Viernes, 9 de marzo de 2007 | Hoy
DEPORTES
Después del US Open de Estados Unidos y del Australia Open, Wimbledon es el tercer Grand Slam que equipara los premios para varones y mujeres. Un gesto simbólico que las tenistas esperan que derrame ánimo equitativo para quienes están empezando y se encuentran con que el financiamiento para unos hace una buena diferencia con el que les corresponde a ellas.
Por Sonia Santoro
Hay noticias que abren caminos y otras que los cierran. La noticia de que Wimbledon, uno de los cuatro torneos tenísticos más importantes del mundo, haya decidido equiparar el monto de los premios que reciben las mujeres al de los varones, tiene un poco de las dos cosas. Cierra muchos debates absurdos como el de si las mujeres pueden o deben jugar con idénticas reglas a los varones o si son tan fuertes como ellos y por eso deberían o no cobrar igual.
La noticia se conoció el 21 de febrero. El presidente del All England Club hizo el anuncio porque, dijo, “había llegado el momento” de “eliminar la diferencia”. Tal vez el tiempo se lo dieron las acusaciones por “discriminación sexual” recibidas tanto de parte de las tenistas top ten como María Sharapova o la histórica Martina Navratilova y hasta por la ministra de Cultura británica, Tessa Jowell, que en junio del año pasado advirtió que la discriminación entre hombres y mujeres estaba “ensuciando” la imagen internacional de la competición.
La aprobación se dio por unanimidad entre las deportistas consultadas y quienes abogan porque no haya discriminación en los deportes. “Es una noticia fantástica, las mujeres nos merecemos lo mismo que los varones. Luchábamos hace mucho para eso y es fundamental”, opinó la campeona en dobles Paola Suárez, en diálogo con Las/12, en una impasse a su viaje a Miami para jugar el Indian Wells. La tenista Mariana Díaz Oliva, retirada hace cinco meses, contó que cuando ella estaba en el ranking 70, comparó lo que había ganado con lo que había obtenido Guillermo Cañas, que en ese momento estaba en el mismo nivel del ranking y concluyó que “el hombre gana cuatro veces más que la mujer. Además a ellos les dan muchas más noches de hotel gratis y tienen mucho menos gastos”, agregó.
El primer Grand Slam en equiparar los premios fue el US Open de Estados Unidos, por fuerte presión de las feministas de ese país. Luego le siguió el Australian Open y ahora le tocó a Wimbledon, en el que el año pasado, por ejemplo, el campeón masculino Roger Federer ganó 655 mil libras, mientras que la femenina, Amelia Mouresmo, se llevó 625 mil. Falta que se pliegue el Roland Garrós, que aún mantiene una pequeña diferencia. El argumento suele ser que las mujeres juegan a tres sets mientras que los varones llegan a cinco, pero por fin fue desestimado por completo. En ese sentido, Martina Navratilova, manifestó: “Las mujeres ofrecimos jugar a cinco sets y nos dijeron que no. Sabíamos que venía algo así, pero no sabíamos si iba a ser este año o el que viene. La medida significa un gran avance para el tenis y para la sociedad”. María Sharapova, actual líder del ranking mundial, y Venus Williams, también se expresaron a favor de la medida.
Ahora, más allá de la alegría inicial, el impacto que puede tener este gesto en la vida de las tenistas, especialmente las argentinas, es algo que no se mide con tanta contundencia. “No creo que influya tanto en el tenis femenino argentino, es más para el grupo de jugadoras que está arriba en el ranking. Las chicas que están empezando quizá no se dan cuenta. Pero es un poco simbólico, se estuvo luchando mucho para esto”, acota Paola Suárez, una de las mejores doblistas del mundo, y una de las pocas argentinas, junto a Gisela Dulko y Clarisa Fernández, que podrían llegar en la actualidad a pisar el césped del Wimbledon.
En la misma línea, Marta Antúnez, representante del área Mujer de la Secretaría de Deportes de la Nación, cree que la medida “no está relacionada con el crecimiento deportivo de base en las mujeres”. “Para incrementar el desarrollo de un deporte se requieren políticas, acciones, trabajo y conciencia y es aquí donde mayor aridez se palpa”, agregó. Un comunicado del Consejo Nacional del Deporte y las Mujeres planteó que habría “que luchar por igualdad de oportunidades en todos los aspectos: que los juegos en las escuelas a cargo de los profesores de educación física contemplen equidad, y que las mujeres tengan acceso a cargos directivos en las federaciones”.
Alfredo Olaguivel, director del Centro de Estudios sobre Deportes y Actividad Física en la ciudad de San Salvador de Jujuy, agregó que “es difícil asociar este hecho con un posible crecimiento de la práctica deportiva femenina, porque la adhesión a este tipo de prácticas está ligada a procesos más complejos. Las mujeres deportistas argentinas han recibido gran influencia del padre, de los hermanos y de amigos para adherirse y sostener este tipo de prácticas. Por tanto no creo que la retribución económica provoque una adhesión masiva. Tampoco el deporte de elite puede aportar en ese sentido, porque está basado en el éxito, objetivo reservado para muy pocos”. Y especialmente pocas, podríamos agregar.
Desde la cancha, para Suárez, un estímulo importante para las que recién empiezan sería “que haya torneos pequeños que es donde las jugadoras pueden tener premios y empezar a probar sin tener que viajar a Europa”. Díaz Oliva retoma el tema de las oportunidades: “Hay mucha diferencia, hay que darles las mismas oportunidades a las mujeres en cuanto a torneos, sponsors, televisación. Si no tenés plata para viajar se te complica demasiado. Todas las chicas que juegan lo hacen por esfuerzo personal”, opinó ella, que algo sabe de eso: su padre pedía créditos para que pudiera viajar y hubo momentos duros en que por falta de plata tuvo que hacerlo sola.
En fin, como dice la atleta Mónica Regola, integrante del foro de Deportes del Inadi, “la equiparación de Wimbledon tal vez llega un poco tarde, pero mejor tarde que nunca. Bienvenido sea, y que esto simplemente sea solo el comienzo”.
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