Viernes, 4 de diciembre de 2015 | Hoy
COSAS VEREDES
A través de tuits donde detallan sus ciclos menstruales al primer ministro, miles de mujeres han comenzado una espontánea campaña online para que se descriminalice el aborto en Irlanda.
Por Guadalupe Treibel
Antes de que el torbellino tuitero comenzara, Enda Kenny –primer ministro de la República de Irlanda- difícilmente hubiera podido anticipar que se volvería receptor de miles de mensajes sobre dolores menstruales, tampones, flujos más o menos fluidos, entre otras bondades de la regla. Empero, así ha ocurrido: desde comienzos del pasado mes y a modo de espontánea protesta, mujeres irlandesas han comenzado una ola de tuits destinados al gobernante, amén de expresar su disconformidad y frustración frente a ciertas políticas y posturas oficiales. Fundamentalmente, la rotunda negación a permitir que el aborto sea legal, que señoras y señoritas decidan sobre sus propios cuerpos. Con jocosidad y mucha, mucha sangre, el puntapié inicial fue obra y gracia Gráinne Maguire, actriz y comediante, que el 2 de noviembre –al son de “Podrán quitarnos nuestros derechos, pero nunca nuestro humor”- posteaba: “Visto y considerando lo mucho que se preocupa el Estado por nuestros aparatos reproductivos -yo llamo a mi útero, la pequeña embajada de Irlanda- es cuanto menos justo que le facilitemos al líder del gobierno todos los detalles de nuestro ciclo menstrual”. Del dicho al hecho. ¿Algunas frases? “Hola Kenny, no hoy estoy menstruando. Solo la típica secreción vaginal, nada de qué preocuparte. ¿Tal vez un poco de picor?”; “Hola Enda, solo para tenerte informado: tercer día de la regla, todavía intensa, llevo la copa menstrual”; “Quinto día surfeando la ola carmesí, y aún siento que mi útero está tratando de matarme”; “Cuando menstrúo, como chocolate y lloro por mi falta de autonomía”, fueron algunas expresiones de dolor (literal, en muchos casos). Todas acompañadas por el hashtag viral #RepealThe8th (en criollo, “Derogar la 8°”), en referencia a la controvertida enmienda que iguala el valor de la vida de la mujer al de la vida de un feto…
En este sentido, no es casual que la mismísima Amnistía Internacional (que, en el marco de la campaña global “Mi cuerpo, mis derechos”, realiza acciones locales para promover los derechos sexuales y reproductivos femeninos; entre ellos, la despenalización del aborto) lleve largo rato subrayando que Irlanda “tiene una de las leyes de aborto más restrictivas del mundo”. Finalmente, la legislación nacional considera a la interrupción del embarazo, un crimen punible con hasta 14 años de prisión. Y niega taxativamente el ejercicio de dicho derecho a mujeres y niñas en casos de violación, incesto o malformación fetal, permitiendo la intervención únicamente en circunstancias muy limitadas, cuando la madre corre riesgo de muerte (aunque, anota AI, “la definición de ‘riesgo’ es limitada, equívoca e imprecisa”). Y obliga a señoras y señoritas a llevar a término su preñez aun cuando saben que el feto no va a sobrevivir. Y las avergüenza y criminaliza, empujando a que más de 4 mil viajen cada año a países cercanos para abortar sin miedo, sin persecución estatal, sin acabar tras las rejas. Y multa con 4 mil euros a quienes proveen información abortiva, limitando (más bien, anulando) el accionar de profesionales de la salud. Profesionales que, en gran medida, se niegan a practicar abortos por temor a repercusiones legales o por sus propias doctrinas religiosas (los docs más chupa-cirios pueden aplicar la “objeción de consciencia”). En fin: tristemente, sobran restricciones de dónde elegir…
“Un fantasma acecha Irlanda, trayendo ciegamente sufrimiento -incluso la muerte- a las mujeres cuyas vidas toca”, enunciaba el actor Liam Neeson en el spot de AI para el que prestó voz recientemente. Spot que, dicho sea de paso, le valió la embestida de sectores reaccionarios, rechinantes ante el gesto del actor y ante el pedido del mentado clip: que se abola la 8° Enmienda de la Constitución, que -introducida en 1983- iguala el derecho a la vida del embrión al derecho a la vida de la mujer. Presunta (y francamente, absurda) igualdad que acaba dando prioridad al feto por sobre la madre, dejando sus derechos humanos en segundo (tercero, cuarto, quinto, sexto, y así) plano. Lo curioso es que, mientras la perenne fama conservadora de la sociedad irlandesa continúa vivita y coleando (amén de la fuerte influencia de la Iglesia católica en la nación), ciertas estadísticas muestran cambios notables. Sin más, consultados por el tema tabú (sí, sí, el aborto) para una encuesta realizada por AI los pasados meses, el 67% de los ciudadanos reconoció que el gobierno debería despenalizar la práctica, mientras el 25% no estuvo de acuerdo. Por lo demás, la vasta mayoría admitió no estar al tanto de que fuera una pena criminal y estuvo de acuerdo con que los médicos que proveen –y las mujeres que solicitan- no deberían recibir sanción. “Los números demuestran que el pueblo irlandés está muy por delante de sus líderes gubernamentales. La descriminalización no solo es una obligación con los derechos humanos: es lo que la gente quiere. Lo cual significa la derogación de la 8° Enmienda”, ofreció Colm O’Gorman, director ejecutivo de la organización en dicho país.
Lo cierto es que -acaso por los tuits menstruales, acaso por la campaña de Amnistía Internacional, acaso porque más de 47 mil personas firmaron una petición que urge a modificar la ley, acaso porque comienzan a escucharse voces disidentes en las filas de su propio partido, el liberal-conservador Fine Gael, que piden un proceso serio de discusión para determinar qué hacer con la 8° Enmienda- Kenny declaró los pasados días que, de ser reelecto en las venideras elecciones, establecerá una comisión que analice el tema en forma “exhaustiva, empática e inclusiva, donde cada persona tendrá derecho a expresar libremente su opinión”. Una posición considerablemente más permeable que la que demostró el pasado septiembre, cuando dijo estar en contra del “aborto libre”, admitió “no tener ningún intención de abolir la enmienda sin considerar qué podría reemplazarla” y se negó -a diferencia del partido laborista- a comprometerse a lanzar un referéndum sobre el tópico. (Cabe señalar que, a comienzos de año, Irlanda se convirtió en el primer país del mundo en aprobar el matrimonio igualitario por referéndum, a través de votación popular, de consulta ciudadana vinculante; evento ciertamente histórico para un país de fuerte raigambre católica en el que la homosexualidad fue ilegal hasta 1993). De momento, queda la inquietud. Y los menstruatuits, como se los ha denominado, de mujeres punzantes que se niegan a callarse y están listas para dar batalla, armadas hasta los dientes de tampones y, bueno, sentido común.
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