Viernes, 26 de febrero de 2016 | Hoy
EL MEGAFONO
Por Liliana Hendel (*)
“El deseo en los tiempos de face” es el título de la nota de Ricardo Roa, en Clarín , publicada el 18 de de febrero, acerca del femicidio de Griselda González que evoca al destituido crimen pasional. Primer estereotipo: no la mató su deseo, la asesinó un varón que le dijo que la amaba Nada hay en los comentarios periodísticos que saque este asesinato de un suceso puntual. Nada que explique que los femicidios son la epidemia que destruye vidas de mujeres (y multiplica orfandades) atravesada por mitos patriarcales como el amor romántico. “La seducción por vía virtual está tan extendida como las redes”, dice el periodista. Sin embargo, la palabra femicidios no se utilizó en ninguna de las notas con las que Clarín cubrió la noticia.
Nada acerca de No Matarás y sí mucho acerca de No te Enamorarás de un desconocido por face. En una sociedad que le enseña a las mujeres a cuidarse de los violadores (siempre que no sean sus propios padres porque con esos habrá vinculaciones forzadas) se produce un periodismo que desliza que la mujer tuvo la culpa: por insensata, por confiada, por infiel. “Casada, lo conoció en una red”, dice la nota que –deduce- estaba en crisis, tanto que le pagó el pasaje y alquiló un departamento, acciones que su hija mayor conocía así que la palabra clandestina sobraría en el texto.
De la costumbre de asesinar mujeres porque se niegan a algo que él varón mandaba, de eso, poco o casi nada. Es preferible señalar en las notas que ella cedió a su propia ilusión, cayó en su propia trampa como dice el autor de la nota. La mujer como víctima indefensa garpa, en cambio como protagonista que toma decisiones parece que no.
La construcción del estereotipo está en marcha: mujer de cuarenta años en crisis se enamora tontamente de una ilusión creada por sí misma, aunque podamos imaginar que él algo habrá hecho para enamorarla. Solo queda claro que ella se inventó una trampa y cayó.
La denuncia de los femicidios cuyas cifras no decrecen queda subsumida en un relato casi romántico (más estereotipos: celos e infidelidad ) y poco inocente. Una vez más como Melina que iba a los boliches, como Romina que bailaba encima de los parlantes…ella se lo buscó. Una vez más la víctima es, para ciertos medios, responsable de su propia muerte. “No son las redes las que tienden trampas a las personas, son las personas las que se tienden trampas” dice Roa. Los varones que asesinan tienden trampas y usan las redes, son responsables plenos de sus acciones y gozan de la impunidad que les otorgan psicoanalistas que hablan del enigma de la mujer en medios masivos, leyes que la justicia patriarcal incumple y un periodismo al que le sigue faltando entender que los derechos de las mujeres son derechos humanos y están siendo vulnerados por el asesino y por el modo en el que estas noticias se difunden.
(*) Periodista y psicóloga.
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