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Viernes, 30 de abril de 2004

PERFILES

Las muchas caras de Isol

Menuda, con un aspecto tan formal que raya en la seriedad más absoluta, esta mujer de 32 es una artista polifacética y original que canta, dibuja y escribe con el mismo sereno talento. Su nombre es Isol y su trayectoria es tan silenciosa como sorprendente.

Por Sandra Chaher

Debe ser una de las artistas más multifacéticas, originales y prolíficas de su generación. Y también una de las menos conocidas. Isol –así, a secas–, cantante, dibujante y escritora, ejerce sus oficios con belleza y talento. Sus dibujos y relatos se venden en la Argentina publicados por editoriales extranjeras que hacen casi imposible acceder a ellos; y eligió ponerle la voz a Entre Ríos, un grupo de pop electrónico muy fino, muy de moda, muy bueno, pero que por su mismo género es escuchado por pocos.
Isol tiene 32 años y hace 11 que está en pareja con el dramaturgo y actor Rafael Spregelburd. No es que necesite ostentar el nombre de su copiloto de vida para hacerse un lugar, pero la referencia tiene sentido en su biografía: los continuos viajes que hizo acompañándolo a él para mostrar sus obras en festivales extranjeros le permitieron conocer mundo, gente, y de alguna manera fueron el germen de su presente.
Hija de padre escritor y pintor, y de madre cantante, Isol estudió Bellas Artes. “La pintura me gustaba, pero empezó a interesarme mucho más el comic, supongo que por la posibilidad de juntar la escritura con la plástica. Además, en la Argentina hay una tradición re grossa de comic: Breccia, la revista Fierro, gente muy jugada. Calculá que yo estudié en los ‘90, cuando se hicieron las primeras bienales de arte joven, y en la tercera gané el primer premio de comic. En el jurado estaba Nine, gente que yo respetaba.” Ahí empezó su carrera como ilustradora en prensa gráfica y como creativa publicitaria. Era el primer gobierno de Menem, se ganaba fácil la plata, Isol tenía apenas 20 años y no podía creer cómo podía vivir tan bien de lo que le gustaba. Esta suerte la sigue acompañando y es una de las explicaciones de lo prolífico de su obra: ya en ese entonces, paralelamente a sus trabajos “comerciales”, editó por su cuenta su primera historieta en serigrafía; 250 ejemplares que se vendieron para cubrir los costos, pero se vendieron. Y publicaba en Lápiz Japonés, esa revista mítica en la que se refugiaron los historietistas argentinos cuando parecía que la creatividad sin especulación lucrativa no tenía valor en el mercado.
Cuando, con el segundo gobierno de Menem, el trabajo empezó a decaer, y a pagarse mal, ¡oh!, Isol tuvo la buena fortuna de empezar a viajar acompañando a Rafael. Llevaba su carpetita, mostraba sus cosas, y palabra va, mail viene, empezaron a contratarla de editoriales extranjeras, lo cual, a partir del 2002, con el cambio del dólar, se transformó nuevamente en una increíble fuente de ingresos para lo que podría aspirar un dibujante en cualquier país.
Los trabajos que hace se llaman álbumes ilustrados: libros de tapa dura, principalmente para niños, pero también para adultos y que, en cierta forma, son más objetos que libros. En algunos, ella hace sólo las ilustraciones, y de otros es autora también de los textos. En ellos no faltan el sentido del humor y la mirada irónica hacia el mundo de los chicos, pero con la ingenuidad suficiente como para que ellos no se espanten. “Siempre tuve esta cosa entre medio ingenua y oscura que fui limpiando un poco para los libros infantiles. Odio lo ñoño. Me identifico, por ejemplo, con Tim Burton. En algunas editoriales les costó publicarme porque pensaban que los chicos se iban a asustar, pero después ves que eso no pasa. Y como yo no trabajo pensando en ellos, porque no tengo idea de lo que piensan sino que laburo desde mi propio niño, cuando les gusta es fantástico.”
En el 2003, a Isol estaba en Editorial Lumen de España conversando sobre un álbum para chicos que tenía dificultades en publicar y la editora le comenta: “Ah, pero, si te interesa, tenemos otro texto para ilustrar”, y saca El cuento de Navidad de Auggie Wren, de Paul Auster, en el que se basó la película Cigarros. No podía creerlo. En Buenos Aires juntó las cajas de cigarros holandeses de su papá y armó una escenografía de casas bajas en cuya fotografía se apoyó para hacer la tapa del libro. Tanto esa ilustración como las que acompañan cada página son bellísimas, con colores pastosos, claros y oscuros cargados que dan sensación de densidad, de un mundo bohemio, estilizadamente intelectual. A fines del 2003, la edición se vendía para Navidad en España, acá la publicó Editorial Sudamericana en una versión más sencilla, y Lumen ya firmó contrato para que salga en Estados Unidos y México. Auster quedó más que complacido. “Y yo estoy supercontenta. La edición española es un lujo, pero que haya salido acá me hace muy feliz porque es el primer trabajo mío que se puede comprar a un precio más o menos accesible.”
Ah, pero Isol, además, canta. Claro. Es que hacer un perfil de esta chica menuda, de aspecto formal, precisa y seria, no es fácil. Pero intentémoslo. Isol viene de una verdadera familia de artistas, de esas que se juntaban a cantar, grababan lo que hacían, recitaban. Y además tiene un hermano músico: Federico Zypce. Y como su mamá estaba en el Coro Haendel, ella, que desde chica estudia canto, se les unió, después los abandonó, se fue a ponerle voz a la música contemporánea de su hermano y así la conoció Sebastián Carreras, el autor de las letras de Entre Ríos.
Entre Ríos es un trío que completa Gabriel Lucena y que en este momento está a punto de entrar a estudio a grabar su próximo disco que tiene que estar listo para fines de mayo porque allí se irán a tocar a España, donde también se editan sus discos y tienen un público selecto, pero fiel. La música electrónica es un género cultivado por pocos y sin muchos fans. Pero en este ámbito reducido, Entre Ríos, fundado en el 2000, tiene un espacio destacado: algunos lo sitúan en la vanguardia del pop nacional y sus cuatro discos (Litoral, Temporal, Sal y Completo) recibieron las mejores críticas en la Argentina y en el exterior. Para Isol, la experiencia es opuesta –y complementaria– a la de la escritura y el dibujo: en estudio, y sobre todo en escena, pone el cuerpo, compone personajes. Sin embargo, como en todas las facetas de sus diferentes vocaciones, Isol busca la síntesis que la lleve a donde más quiere llegar: el contacto con el público, la interactuación. Cuando eligió el comic en vez de la pintura fue en parte porque la plástica y la poesía estaban allá arriba, en espacios estancos; el comic, en cambio, se mueve, viaja en colectivo, está en los quioscos. Sobre el escenario, Isol se transforma en una dulce dama de Oriente o en un hada fosforescente y traslúcida. Juega con su mínima altura, con las cadencias de la música, les pone color a los temas. Allí también lo importante es la llegada al público y para esto es fundamental la imagen. “En algún lugar, lo que hago sobre el escenario es también una ilustración.” Una sonrisa mínima, precisa y medida, cierra la frase.

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