Viernes, 7 de julio de 2006 | Hoy
MUSICA
Se rebautizó Princesa Vale, giró 10 años por el under y vivió más que para contarlo, para cantarlo. De sus coqueteos con el reggae, el dance hall y tantas influencias como encuentre en el universo y alrededores, resultó Algo para decir, un disco de electro-pop bailable y comercial que rankea entre los sonidos más interesantes del año. Aquí, el mundo de su pequeña majestad.
Por Santiago Rial Ungaro
La realeza del siglo XXI será femenina... o no será nada. Si no... ¿cómo se explica que uno de los mejores discos que salieron este año sea el de Princesa? Se trata de un disco de pop electrónico, comercial, bailable y pegadizo. Y sin embargo, basta escuchar lo que generan los temas de Princesa (sean los del disco o sus remixes) cuando suenan en la pista para comprender que la chica tiene algo, y algo para decir. Esta Princesa vale: “Si te vas está bien, si te quedas está bien, sabes tú lo que tienes que hacer”, dice esta Princesa Vale (aka Ana Valeria Goberna) cuya mezcla de dancehall, raggamuffin, hip hop y teen-pop no le teme a la idea de ser un “producto comercial”. Al lado de Princesa, Guillermo Canale, su productor, está chocho de la vida. La conoce desde hace unos 10 años, de la época en la que ella vivía en Llavallol, en una mansión tomada por unos amigos okupas. Su futuro productor estaba pasando dancehall y raggamuffin y vio que había una chica que bailaba de manera especial, “muy centrada, se notaba que sentía la música”. Diez años después, Dj y bailarina se convirtieron en productor y cantante. “Si, bailo recontra bien”, dice Vale y estalla en una sonora carcajada que permite percibir su confianza en su swing natural y ese buen sentido del humor que hace que haya gente que sea más liviana.
Claro que para seguir siendo liviana después de pasar 10 años en el underground hay que tener un cierta armonía interior, y eso es lo que hace que Princesa, primera artista de Bomboclap Records, pueda titular su disco Algo para decir sin que suene pretencioso, ni resentido, ni tonto. En definitiva, ¿quién le quita a una Princesa lo bailado? Es que Princesa encuentra el espíritu en la danza: “Desde chiquita que me la paso haciendo lo mismo: pongo un disco y me pongo a bailar y a cantar frente al espejo. Siempre bailé: en la pista, en la tarima, en mi casa o ahora en el escenario. Pero siempre era la más sacada, esa que cuando se termina la fiesta sigue bailando y quiere ir a algún lado a seguir bailando. Me acuerdo de que le decía a mi mamá: ‘Ahora vengo, voy a hacer las compras’. Y me iba el miércoles y recién volvía el domingo. Y mi mamá: ‘¡¡Uy, me lo hiciste otra vez!!’. Me acuerdo de ir a Morocco, El Dorado, El Caribe, Ave Porco, El Cairo, pero también me acuerdo de ir a bailar a Laferrère. Ya de más grande, en una época trabajaba de bailar en las vidrieras de Club Caniche”.
Consecuente con la experiencia bailada, en estos 12 tracks Princesa propone algo simple y efectivo a la vez. Así se la escucha anunciar “Bailaremos en el medio de la calle”, y aclarar “No tengo miedo de bailar sola”, o incluso arengar a algún chico tímido lleno de style. Quizá porque ella misma se entregó a estas canciones y está ahí, en esos ritmos y esas melodías, esta Princesa confía en que la música puede liberar: “Ahora me doy cuenta de que las músicos que más me gustaron fueron siempre de música afro: sea reggae o Michael Jackson, que fue el primer casete que escuché: ¡lo pedía los 5 años! De nombres no conozco nada”, dice y hay que esperarun rato para que se acuerde de Technotronic, Milli Vanilli, Paul Abdul o Soul II Soul. Cuando termina la enumeración, Princesa se muere de risa, porque sabe que está hablando del pop más comercial de los ‘80, la música considerada como la más berreta de una época por demás berreta. Pero ya por entonces, lo que le gustaba era el pop más negro, no el tecno europeo, ni las bandas de la época, sino la música orientada a los pies, a la danza. “Hasta el día de hoy escucho a Madonna y la sigo considerando como una maestra.”
En realidad, decir que Princesa pasó 10 años en el under es cometer una omisión importante: del 2003 al 2005, Princesa estuvo cantando, a la par, con otra cantante que sabe conjugar brillo, swing y actitud: “La conocí cuando estaba estudiando percusión africana. En realidad siempre toqué percusión, porque mis papás son uruguayos y yo de ahí mamé el candombe y todo eso. Mi abuelo tocaba el tambor y si no tenía, agarraba un tacho y te hacía sonar los 3 tambores del candombe en un tacho. En todas las fotos que tengo de chica aparezco bailando, y sé que es por ellos. Y como me dijeron que había un centro cultural, que se llama La Escuela de la Pampa, que era gratuito, fui. Y me re copé con el canto africano y ahí quedé como solista. Así la conocí a Ali”. Ali es Alika, con la que Princesa grabó Sin intermediarios, un disco excelente que tiene bastante en común con lo que hace Princesa ahora (Princesa de hecho canta ahí), pero con importantes diferencias: “Me dijo si quería cantar con ella, ya tenía sus canciones. Era como una amistad pero desde lo musical, nos juntamos para hacer eso”. Siendo entonces una relación esencialmente musical, el vuelco de Alika hacia el reggae (que se hizo evidente en el último disco Meditación, acción, razón, en el que Princesa canta sola dos temas) fue determinante: cada una debía seguir su propio camino. Sin intermediarios era un disco que tenía muchos estilos: empezaba con cantos portugueses, tenía hip hop, dancehall; pero cuando Alika decidió transformar todos esos temas al reggae, me di cuenta de que tenía que hacer mi propia música. El reggae me gusta, pero no me ceba. Y como a mí me gusta bailar tanto... Y ojo que el baterista de Alika es el más capo, pero tiene que ver con lo que a mí me gusta. Cuando empecé a hacer mi disco, me aboqué a eso”. Con Alika, ella viajó por Córdoba, Entre Ríos, Tucumán, México y Panamá, en una experiencia que le da también a su propuesta ese toque latinoamericano que le abre muchas posibilidades en el exterior.
Pero, además de razones musicales, basta con escucharla, en broma, hablar de Jaime Selassie para entender que su visión del rastafarismo es bastante crítica: “Qué sé yo, a mí me parece como un culto que se inventó en algún momento que representa a un tipo de gente. Y bueh, el que se sienta afín a ese culto... A mí no me molestaba, pero si escuchás los discos no era yo la que cantaba eso. Pero con el tiempo sentí que otras cosas no eran aceptadas en ese ambiente; para mí está bien que aquel diga Haile Selassie, aquel Jesús y aquel Buda, a mí eso me parece bien porque cada uno elige lo que más le gusta. Pero si yo estoy en un lugar y del otro lado veo que algo que yo pienso no es aceptado... Por eso me fui del ambiente reggae, porque en un punto estaba representando algo que no tenía mucho que ver conmigo”.
Quizás a eso apunte una canción como “Aquí princesa”, en la que se la escucha cantar: “Estoy cansada de que me digan cuál es tu religión”. “La gente te pregunta qué religión tenés de la misma manera que te preguntan de qué cuadro sos. Ahora, si no tenés ninguna religión, no te gusta comer nada especial, y no sos de River, ¿dónde te encasillan? No pueden. Y te dicen: ‘Ah, entonces vos no sos espiritual’. Esa mano ‘yo estoy en un camino espiritual, no como más asado, me tiene harta’”. Pero basta escuchar el disco o leer las notas escritas por Princesa para comprender que, más que hartazgo, lo que transmite esta chica es esperanza, vitalidad y espontaneidad. De hecho, el texto (que empieza diciendo que uno está aquí para completar su evolución y termina afirmando que el conocimiento del propio ser acaba con el sufrimiento de la humanidad, con lo que comienza una nueva era de creatividad espiritual) que ella misma escribió transmite esa sensación de que la bendición de esta Princesa es accesible, bailable y... ¿new age?
“El texto se me ocurrió porque estaba la posibilidad de hacer esta edición solamente así (muestra la tapa y la contratapa del disco). Y como quedaba este espacio, aproveché e hice este texto. Tengo todo el universo dentro mío. Tengo de todo. Aunque me guste una cosa o la otra, dentro del ADN, dentro de nosotros mismos está todo el universo. De parte de mis padres siempre tuve una influencia muy positiva, muy espiritual: mi papá siempre estudió las mayas, y pinta cosas de arte de aquella época, tiene conexión con tribus aborígenes. Y mi mamá es muy new age y eso te abre de otra manera. Siempre tuve mucha curiosidad.”
La misma curiosidad que despierta escuchar a esta princesa cantar en el tema “Dancehall”: “Ya los antiguos dejaron aquí escritos, diciendo lo que iba a venir / Si quieres escuchar depende de ti / Dios habla en Todo / si quieres oír”. Eso es todo lo que tiene Princesa para decir. Casi nada.
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