Viernes, 10 de junio de 2016 | Hoy
PERFILES > VIRGINIA RAGGI
Por Sonia Tessa
“Le puedo asegurar que si la Raggi es electa, la Raggi decidirá.” La mirada de Virginia Raggi es flamígera pero no levanta la voz ante la demanda del periodista Corrado Formigli, que le pregunta si serán sus asesores los que tomarán las decisiones en caso de que ella sea electa alcaldesa de Roma –como todo parece indicar–, el próximo 19 de junio. La candidata más votada –sacó el 35,7 por ciento de los votos– el último domingo, es aspirante por el Movimiento 5 Estrellas (M5S), de Beppe Grillo. No pierde la calma cuando tiene que responder preguntas sexistas pero tampoco las deja pasar. “Voy a responder esta pregunta por enésima vez”, dice con paciencia cuando le sugieren -recuerda a algo- que será un títere si gana. Y si bien las políticas de equidad no son el fuerte de su campaña, cuando habla de feminicidios se refiere al “necesario cambio cultural” en la sociedad. Su triunfo se trepa sobre la ola antipolítica que recorre su país, y su liderazgo es parte de un movimiento al que muchos no terminan de sacarle la ficha. La lucha contra la corrupción es la principal consigna de una mujer que muchos relacionan con el Podemos español.
Virginia Raggi afirma en la página oficial que votó a la izquierda hasta 2011, pero la decepcionó y por eso ingresó al movimiento de Grillo. “Tienen miedo, nos temen”, repite esta mujer. Las encuestas le vaticinan un 55,4 por ciento de los votos frente al candidato de la centro izquierda, Roberto Giachetti, del Partido Democrático. Y los medios europeos la califican como la candidata –¡Qué asco!– “populista”. En la misma línea, Financial Times la califica como “una amenaza a la clase política italiana”.
En su campaña, Raggi denuncia a la Mafia Cappitale que lucraba con la asistencia a inmigrantes, pero sin caer en la tentación del discurso xenófobo. Asegura que Europa tiene la obligación de acoger a quienes escapan de las guerras en las que la misma Europa tiene responsabilidad.
Las reseñas de todos los diarios del mundo destacan que es joven, tiene 37 años, y es madre: su hijo tiene 6 años. Muchos destacan también que es bonita. Pocos recuerdan que es abogada especialista en derechos de autor, propiedad intelectual y nuevas tecnologías. Durante dos años integró el Ayuntamiento de Roma, hasta que el cuerpo en pleno renunció, junto al ex alcalde Ignazio Marino, también del Partido Democrático, por escándalos de corrupción.
Ella, en la página en la que pide aportes para financiar su campaña, recuerda que se interesó en la participación política luego de ser madre, cuando vio que era difícil pasear por su ciudad –que pasó de ser La Eterna, a la de los eternos problemas– con el cochecito, con coches estacionados en doble fila y los baches que ya son una marca registrada de Roma.
Es la primera mujer que compite por la Alcaidía de la capital italiana, aunque en la primera vuelta electoral, la derecha llevó como candidata a otra mujer, Giorgia Meloni, embarazada de ocho meses, que terminó muy cerca del candidato oficialista.
Cuando quieren apretarla por algo –y quieren– le preguntan por su paso como becaria en un despacho vinculado a un abogado, Cesare Previti, que fue ministro de Defensa e íntimo colaborador de Berlusconi, antes de ser condenado por sobornar a un juez. Ella recuerda que fue no ya su primer trabajo, sino una instancia de formación. Mientras estudiaba, trabajó de moza, y eso también la hace más asequible para los votantes, que se volcaron a su discurso con tono ecológico –es ferviente impulsora de las bicicletas– y algunas propuestas que provocan sorna como los pañales lavables, o la moneda paralela al euro.
No será fácil si el 20 de junio se levanta como la nueva alcaldesa. Roma tiene serios problemas de transporte y de recolección de residuos, una materia en la que está muy atrasada respecto de otras ciudades europeas. Y por eso establece prioridades: es la única que se pronunció en contra de postular a Roma para los Juegos Olímpicos de 2024, porque significa despilfarro y corrupción, una tentación demasiado grande para la ciudad que caracteriza como manejada por “las mafias”. Además de los entramados de poder económico y político –las principales empresas de servicios están investigadas por manejos turbios– Raggi también deberá enfrentar una deuda de 14.000 millones de euros. Muchos romanos le pondrán su voto porque la consideran una “gatta morta”, que parece inofensiva pero mostrará las uñas.
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