Viernes, 12 de mayo de 2006 | Hoy
ARTE
Pocos días antes de que empiece Arteba –La feria de galerías de Buenos Aires– se puede pispear en qué andan las y los artistas, sus representantes y los precios de las obras en un catálogo exhaustivo de las tendencias del momento, al menos en lo referido al mercado. Mirar no cuesta nada.
Por Victoria Lescano
Se acerca una nueva edición de la feria de arte de Buenos Aires, y antes de pasear por ese gran compilado de la escena local, es oportuno aproximarse a las últimas tendencias y modas de la escena internacional que ofrecen las seiscientas y lujosas páginas de Art Now - volumen 2, publicado recientemente en español por la editorial Taschen. Emparentado en formatos con Fashion Now y Architecture Now (otros clásicos de ese sello alemán), el libro-catálogo reúne una selecta puesta en página de imágenes de obras, acotadas bios y conceptos de 136 artistas, además de un direccionario con precisiones sobre los galeristas que los representan y los precios mínimos y máximos de sus obras.
La abundancia de cuadros figurativos que resultan de cruces de fotografía y campañas de moda parecen ser el último grito del arte: está presente en las pinturas de John Currin que irrumpieron a fines de los ’80, ya con perversas representaciones que admiten parodias del banquete de Día de Acción de Gracias, trazos exhaustivos de abrigos de piel, las gafas de sol o el vestido chemisier que llevan los personajes, y también en los retratos femeninos bocetados por el alemán Martín Eder, cuyas señas particulares son mujeres de grandes ojos semivestidas y posando junto a gatos de angora, caniches y conejos. Otra cultora del género es Elizabeth Peyton, cuya iconografía remite a la directora de cine Sofía Coppola con un viso verde o su amigo, el diseñador Marc Jacobs, retratado con un yeso en la mano. Mientras que el americano Richard Phillips aporta matices al género con pinturas eróticas que resultan de imágenes rescatadas de revistas femeninas de los ’70, Richard Prince cruza fotografías y pinturas inspirándose en mujeres de fanzines baratos y divas de burlesque.
Otros acercamientos a la moda, pero con rasgos críticos a la sociedad de consumo son representados por las pequeñas esculturas y maquetas de Tom Sachs, quien en 1998 llamó la atención entre los críticos de arte y los directivos de las empresas de moda más chic cuando creó la Guillotina Chanel (una construcción en miniatura que recreaba el logo de la firma francesa) y en 1999 ideó una obra polémica llamada Prada Death Camp, que la diseñadora italiana no sólo compró: también lo invitó a mostrar sus críticas en la Fundación Prada. “La fuerza de usar marcas –de moda en mi caso– y mezclarlas con una iconografía violenta reside en juntar dos cosas para formar una tercera”, argumenta Sachs, cuyas obras más recientes admiten maquetas del pabellón Le Corbusier junto a pistas en miniatura para autos de carrera.
También se puede encontrar la serie de fotografías con tótems de zapatillas Nike y su logo subvertido firmadas por José Antonio o Hernández Diez, un artista venezolano radicado en España que denuncia cómo la multinacional del calzado recurre a la mano de obra barata de talleres del tercer mundo. El artista –cuya obra se vio en Buenos Aires en el centro Cultural de España– también rescata series de remeras con etiquetas y manuales de instrucción de cuidados.
Las novedades de arte japonés remiten a Yoshitomo Nara, el artista que trabaja y vive en Tokio y cuyo fetiche son los dibujos de mujercitas con flequillos muy estilizados, de ojos gigantes. Nara y sus criaturas de estilo cute perverso tienen una doble página donde sus variaciones sobre la maldad del mundo infantil se reproducen en cientos de siluetas –pegadas de modo casero con cinta scotch– con flequillo bocetadas sobre papel. “No, ellos no lo hicieron”, fue el título de una muestra de 1999, que escudaba a sus personajes que suelen quemar colas de perros o fumar tabaco. Y remiten también a su compatriota Takashi Murakami, uno de los grandes creadores de merchandising de arte (tiene una fábrica cerca de Tokio y talleres tanto en Brooklyn como en París) que supervisa la producción masiva de remeras, juguetes y alfombras con las estampas y los cuerpos de mascotas delirantes de su autoría, tales como Mr. Dob, un primo hermano de Mickey Mouse con expresión de alimentarse en base a ácidos. El autor de esas figuras argumenta: “La brecha entre altas y bajas culturas casi ha desaparecido, literalmente hablando; ha emergido una cultura superplana”.
Mariko Mori, una artista de culto entre seguidores del pop japonés, ex modelo y diseñadora, construyó un estilo con sus autorretratos futuristas ambientados en casas de té o templos budistas. Su obra más reciente consistió en una nave espacial interactiva que aterrizó primero en Austria y luego en la Avenida Madison para invitar a los terrícolas a conectarse a electrodos para que sus ondas cerebrales fueran analizadas en pantallas y en secuencias de tonos rosados. A la nueva camada la representa Motohiko Odani, quien cautivó a la crítica desde el Pabellón de Japón de la última Bienal de Venecia con proyecciones de mujeres ataviadas con vestidos naïf y peinados en dos colitas posando en decorados naturalistas. El candor, sin embargo, se interrumpía cuando de sus bocas asomaban lenguas dignas de reptiles, una operación similar a la de figuras muy femeninas envueltas en pieles y tacos aguja que exhibían cabezas de lobo.
Citas cinéfilas y nostalgia en technicolor están presentes en la obra de Yang Fudong, la sociedad china y sus cambios consumistas, los protagonistas de videos lujosamente ataviados, tan vacíos como insatisfechos.
La tendencia por las citas históricas y las denuncias sociales tiene como exponente al inglés Jeremy Deller, quien en 2004 obtuvo el codiciado premio Turner por una instalación que reprodujo acontecimientos vinculados con una huelga minera en Orgrave ocurrida en 1984. En la reconstrucción histórica recurrió a estibadores, veteranos de guerra y personal de la policía montada, así como en 1997, en un homenaje e investigación sobre música electrónica llamada Acid Brass, reclutó a una banda de instrumentos de viento. Las coordenadas historicistas se extienden además a la artista visual y directora de teatro Catherine Sullivan, cuyas instalaciones recrean la toma por rebeldes chechenos de un teatro donde se representaba el musical ruso Nord Ost.
Las apariciones del arts and crafts llegan mediante los bordados y las citas cinéfilas, preferentemente de la obra de Passolini, que hacen de marca de fábrica a las creaciones de Francesco Vezzoli. Ese creador suele tapizar el mismo modelo de sillas (las Mackintosh) que aparecen en escenas de Saló y las tapiza con estampas con el rostro de Catherine Deneuve luciendo maquillajes bordados. Y en una línea más naïf y colorida, continúan en los collages de flores y tropicalia pintados por la brasileña Beatriz Milhazes, que recuerdan los prints de las telas de batones llamadas chita e ilustran la portada de Art Now 2.
Del artista argentino Jorge Macchi, representado en Buenos Aires por Ruth Benzacar, se reseña su reciente Buenos Aires Tour 2003, un recorrido que se valió de líneas de fractura de un vidrio aplicado sobre el mapa de la ciudad o los collages de periódicos de su serie Música Incidental.
La categoría avant garde locales remite a Rirkrit Tiravanija, un artista nacido en la Argentina pero radicado en Nueva York, quien en la búsqueda de derribar límites entre el arte y lo cotidiano, convirtió salas de galerías en facsímiles de su propia cocina o simuló supermercados en un museo suizo.
La categoría Mujeres Irreverentes incluye a la norteamericana Cindy Sherman, célebre por sus representaciones de la violencia y la sexualidad.
Art Now 2 documenta sus obras más recientes, en las que Sherman pone foco en su propia figura, ahora vestida con una vasta colección de trajes de payaso y los happenings de moda de la italiana Vanesa Beecroft. Suelen codificarse con la sigla VB acompañada de algún número y consisten en grandes formaciones de mujeres semidesnudas y estáticas que en la última década coparon las salas de numerosos museos de arte contemporáneo. Así como en sus primeras producciones de moda vistió a las modelos con piezas vintage de su propio placard, llegó a tener los aportes de bikinis firmadas por Gucci. Esas puestas obsesivas de maniquíes vivas con el mismo modelo de pelucas o zapatos stiletto, admiten simulacros de banquetes con comidas en gamas de rojo y ellas simplemente ataviadas con un volado en el cuello o los pies.
A modo de cierre de este catálogo sobre el quién es quién en el arte actual, el artista alemán Erwin Wurm, considerado un conceptual del absurdo, compara sus acciones con el gesto de doblar un suéter. Sus señas particulares son las variaciones sobre esculturas e ironías sobre el cuerpo: en el corto Fabio vistiéndose filmó a un joven cubriéndose de pies a cabeza, o la obra Talle Large a Extralarge rió acerca de los planes de dietas que invitan a modificar la apariencia en una semana.
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