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Viernes, 26 de agosto de 2005

INUTILíSIMO › INUTILISIMO

De paseo con mucho donaire

El edificante libro Resumen de urbanidad para las niñas, de Pilar Pascual de San Juan (Imprenta Elzeveriana, Barcelona, 1927), adquiere renovada, imprescindible vigencia en estas horas descorteses que nos ha tocado vivir, cada vez más lejos de esos buenos modales que, como dice este manual, “deberían ser practicados incluso por la gente de humilde cuna”. Desde luego, damitas (y damas), al tratar de “ser naturales, afables y oportunas, deben evitar la cortedad, la exageración y la afectación”. Dice doña Pilar que la persona maleducada es como “un diamante en bruto, una madera sin ser pulimentada o un caballo indómito, puesto que sus buenas cualidades, si las tiene, quedan ocultas bajo la áspera corteza de su grosería”.

Aunque el libro consultado en la oportunidad está referido a la educación de jóvenes señoritas, bien podemos aplicar sus sabias enseñanzas a toda edad (y condición, según quedó democráticamente aclarado). Veamos, por ejemplo, el capítulo sobre paseos y viajes, actividades que todas llevamos a cabo con cierta frecuencia. Como era de esperar, la autora recomienda dar algunas caminatas durante la semana, “que contribuirán a dar fuerza y vigor a los músculos y nervios de las extremidades inferiores, a la vez que proporcionan distracción y esparcimiento al ánimo”. Pero tampoco es cuestión de caminar por caminar en cualquier sitio, lo cual sería el equivalente –horror– de vagabundear: conviene escoger los lugares que son centro de reunión de gente de buen tono, donde se da cita la elegancia, a los que se debe ir correctamente higienizadas y ataviadas, sin descuidar ningún detalle del arreglo. La señorita (o señora) “andará con paso natural, ni muy largo ni demasiado corto, llevará el cuerpo derecho pero no tieso, y procurará darles, sin remilgos, gracia y soltura a sus movimientos. No hablará alto ni reirá a carcajadas, devolverá el saludo a los conocidos y, si son personas de respeto, los saludará primero”.

Contrariamente a lo que se suele dar por sentado, si la señorita (o señora) camina junto a un caballero, a ella le toca la derecha (y no el lado de la pared, a menos que coincida). Pero “si marchan dos señoritas (o señoras) juntas pueden colocarse indistintamente”. A la señora de más edad, si no hay un señor cerca, se le ofrece el brazo y, si hace falta, se la guarda del sol con la sombrilla, o de la lluvia con el paraguas.

Si una dama (o damita) sube al tranvía estando todos los asientos ocupados y un caballero se levanta para cederle el suyo, “ella lo aceptará dándole amablemente las gracias”. Y no olvidando, en una situación tan excepcional en la actualidad, de elevar una plegaria al cielo por la felicidad de varón tan caballeroso, a quien sin duda el Señor ha de premiar en esta vida, y también en la otra.

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