TALK SHOW
La vida es un arabesco
Por Moira Soto
Muchos años antes de que Meg Ryan sobreactuara un ruidoso orgasmo en la mesa de un restorán para demostrarle a Billy Crystal cómo fingían las mujeres el placer sexual, Jane Birkin jadeaba y gemía con sospechoso realismo junto a Serge Gainsbourg en el tema “Je t’aime... moi non plus” (que después el compositor y cantante convirtió en algo parecido a un film en 1976). Previamente a esos ronroneos, Birkin (Londres, 1947) había sido modelo del fotógrafo David Bailey y se había casado todavía adolescente con el músico John Barry, con quien tuvo su primera hija, Kate (la segunda, Charlotte, la engendró con Serge Gainsbourg). A los 20, se hizo notar en Blow Up (1967) de Antonioni y Wonderwall (1968), delirio experimental de Jack MacGowran acerca de un entomólogo que espía a su vecinita con música electrónica de George Harrison.
En esas fechas, con sus dientitos separados y ese aire de lolita casi nada por delante, bastante por detrás, J. B. se desvestía sin complejos en la pantalla. Hasta que le hizo una zancadilla el feo-pero-atractivo Serge, ella cayó en sus brazos y se dejó sustraer del Swinging London. El se la llevó a París con ánimo de amarla y de convertirla en musa y galatea. Ella, que no era ninguna tabula rasa, se dejó hasta ahí. El compuso temas que hicieron juntos –Slogan (1968), Cannabis (1969)– y la llevó a comprarse pilchas a la maison Saint-Laurent, donde, él, pucho colgando y la barba de tres días, la ayudaba a elegir prendas que destacaran su famoso derrière.
Añares estuvo Jane con Serge y cuando él compuso a fines de los ‘60 “Je t’aime...” para Brigitte Bardot, la inglesa no pudo soportar la idea de que otra mujer cantara con su marido, y se ofreció como voluntaria. Con su acento y esa gracia aniñada que fue madurando con el tiempo, Jane Birkin conquistó al publico francés desde el canto y la actuación en películas que no siempre estuvieron a su altura, entre las que vale recordar Le mouton enragé, de Michelle Deville (vista durante 2004 por cable), Projection Privée, de François Leterier, La piscine, de Jacques Deray (no consiguió, como quería, el rol del hermano de Las hermanas Brontë, en el film de André Téchiné, de 1979). Pero es en los ‘80 que una Birkin en plenitud conmueve, bajo la conducción de su amiga, la genial cineasta Agnès Varda, en producciones como Kung Fu Master (o Le Petit Amour) y Jane B. par Agnès V., ambas de 1987. la primera, una ficción sobre un relato de la propia Birkin (mujer de 40 recién divorciada que se enamora de chico de 15 obsesionado por un videojuego), con Charlotte Gainsbourg y Mathieu Demy, el hijo de Varda y Jacques Demy; la segunda, un original documental que, según Alain Philippon en Cahiers du Cinéma (1988) “nos lleva a lo mejor del espíritu de la Nouvelle Vague, es una de esas raras películas que inventan con valentía su propia forma en vez de adaptarse a un molde estándar”.
Paralelamente a sus trabajos en el cine, Jane grabó treinta álbumes, la mayoría bajo el signo de Gainsbourg, aunque tomándose cada vez más libertades. En 1998 salió A la légère, con temas hechos a medida por diversos compositores franceses. Y en su último CD, Rendez-vous, se cita, como ella dice, “con artistas a los que amo o admiro, o ambas cosas” para entonar duetos. No sólo franceses: también están Paolo Conte, Caetano, Manu Chao. “El único que no aceptó fue Tom Waits, pero me dijeron que no debía tomármelo a mal”. Pero antes, Jane Birkin ofreció el disco Arabesque y el correspondiente show con el que estuvo en Argelia, Palestina e Israel y hasta diciembre pasado en Nueva York: “una inglesa haciendo canciones de un judío (Gainsbourg) con instrumentistas árabes”. Precisamente, un documental realizado por Delphine Bolleret, que sigue a la caravana Birkin, se proyecta hoy. Quince personas entre músicos, amigos,familiares, más dos perros, recalan en grandes ciudades (de Tokio a Madrid), en teatros o al aire libre, haciendo alto en alguna cárcel, en un clima de camaradería, humor y felicidad.
Jane Birkin, le voyage d’Arabesque, hoy a las 16.55 por TV5.