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Viernes, 11 de febrero de 2005

PERFILES

Cronista de otros sueños

Con sus sonidos de amores imperfectos, ausencias, sueños y sonrisas, Liuba María Hevia abrió en Buenos Aires una ventana por la que dejó entrar vientos de su Cuba natal para demostrar que, aunque aquí llegue tarde y poco, también de mujeres como ella se nutre la Nueva Trova. El asunto, dice, es que “Cuba es muy machista”.

 Por Laura Isola

De La Habana a San Telmo hay una gran distancia que, sin embargo, el público que estuvo en el concierto de Liuba María Hevia, cantautora cubana, supo acortar. Sus presentaciones en el Torquato Tasso (los miércoles 2 y 9 de febrero) contaron con la presencia de un fervoroso auditorio que escuchó la singular voz que Liuba pone al servicio de la Nueva Trova Cubana. Pero también se dejó transportar por sus letras que hablan de amores imperfectos, de ausencias, de sueños y de sonrisas, y que de un modo u otro hacen que la isla, escenario natural de la utopía, está siempre presente. Si la impronta de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés es ineludible cuando se la escucha a Liuba, ya sea por el modo de entonar y hacer sonar la guitarra, hay una zona que se reserva para ser ella misma: “Mi repertorio es muy amplio y soy una investigadora del folklore latinoamericano. Me gustan los tangos, los vallenatos, milongas y valses, sumados a los géneros propios del Caribe”. Grabó en 1995 una colección de habaneras, Habaneras en el tiempo, que abarca desde las obras compuestas en el siglo XIX hasta las más conocidas del XX.

Respetuosa y agradecida de sus antepasados musicales, los viejos trovadores tradicionales (Sindo Garay, Manuel Corona, Graciano Gómez, entre otros) y de sus renovadores, los de la Nueva Trova (Pablo y Silvio, Silvio y Pablo), Liuba elige para sus composiciones no tocar directamente el tema político. Y si en algunas de las letras de Rodríguez y Milanés el amor y la guerra (o la guerrilla) se entrelazan en un juego que los pone en el abismo o donde la palabra amar se transforma en palíndromo inconcluso de matar, Liuba María prefiere que sus temas sean los ecos de una intimidad y los sones despojados que van a la tierra, al Caribe, al campo, pero sin perfilarse vestigios de un lenguaje político. En cuanto se lo hace notar, ella asiente y explica: “Reconozco el concepto de continuidad que hay en una tierra de músicos. En Cuba hay músicos para tirar para arriba. Elijo ser cronista de otras cuestiones sociales y me identifico con la reflexión social que se ha hecho desde la Nueva Trova. Participé durante cuatro años (1987-1991) de una empresa artística de música, teatro y danza que viajaba a las bases militares en Angola, Etiopía y Nicaragua. Cuando estoy en La Habana, que es donde vivo, voy a los hospitales a cantar para los niños. Es una alegría poder hacerlo”. Y les canta a los niños canciones especialmente compuestas para ellos. Travesía mágica (2001) estáformado en su mayor parte por las composiciones de Ada Elba Pérez: “Ella fue una poetisa maravillosa. Murió muy joven, pero su obra es inmensa. También en ese disco hay canciones de María Elena Walsh, a quien admiro, de Cri Cri, el maestro mexicano, y de Teresita Fernández, que es la María Elena Walsh cubana”. Aunque disímiles entre sí, en Pérez y Cri Cri la impronta pedagógica es muy fuerte, los autores de canciones infantiles comparten una manera respetuosa e inteligente de dirigirse al público de los más pequeños, y eso es lo que reivindica Hevia, que fue durante un tiempo profesora de terapia musical y estrenaba sus canciones en los hospitales.

“En casa de trompo no bailes”, refranea Liuba cuando se le anima al tango en pleno corazón canyengue. “Voy a cantar unos tangos en Buenos Aires y meparece un sueño. Elijo mi repertorio con cuidado y me gusta trabajar en equipo. Empiezo con canciones mías y cuando ya el público entró en clima ubico estratégicamente unas versiones de los temas de Silvio y Pablo. Pero no hago un show entero con esas canciones. Porque no quiero y, sobre todo, porque no puedo.” Y en sus presentaciones porteñas, cumplió con lo prometido: un set extenso de sus propios temas, unos tangos que hablaron de un enamoramiento antiguo con esta ciudad y su música, un homenaje a María Elena Walsh y los clásicos de sus amigos y maestros, Silvio y Pablo, que estremecieron hasta las lágrimas a corazones nostálgicos y devotos de la isla y de su gente. Liuba, en todo caso, controló las emociones de su auditorio y fue cambiando el clima con la cintura de una experta: poemas insuflados y músicas lentas seguidos de unas ligeras guajiras, milongueras habaneras que prenunciaban un final a todo ritmo. Muy cubano, triste y alegre al mismo tiempo. De una sensualidad controlada y de buen ánimo, sin impostaciones, pero sabiendo que la carta en la manga estaba lista para usar.

Hacerse un lugar en la Nueva Trova no parece fácil. De hecho, Liuba María Hevia, con una trayectoria a cuestas, está empezando a ser conocida fuera de la isla. ¿Tierra de trovadores, pero no de trovadoras? “De trovadoras poco conocidas, porque por ser mujer hay que utilizar más fuerza para ocupar un lugar. Nadie habla de las trovadoras, ni de Sara González, ni de Miriam Ramos, ni de Teresita Fernández. Nos pasa que se sorprenden de que una canción sea buena y que sea de una mujer. Es que Cuba es muy machista.” Y es que Cuba es muy revolucionaria, también, y cuesta no hablar de política: “Siempre me preguntan algo de política y me resultaba raro que no llegue la pregunta aquí también. Creo que se cometen errores como en cualquier lado, pero lo importante es resolverlos a partir de nosotros, defender nuestros valores y nuestra independencia”.

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