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Viernes, 30 de septiembre de 2016

EL MEGAFONO

LA EDUCACION SEXUAL INTEGRAL INCOMODA

 Por Melisa Faccioli y Sol Rodríguez (*)

Con la sanción de la Ley 26.150, en 2006, de Educación Sexual Integral (ESI) se abre una ventana y empiezan a entrar temas al aula. La ESI toma el legado feminista de “lo personal es político” para empezar a hablar en la escuela de cosas que ni se les ocurría nombrar a generaciones anteriores para ensanchar los límites del aula.

A diez años podemos preguntarnos: ¿de qué podemos hablar en la escuela? ¿qué de lo personal es político? Si en casa se espera que seas quien lave los platos mientras tu viejo no sabe ni dónde se guardan los tenedores, si tu mamá no se sienta a descansar en todo el día pero aun así dice que no trabaja, si te sentiste incómoda o avergonzada frente al trato de un adulto, si a tu hermano le explicaron lo de los preservativos pero a vos no, si tenes que fingir que te gusta el fútbol para que tus amigos no te jodan, si siempre te preguntaron para cuándo el novio y a vos los chicos no te gustan… La ESI significó que entiendas que ninguna de estas situaciones te pasan solamente a vos, que forma parte de algo más grande. Y que tenemos la posibilidad de transformarlo.

Cuando abrimos la ventana dejamos que entre también la Ley de Matrimonio Igualitario y las discusiones sobre qué es una familia, la Ley de Identidad de Género y la posibilidad de volver a pensar cómo se construyen nuestras identidades. Y, más recientemente, entró el #Ni una menos para discutir sobre las violencias y las raíces profundas que hacen a estas violencias posibles.

El aula nos quedaba cada vez más chica o quizás se hacía cada vez más grande.

Ser docentes obrerxs de la deconstrucción es un trabajo incómodo: nos interpela y genera resistencias. Desafía a su paso las bases de un orden, de un sistema de privilegios que algunas llamamos patriarcado. Los efectos de la ESI están a la vista y existe cierto consenso sobre la importancia de que en la escuela se aborden algunas cuestiones: la violencia de género, el abuso, los métodos de anticoncepción y prevención de infecciones de trasmisión sexual. Pero todavía quedan temas para desarmar: con el martillo y el cincel en mano nos preguntamos ¿qué resistencias se activan cuando planteamos desde la ESI el derecho al placer? ¿qué pasa cuando cuestionamos el uso sexista del lenguaje? ¿qué decir ante la negativa de una docente a llamar a un estudiante por su identidad autopercibida? ¿cómo borrar para siempre de todas las computadoras el encabezado de notitas que dice “Señores padres”?

Con políticas públicas que sostengan y profundicen este trabajo, no cedemos ni un centímetro de esta aula cada vez más amplia. Pensamos a la ESI como devenir, como proceso. Como el acto permanente de abrir la ventana y también la puerta y, de paso, derribar algunas paredes. Convencidas de que este espacio-derecho-ganado no se pierde.

(*) Melisa Faccioli es psicóloga y Sol Rodríguez es docente. Las dos trabajan en Santa Fe y se definen como obrerxs de la deconstrucción.

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