TENDENCIAS
¡Reinas, a su trono!
Que las publicidades recrean mundos paralelos –al menos a este, en el que las mujeres tenemos dos y hasta tres agotadoras jornadas laborales– con gente feliz por las cosas lindas del hogar –y no de la vida– no es una novedad. Pero ahora resulta que nos quieran convencer de que ese universo reducido de cocinas limpias y medias zurcidas es un deseo femenino. ¡Andá!
Por Sonia Santoro
Una mujer lava los platos al ritmo de la canción de Palito Ortega: el nuevo detergente lo hace todo más divertido. Otra sonríe con la franela en una mano y el lustrador en la otra porque, por más que su bebé deje sus impresiones digitales en toda la casa, una sola pasada bastará. El bello Guillermo Andino quiere vivir seguro junto a su mujer modelo y su bello hijo y qué mejor para eso que asegurar todas sus posesiones, hasta la vida. Pareciera ser que la casa vuelve a ser ese lugar de ensueños donde se puede descansar del abrumador exterior –llámese jefes, discriminaciones, piquetes, secuestradores– y del que las mujeres jamás deberían haber salido. Lo dicen las publicidades y lo viene a corroborar una encuesta de la agencia global Euro RSCG Worldwide. La tendencia habla de un hogar donde no se conoce la palabra jefa de hogar, sobran los metros cuadrados, abunda el confort, la violencia es siempre del afuera y la pobreza sólo se ve a través de una pantalla plana high tech. ¡¿Será posible?!, decían las mamás entre el enojo y la incredulidad.
La encuesta online realizada entre estadounidenses y británicos dice que la mayoría de los encuestados se convirtieron en “personas caseras que sienten un gran placer en formar y mantener un hogar bonito (sic)”. Que los encuestados que se consideraron “amantes del hogar” fueron en su mayoría mujeres (68 por ciento en EE.UU. y 65 en Inglaterra) y que, además, el 70 por ciento de las encuestadas está de acuerdo con que “está bien para una mujer ser ama de casa y no cobrar por ese trabajo”. Por eso, anuncia la agencia, “las home divas emergen como un icono en la era posfeminista”.
“La gran diferencia hoy, comparada con el movimiento feminista anterior,
es que las mujeres que se quedan en sus hogares ven por lejos su elección como la mejor”, explica María Salzman, vicepresidenta ejecutiva de EURO RSCG Worldwide. Y asegura que ahora las mujeres miran actividades como cuidar chicos, enlatar conservas o tejer como “habilidades y hobbies altamente valiosos que las apartan del promedio de madres apuradas y fastidiosas”. En todo caso, lo terrible no es que algunas mujeres quieran estar en casa sino que se lo planteen como la única opción deseable porque está en su naturaleza. “Estas son las mujeres que el resto de nosotras envidia”, dice Salzman.
“Puede haber muchas mujeres para las que esto sea un deseo muy grande pero, en todo caso, puede ser para las que tienen la capacidad y la posibilidad de decidir, no creo que le pase a gente que no tiene espacio y en hogares donde se recrean la violencia y las carencias más absolutas”, opina María Alicia Gutiérrez, socióloga de la UBA. ¿A qué puede deberse tanta necesidad de instalar la vuelta al hogar como algo tan deseado por el sexo femenino? Puede ser ilustrativo enterarse de que en la Universidad de Los Andes de Chile existe desde 1993 una carrera llamada Administración y Servicio en la que se enseñan cuestiones fundamentales para la mujer, como cocina, lavandería, protocolo y otras artes de atender a los demás. La carrera está destinada exclusivamente a las mujeres porque, dice sudirectora, intenta potenciar las cualidades naturales del sexo femenino que sirven tanto para la casa como para la empresa, entre otras: su capacidad y sensibilidad para servir y su disposición para adaptarse a las necesidades del otro. Esta especie de escuela de amas de casa vip está dirigida a un grupo bastante reducido de muchachas, ya que cuesta más de 2.580.000 pesos chilenos por año (unos 4400 dólares). Y, otro dato interesante, que rescata la periodista María Olivia Monckeberg, autora del libro El imperio del Opus Dei en Chile, es que la carrera prepara a los puntales del rol de la mujer en la estructura jerárquica del Opus Dei: saber las cosas básicas y saber atender.
En este sentido, vale recordar que ya en los ‘80 Susan Faludi planteaba que el supuesto escape de las mujeres de las instituciones públicas para volver al hogar era una ficción inventada por los medios para favorecer la avanzada conservadora. La antropóloga feminista Mónica Tarducci explica que así como en la época de Ronald Reagan en EE.UU. se ponía coto a los derechos de las mujeres y se promovía su vuelta a la casa, el sucesor de Thatcher, John Major, tenía como bandera el lema “back to basic”, volver a lo básico, esto es, a la familia, el hogar, los hijos: “Así empezaba lo que fue la gran reestructuración del capital a nivel mundial. No es casual que ahora se promueva lo mismo cuando hay niveles altísimos de desocupación hasta en los países desarrollados”. Graciela Di Marco, socióloga de la Universidad Nacional de San Martín, ve en esta reacción conservadora –exacerbada en el miedo al espacio público a partir de los ataques terroristas– “un aparente componente más progresista: es una elección que incluye también hacer una tarea por gusto o por hobby, dando una imagen más aggiornada de la mujer tradicional”. Está claro que cocinar puede ser muy placentero pero es probable que no lo sea tanto si hay que hacerlo todos los días y ni hablar si los alimentos escasean.
Por otro lado, este espacio hedonista que recrearían las mujeres sólo pareciera estar permitido en cuestiones ligadas a los roles tradicionalmente femeninos. Una nota del diario La Nación (del 15 de noviembre), por ejemplo, hacía hincapié en la frivolidad de las mujeres independientes de treinta y pico y “adineradas”, ya que gastaban todo su sueldo en ropa, cremas o lo que se les dé la gana sin ningún dejo de culpa.
Y si de borrar culpas hablamos, hay que decir que los límites difusos de este retorno imbricarían a las mujeres en la trampa de la doble jornada pero sin salir de su casa. “Eso que muestran como tan bueno es la absoluta flexibilización del trabajo. Es una regulación de la vida privada muchísimo más complicada. Puede ser divertido para una persona joven que vive sola pero no para quien tiene hijos. El boom del placer es maravilloso pero tiene que ver con un reordenamiento y un control social muy fuerte. Todo el mundo metido adentro y acá no pasa nada. Y si encima lo ponés en la línea del deseo cierra justo. Son estrategias que van mucho más profundo y a largo plazo que simplemente desarticular sindicatos”, dice Gutiérrez. En la misma línea, Tarducci aclara que si “las relaciones laborales les permitieron a las mujeres salir al mundo público, ahora se trata de volver a los límites de lo privado, pero trabajando para el afuera, es decir, respondiendo también a las necesidades del capital”. Lo que por supuesto dispara algunas preguntas que Di Marco sintetiza en la siguiente: siendo que la domesticidad lleva consigo el riesgo de naturalizar las relaciones de poder, ¿qué pasaría con los derechos de las mujeres en ese ámbito casero reprivatizado?