Viernes, 26 de agosto de 2005 | Hoy
CINE
En el documental Sed, invasión gota a gota, Mausi Martínez –quien investigó y dirigió el largo– da cuenta de cómo será el mundo cuando el agua escasee o directamente falte. Apenas 20 años podrían separarnos de esa desesperación difícil de imaginar, pero que ya está golpeando las puertas argentinas: en este país se supone que hay reservas suficientes para abastecer al mundo durante 200 años más y están en el Acuífero Guaraní, muy cerca de la Triple Frontera.
Por Luciana Peker
Odisea 2025. Siete mil millones de personas conocen ese nudo en la garganta. Tragan saliva. Hasta que la propia lengua se convierte en desierto o sequía. Sed. Tienen sed. Casi el 80 por ciento de su cuerpo es de agua, como todos los cuerpos, como en todas las épocas. Pero ahora el agua no abunda, no sobra, no hay. El agua se convirtió en desierto. Y la sed, en un instinto tan natural como tragar saliva. El agua –como la sal, el oro o el petróleo– ya no es marea sino sorbo y se vuelve tan codiciada como para usurpar la que queda. El agua –la dulce– barre como un tsunami sobre la gente, los tratados, las fronteras. El mundo vuelve a reducirse a la ley del más fuerte. Y sólo los fuertes pueden abrir la garganta para calmar la sed, para desanudar la garganta. Para tomar agua.
Argentina 2005. El país tiene bajo su suelo, bajo su agua, más agua. Mucha. Junto con Brasil, Paraguay y Uruguay comparte el Acuífero Guaraní, el tercer reservorio de agua potable más importante del planeta. La capacidad y calidad de la potencialidad del agua argentina la están evaluando organismos internacionales. Mientras, nadie habla del agua y todos, del terrorismo; se acusa a la Triple Frontera –de Argentina, Paraguay y Brasil– de albergar terroristas. La acusación sería un trampolín para que en un futuro no tan lejano tropas –no tan inimaginables– ingresen a la Argentina con el objetivo declarado de combatir el terrorismo y el interés –no asumido– de apropiarse del agua.
Sed. Todo lo que usted acaba de leer no es mera coincidencia con una película futurista de ciencia ficción. Es la película que muchos ya se imaginan en la Argentina 2005 y, creen, nos pueden llevar a la Odisea 2025. Es la película documental que filmó la directora Mausi Martínez (producida por la cooperativa Kaos) realizada para denunciar, y estrenada –finalmente– en un circuito comercial el jueves 25 de agosto después de ganar la Mención de Honor por Derechos Humanos en el Festival Internacional de Mar del Plata 2005 y de ser declarada de interés por la Cámara de Diputados de la Nación. Sed, invasión gota a gota, se llama la película.
Una película que se presenta así: “El planeta Tierra está rodeado de agua. Sin embargo, en nuestro planeta uno de cada cinco habitantes no tiene agua potable. El 97,5 por ciento de agua disponible en el planeta es salada. El 2,5 por ciento del agua del planeta es dulce y está en proceso de pérdida. Pero en América del Sur, abarcando los cuatro países del Mercosur, duerme silencioso el Acuífero Guaraní: una reserva subterránea capaz de abastecer de agua pura a todo el planeta por los próximos 200 años. Un recurso que ha sido detectado por quienes ya han extinguido sus recursos acuíferos. En ese marco, de todos los escenarios posibles, los especialistas predicen dos estrategias: la instalación de bases militares estadounidenses en puntos estratégicos de recursos naturales, amparados en el reformateo mundial del concepto de lucha antiterrorista; o la privatización de las aguas y el servicio de potabilización impulsados por el Banco Mundial y los organismos internacionales de financiación. Desde el pantanal brasileño hasta la pampa argentina... desde la Triple Frontera, con el fantasma de la invasión terrorista, hasta la Casa Rosada. Una investigación siguiendo la ruta abierta por quienes vienen por el agua”.
No bombardeen Buenos Aires
“Las próximas guerras no van a ser por el petróleo, como Irak... las próximas guerras van a ser por el agua”, sostiene el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel.
Desde un perfil más mesurado, el director general de la Unesco, Koichiro Matsura, el 22 de marzo –Día Mundial del Agua– de este año también advirtió sobre los futuros enfrentamientos que va a traer la escasez de agua potable. “Jamás se insistirá lo bastante en que ‘el agua es vida’ ni en que la sociedad humana afronta una crisis del agua ante la que se impone actuar desde ahora mismo para evitar privaciones, sufrimientos y tal vez conflictos en el futuro”. La advertencia no es global sino que nos toca a la puerta. Argentina tendría en su territorio una gran mina de oro o un enorme pozo de petróleo: el agua. Se llama Acuífero Guaraní y podría llegar a abastecer de agua durante 200 años a casi toda la población mundial.
Es inimaginable pensarse sin agua (o sus derivados) para brindar o calmar la sed, para hundirse entre el calor asfixiante del verano o para desempolvarse la noche o amanecer el día bajo la sensación de escoba de una ducha. Claudia Sobrero, de 41 años y presa desde los 19, le contó a Marta Dillon, en el libro Vivir con virus, relatos de la vida cotidiana que la sequedad es la mayor distancia entre ella y la libertad. “Lo que más extraño es sumergirme, meter la cabeza en el agua”, soltó Claudia. Como uno puede soltar el cuerpo, liberarse del peso demoledor de uno más el aire, suspenderse sobre un colchón sin asperezas. Es inimaginable entender que esa agua parece destinada a faltar.
Ya en el año 2000 se advertía que el agua iba a ser la gran ausente durante el siglo XXI. En el documento “¿Hay suficiente agua?”, elaborado por la Unesco y la Organización Meteorológica Mundial, se subrayaba: “La disponibilidad de agua dulce es uno de los grandes problemas que se plantean hoy en el mundo y, en algunos aspectos, es el principal. Durante los próximos 50 años los problemas relacionados con la falta del agua o la contaminación de masas de agua afectarán prácticamente a todos los habitantes del planeta”.
En realidad no es que el mundo se vaya a convertir en una multiplicidad de arena sin oasis, sino que el 97,5 por ciento del agua es salada, el 2,5 por ciento del agua dulce está congelada y apenas el 0,26 por ciento del agua dulce es accesible para el consumo, según datos de Unesco. Mientras que el actual consumo de agua es desaforado y desequilibrado –porque en Estados Unidos el consumo medio de la población es de 600 litros diarios y en los países del sur, de 20 litros, según estimaciones del Primer Foro Alternativo del Agua– se calcula que en el 2025 entre 3500 y 7000 millones de personas (en una población proyectada de 8 mil millones de habitantes) sufrirán la falta de agua.
En este contexto, apenas en 15 años la posesión de agua va a ser más valiosa que el trigo, la carne, la leche, la soja y hasta que el petróleo o el gas. La Argentina pareciera estar en el mapamundi de los afortunados países con más recursos de agua potable, aunque hasta ahora no se conoce exactamente si esa predicción es cierta y, si es cierta, con cuánta agua dulce estamos contando. Aunque, a veces, ser afortunados en recursos no quiere decir que podamos aprovechar esa fortuna. Pero, si esa bendición dulce existe, está en el Acuífero Guaraní.
“Los estudios realizados hasta hoy sostienen que el Sistema Acuífero Guaraní (SAG) tiene una superficie aproximada de 1.194.000 kilómetros cuadrados de los cuales 839.000 corresponden a Brasil (10 por ciento de su territorio), 226.000 a Argentina (6 por ciento), 71.700 a Paraguay (18 por ciento) y 59.000 a Uruguay (25 por ciento). En Argentina, sus aguas corren por debajo de las provincias de Misiones, Formosa, Chaco, Santa Fe, Corrientes y Entre Ríos. La extensión del SAG es similar a la de los territorios de España, Portugal y Francia juntos. Su volumen se estima en unos 55.000 kilómetros cúbicos de agua potable y su nivel de recarga anual es de entre 160 y 250 kilómetros cúbicos”, explican los periodistas Maximiliano Martínez y Martín Latorraca en la nota “La sed de apropiarse del agua”, de Le Monde Diplomatique, de agosto del 2005.
“El Acuífero Guaraní tiene estimativamente un volumen de agua almacenada de 40.000 kilómetros cúbicos, es como si una cisterna de agua tuviera como base el equivalente en su superficie a la Capital Federal. Por eso, se calcula, que podría darle agua a 6000 millones de habitantes durante 200 años, a un ritmo de 100 litros por día”, gráfica Miguel Auge, doctor en geología y profesor de hidrogeología de la UBA.
En 1994, Auge junto a otros investigadores de la UBA, de la Universidad del Litoral y de facultades de Brasil y Uruguay, comenzaron a pedir fondos para investigar un dilema que la Argentina todavía no conoce: ¿cuál es exactamente la capacidad de agua potable del Acuífero Guaraní? “Necesitábamos seis millones de dólares (un millón y medio por país), pero los gobiernos no nos dieron los fondos y en el 2000 apareció el Banco Mundial con 27 millones de dólares. Ahí nos dieron una patada y nos dejaron de lado. Ahora ellos se van a quedar con la información y hacen lo que quieren”, critica.
En noviembre del 2001 comenzó el proyecto financiado por el Banco Mundial con la participación de universidades públicas y privadas y otros organismos. Leticia Rodríguez, directora del programa Desarrollo Metodológico para la evaluación de la recarga y la vulnerabilidad del Sistema Acuífero Guaraní en Argentina y Uruguay, desmiente que la riqueza en agua de Argentina sea tan alta. “Se ha difundido que este acuífero constituye una reserva de agua dulce de excelente calidad capaz de abastecer a la población mundial. Estas cifras están siendo desmitificadas por el avance de las investigaciones en curso y la información que en ellas se genera. En Argentina se han encontrado aguas con buena calidad en algunas perforaciones, en cambio otros sectores del mismo acuífero contienen aguas con altos contenidos de sales”, le dijo a Le Monde Diplomatique. El geólogo Auge refuta el fin del sueño del Acuífero Guaraní. “De cualquier manera, aunque nos hayamos equivocado mucho, el Acuífero Guaraní tiene un enorme valor en el siglo del agua, en donde los pueblos que tengan agua se van a desarrollar y los que no van a quedar subordinados”.
Con las patas en el agua
“El conocimiento es poder –remarca Mausi Martínez–. Nosotros tenemos grandes problemas económicos y de repente aparece el Banco Mundial con plata para trabajar en un proyecto hídrico, pero piden ciertas modificaciones en las leyes a favor de inversiones privadas y de privatizaciones. Es mentira que nos donen dinero desinteresadamente. Es muy difícil meterse con ellos y suponer que eso no va a generar futuras presiones.”
–Hay investigadores que dicen “paren, a lo mejor el potencial del Acuífero Guaraní no es tan maravilloso como ustedes dicen”.
–Esas son pavadas. De una manera o de otra, ese recurso sirve. Hay zonas donde el agua es dulce y, si no lo es, por la potencia que tiene (sale como un chorro de soda) se puede usar como energía.
–La acusación es que se exagera el valor del acuífero y, por lo tanto, también el peligro de que puedan venir a usurparlo.
–Como dice el maestro Charly García: “Si no estás paranoico es porque estás desinformado”. Yo vengo de Paraguay y ahí ya están las tropas norteamericanas con inmunidad diplomática. Los funcionarios dicen que los militares vienen a hacer tareas sociales, como combatir el dengue. ¿Por qué? ¿Qué saben los norteamericanos más que nosotros del dengue? ¿Qué va a hacer un yanqui armado? ¿Les va a tirar un tiro a los mosquitos? ¿Ellos están dispuestos a que los soldados argentinos los ayuden a combatir las hamburguesas que les provocan una epidemia como la obesidad? Es una locura. No creo que los ejercicios militares estén destinados exclusivamente a saquearnos el agua, nunca las cosas son tan directas ni tan obvias. Pero sí creo que es una manera de tener controlada la región.
“Yo soy una mujer con las patas en el agua”, moja el territorio sobre el que acaba de filmar Mausi Martínez, Sed, invasión gota a gota, una película a la que ideó, dirigió, investigó, escribió el guión, preguntó, hizo cámara y también le puso la voz en off de los relatos. Tal vez, es porque concibe al cine desde distintos lugares. De hecho, tiene 41 años y hasta ahora su carrera siempre fue como actriz. Salvo, en la realización del telefilm Puig, 95% de humedad. Nada extraño en una mujer para la que la infancia es un recuerdo mojado de Formosa. Pero que, sin embargo, escuchó hablar del agua argentina en Europa: “Hace dos años estábamos en España coproduciendo un largo de Luis Barone, basado en un texto de ficción de Juan Sasturain, de un superhéroe que se enfrenta en un futuro al poder hegemónico que controla el agua. Entonces los españoles nos dicen ‘pero esto ya les está pasando a ustedes con el Acuífero Guaraní’. ¿Qué? Nosotros ni sabíamos”, confiesa Mausi.
–¿Qué es para vos el agua?
–Toda la vida resultó el lugar más natural donde me moví. Nosotros éramos chicos, a los 13, y hacíamos competencia desde el puerto hasta Paraguay nadando 10 kilómetros con pirañas y todo. Nuestra vida de juegos fue en el agua siempre. Me acuerdo de Formosa inundada por unas lluvias tremendas que ya no existen más, de tener 7 años, levantarme y que el agua me llegue hasta la rodilla y largarme a llorar porque no sabía qué pasaba. Mi papá nos venía a levantar, nos ponía en la mesa de la cocina y esperábamos ahí hasta que bajara el agua.
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