Viernes, 12 de mayo de 2006 | Hoy
CLASIFICADOS
Por Roxana Sandá
Entérese, caballero: cada vez menos damas eligen la compañía masculina (o la compañía, a secas) para endulzar los sabores de la soledad en sociedad. Ninguna con ganas de andar haciendo de sus inviernos un verano, ni de quitarse arrugas a fuerza de maquillajes (porque de cremas, ni hablar: la última novedad del mercado, que promete una apariencia de 30 a señoras de 40, cuesta unos cien pesitos) para que cincuentones, sesentones o los tones que correspondan las lleven a tomar cafés a barcitos cool de Palermo, a solazarse en tertulias porteñas de calle Corrientes o en tediosas caminatas de domingo en Recoleta. Por un demonio, a otro perro con esas pulgas, que a ellas la dicha las está moviendo en una frecuencia más energizante. “Cada vez son más las personas mayores que viven solas, y no porque sus hijos las abandonen o porque no tengan con quién compartir su vivienda: viven solas porque así lo prefieren”, destapa la directora de la Maestría de Gestión de Servicios de Gerontología del Instituto Universitario Isalud, Silvia Gascón. “Una de las razones que pueden explicar esta conducta es el pasaje de la familia extensa en la cual vivían varias generaciones en una misma casa, a hogares unigeneracionales. Pero también inciden los cambios en los estilos de vida, sobre todo en el caso de las mujeres que hoy llegan a los 65 años, han desarrollado una vida laboral activa y han gozado de una autonomía que no están resignadas a perder. Y también es cierto que las de más de 70 años, comienzan a conocer los beneficios de la autonomía recién a la hora que sus hijos emigran o que deben enfrentar la pérdida de su pareja.”
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