mejor que tu padre...”. Ahí él le está reconociendo
el genio a ella.
Un genio que a pesar del aislamiento, del tiempo que le consagró al padre
loco, encuentra la forma de expandirse y crear.
–Lo divertido de esta obra, de mi personaje, es justamente recorrer todos
los lugares por los que Cathy pasa, desde esos cinco años que estuvo
encerrada y que la han vuelto arisca, con tantos problemas para relacionarse
con los de afuera.
–Sin embargo, por la forma en que avanza en determinado momento sobre Hal
se diría que alguna historieta ha tenido...
–Sí, yo creo que sí. Pero por otra parte, cuando se da la
situación con Hal, ella está desde hace rato deseosa de que algo
ocurra. Y siente que por fin tiene una oportunidad para hacer algo propio de
su edad. La duda de Cathy es acerca de si se va a volver loca, y para alejarla
quiere hacer una vida normal y corriente. Esto se manifiesta cuando todavía
el padre vive y ella se compra revistas tipo Cosmopolitan, Para Ti, quizá
para alimentar fantasías de ser una chica como todas.
Es bastante típico de las personas que están aisladas mucho tiempo
esto de empezar a dudar de su propia cordura.
–Por algo ella recuerda en la primera escena la frase del padre: “Si
pensás que estás loca es porque no lo estás”. También,
esto de que la obra empiece cuando el padre ya no está, tiene algo de
liberación para ella: ahora puede abrir la puerta para ir a jugar, ese
permiso que las mujeres necesitamos que nos den nuestros padres. Nuestra idea
durante la preparación de La prueba era que Robert la había educado
en un estilo que podría llamar más varonil a ella, mientras que
Claire asentía todas esas cosas de la feminidad, un poco maricona diría
yo. Pensamos que Robert la ha hecho trabajar a la par de él, y ella ahora
quiere ser una mujer, que se la reconozca como tal, tener experiencia amorosa,
que se la valore intelectualmente.
Durante estos últimos años, en el cine y el teatro lo común
ha sido tratar las relaciones madre-hija. La prueba, en cambio, opta por el
vínculo padre-hija.
–Es verdad. Y la relación con el padre es, me parece, sustancial
en la vida de una mujer. Es algo parecido al primer amor, un vínculo
que en algún momento tenés que blanquear, decirte: bueno, éste
no va a ser el hombre de mi vida, es mi padre. A Carlos le interesó mucho
esta zona de la obra, él dice que La prueba es una obra femenina. Así
la ve y así trató de llevarla a escena: con ese enfoque, esa estética.
Buscando intuitivamente
a Cathy
¿Te enamoraste de Cathy en la primera lectura de la pieza?
–No sé si me enamoré de ella en primera instancia. Aunque
me gustaba mucho la obra toda, me preguntaba cómo hacer este personaje.
Sólo me tranquilicé cuando empezamos a ensayar y ella fue surgiendo
del propio texto. Carlos me ayudó mucho a descubrirla, y una vez que
se disparó mi imaginación, ya estaba Cathy. De las improvisaciones
durante las primeras dos semanas fueron saliendo a luz todos los personajes.
Yo lo primero que me puse para ensayar fueron los borceguíes, y ahí
comenzó a soltarse el personaje. También usé una pollera
¿viste que Cathy no se pone nunca pantalones? Es su manera de afirmar
su condición de mujer frente a esa educación poco “femenina”
que se supone le dio el padre.
La madre no aparece ni se la menciona, Cathy da la impresión de no haber
tenido modelos femeninos, salvo los de las revistas.
–De la madre no se habla en la pieza, se supone que ha muerto antes de
que el padre enloquezca. Fijate que es una constante en la obra: la madre de
Hal también murió, Midge –el novio de Claire– ya no
tiene a sus padres... Hay una cosa del pasaje a la adultez, de la necesidad
de desprenderse de los padres, de matarlos internamente, metafóricamente.
La prueba es una pieza muy rica, que propone un amplio abanico de posibilidades,
distintas maneras de llegar al público que se emociona sinceramente,
llora. Aprecio mucho este aspecto liberador del teatro. Nosotros estamos sorprendidos
de la gran repercusión porque hicimos poca publicidad. El boca a boca
ha funcionado de manera impresionante.
¿Creés que hay alguna clave que explique semejante éxito
de una pieza que no recurre a facilidades demagógicas ni a fórmulas
probados?
–Hace un año que estamos en esto como equipo, fue un trabajo largo
y sostenido. Por suerte, creo que Carlos pudo plasmar en el escenario aquello
que había imaginado, pudo formar un cuarteto armónico de intérpretes.
Lo que yo siento en escena es que todos estamos contando una historia, la misma
historia. Que no hay vedettismos, que nadie busca el lucimiento individual.
Y entonces la gente puede hacer esta hermosa obra de teatro, del buen teatro:
entrar a otro mundo, “como en un sueño”, me decía una
espectadora el otro día. La gente sale muy conmovida, agradecida. Por
otro lado, creo que Carlos ha hecho una muy buena lectura del humor que tiene
la obra. Un humor irónico sobre esos mundos opuestos que se enfrentan
entre Cathy y Claire, y que tiene tanto eco en el público, que es muy
variado, de todas las edades.
–Cathy tiene unos diez años menos que vos, y además cierta
cosa desmañada, desgarbada en sus movimientos, ¿cómo llegaste
a esa composición tan creíble, a apropiarte de ese aire juvenil
de alguien sin roce social?
–No fue un trabajo especialmente físico, aunque te pueda parecer
así. Yo funciono de este modo: cuando se libera mi imaginación,
el personaje empieza a tomar forma, a perfilarse. Algo me empieza a pasar por
el cuerpo. Además, claro, hemos tenido a un director que ha sabido encauzar
estas energías. El sabía lo que quería contar y ahora sigue
cuidando cada función, corrigiendo. Hemos formado un verdadero equipo,
todos con participación activa en un proyecto que consideran propio.
Es tan bueno hacer lo que una desea, correr detrás de eso. Cosa que,
claro, no siempre es posible.
Tu personaje, que engancha tanto al público, tiene poco que ver con los
roles femeninos que se ven habitualmente en TV.
–Bueno, en lo que a mí me ha tocado, me encantó hacer el
año pasado a Chela de Son amores; también fue interesante la Daniela
de Culpables... Pero es cierto, no hay muchos personajes femeninos en la televisión
que sean ricos, que te representen. En las tiras quizás es más
difícil por la rapidez con que se trabaja, aunque hay que reconocer que
Resistiré fue bastante poco convencional en su galería de mujeres,
empezando por el personaje de Tina Serrano, bien original. Lo malo de la tele
es que a veces las cosas se hacen sólo buscando un resultado en el rating.
No me parece el mejor punto de partida. En el teatro tenés más
posibilidades de arriesgar, sobre todo si generás un proyecto propio.
De lo que estoy segura es de que a la gente siempre hay que darle lo mejor.
A mí me parece que una vez que una persona ve algo que la conmueve o
que la divierte con calidad, ese registro no se pierda.
Sin despreciar Culpables, tus logros más altos parecen estar en el teatro,
con Madera de reyes, La Gaviota. ¿El teatro lo elegiste y la TV te fue
dada?
–Sí, siento como si hubiese nacido en el teatro. En general, los
actores que salimos de la tele tenemos que hacer un gran esfuerzo para saber
si tenemos el instrumento preparado para pisar el escenario. A esto me lo planteé
hace mucho tiempo. Por eso es que siento que este proyecto de La prueba es como
el ideal. En realidad, una trabaja toda la vida para un proyecto como éste,
y de repente te sale. Con Madera de reyes, con La Gaviota me fui preparando
para hacer un personaje como esta Cathy que, en realidad, es mi primer protagónico
en teatro. Era una auténtica prueba para mí: no es lo mismo tener
tres o cuatro escenas dentro de un conjunto, que estar dos horas arriba del
escenario haciéndote cargo del hilo conductor de la historia, más
allá de que los otros personajes sean muy importantes. Cathy es un personaje
en el que he tenido que poner toda mi energía y mi concentración
para que no tenga fracturas, para que el relato sea fluido. Es una obra que
va y viene en el tiempo, y sobre todo está el tema de los cambios que
a mí, personalmente, me encantan. Son tan rápidos, tengo segundos
para sacarme una prenda y ponerme otra... Disfruto mucho de ese vértigo.
¿No extrañás un cachito la tele? ¿Volverías
al cine?
–Hoy por hoy, haciendo esta obra con este grupo, con este público,
no extraño ninguna otra cosa. Aunque si me das a elegir, me gustaría
hacer algo en la tele que tuviera que ver con Culpables. Pero en este momento,
La prueba colma mis aspiraciones y necesidades. Con el cine estamos un poco
distanciadas, pero a mí me gustaría volver a filmar. Creo que
estoy en un buen momento, con otra madurez, encarando la actuación de
diferente manera a cuando dejé de hacer cine, o el cine me dejó
a mí... Me encantaría que me llegue un personaje complejo, un
guión inteligente...
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.