Viernes, 30 de septiembre de 2016 | Hoy
PERFILES > SUSANA GIMENEZ
Por Flor Monfort
¿Cada cuánto se renueva el stock de divas de un país como el nuestro, amante del sacrificio, exitista hasta el mareo, fan de la épica y baboso de las estrellas? Lo establecido pone a Susana, Moria y Mirtha en el podio de las elegidas, con su papiro de logros cada una de ellas, diversas pero parecidas y con Flor de la V pisándoles los talones en alguna época, pero nadie jamás las discutió ni puso en duda su estrellato. Todos los años se renueva el nivel de expectativa alrededor de sus apariciones, vueltas al teatro, giras en Mar del Plata, amores y cenicerazos, liftings, adquisiciones de casas, alardes y variaciones de sus posturas políticas, algunas muy útiles para alimentar la fama de galán de Menem (¿quién puede olvidarlo fascinado con el vientre serpenteante de Fairuz en el living de Mirtha?) o, mucho mas cerca en el tiempo, solidificar esa construcción insulsa pero nada inocente que es Maria Eugenia Vidal jugándola de mami buena en el sillón de Susana hace pocas semanas.
Y allí vamos, a la diva indiscutida, en su séptima década espléndida y estirada, vuelta a la tele en septiembre y a su cetro de reina de los teléfonos (aunque hace mucho que no llama a nadie para preguntarle donde está el premio, si en la SU, la SA o la NA, el que fuera el segmento mas auténtico de su show importado del de Rafaela Carrá). Máquina de disparar frases ella, frases hilvanadas al ritmo del rating, aceleradas pero perfectas para un festín de Eameo: “el que mata tiene que morir” sobre los malditos ladrones, “pero si estás flaquito” dicha a otra parole machine como Diego Armando en plena fase de recuperación de sus adiciones o “vivo” en relación a un dinosaurio, frente a los ojos absortos de una bien de verdad, Daisy de Chopitea. Ahora, la nueva, la que la confirma como luminaria obsoleta, se labró con esa velocidad de la lengua cuando le hace caso al cerebro sin discutir, porque Susana sabe de corrección política, a veces se atiene, pero el resto del tiempo coquetea con la impunidad del trío fantástico, si total nadie les viene peleando el trofeo. Entonces le dijo al conquistador serial Matías Alé, que mejor ser mujeriego que puto, y él, en lugar de indignarse, fingir sorpresa o, al menos, mostrarse mínimamente incómodo, se mató de risa falsa, sellando el skecth con un chim pum de descocados, como si estuvieran solos en el porche de la nueva casa de Su en Punta, esa que los paparazzis se inmolan por fotografiar.
Susana lo ignora pero su apoyo incondicional al gobierno de Macri, “gente honesta, que quiere lo mejor para el país”, como chupó la media de Mariu Vidal en aquel primer domingo de 2016 al aire, no es ingenuo, tiene el sello de una gestión que no lo dice pero casi: el que mata tiene que morir, sobre todo si es pobre, o en otra versión de estos genios de Cambiemos que inventaron el verbo “timbrear”, si protesta tiene que ser reprimido, porque si protesta es que no tiene buena onda y si no tiene buena “vibra” no aporta nada, quiere lo peor para el país, en definitiva, tiene que morir también pero antes, tiene que servir de extra subido al bondi de la alegría actuando de lo que mejor sabe, de pobre. Y si es mujeriego está bien, porque es varón, machote, pero tiene mirada clara, y la mirada clara (“yo soy rubia de alma” le gusta decir a la Legrand) es bueno, es sano, es, en definitiva, un buen tipo. Como Monzón, Cacho y el Diego y esa máxima sufrida del varón del tango, que melancoliza a la vieja y al barrio pero trata de puta a la mujer que lo ignora. ¿Pero puto? Puto es pecado.
Cuando Susana pedía pena de muerte para los asesinos de su amigo florista, Gustavo Lanzavecchia, en 2009, también dijo que no debían ser tenidos en cuenta los derechos humanos, mucho menos debía considerarse si “los delincuentes” eran menores de edad. Bueno, parece que sus deseos se empezaron a hacer realidad con este gobierno de papas en la boca. Veremos como responde la resistencia, Su, por lo pronto ya te están preparando un escrache.
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