Mirar es como dos ríos gemelos”, dice Adriana Lestido y no aclara si los ríos son esos ojos negros que a veces se cubren con su pequeña cámara para guardar en un parpadeo no lo que ven sino lo que la imagen guarda como secreto, una identidad íntima que luz y sombra revelan en el papel si alguien es capaz de captar con un órgano que no se aloja en el cuerpo sino que lo acompaña como un ángel bueno. Como ríos gemelos, como agua que fluye, como metal que se funde en el fuego; quien mira y quien se deja mirar comparten la sustancia que hay en esa distancia que la cámara de Lestido que capaz de desintegrar hasta permitir al retratado –a la retratada habría que decir, porque son mujeres a quienes pide que se dejen mirar– verse en los papeles que ella trae como en un espejo. Papeles que delatan en el cuarto oscuro la memoria de un encuentro anterior. Fotografías en las que no es posible verse bella o fea o lo que fuera, sólo es posible verse. “Estar en el otro”, llama Adriana a esa manera de retratar. Una manera de fotografiar que altera las mareas interiores y ella lo asume porque, en definitiva, “algo muy personal se pone en juego en cada trabajo, y hasta que eso tan profundo emerge el proceso implica grandes angustias”. ¿Será una manera de conjurar el dolor dejarlo pegado al papel fotográfico? ¿Será una ceremonia particular esa que implica convocar a las lágrimas de quien mira sus fotos? Lestido dice que trabaja porque no tiene opción, que embarcarse en la zozobra de animarse a mirar sólo tiene sentido si es necesario. Por eso no entiende a quienes buscan y rebuscan un tema para tratar a través de la fotografía, “no hay nada que encontrar –dice casi como si aclarar el punto le molestara–, lo que tiene que venir viene”. Y a ella le vinieron en una sucesión de la que apenas puede desprenderse, las niñas –y los niños, pero fundamentalmente las niñas– del Hospital Infanto Juvenil, las Madres Adolescentes, las Mujeres Presas con sus Hijos y las Madres e Hijas; la serie de ensayos que dibuja un camino que encuentra en una única imagen su primer paso: la de una mujer y una niña gritando con los pañuelos blancos de las Madres de Plaza de Mayo por “el hombre ausente”. Historias, no documentos; fusión de experiencias entre quien mira y se deja mirar. Lestido enseña con sus fotos mucho más que imágenes si no un mundo paralelo que necesita de la predisposición del alma para encontrarse a sí misma para poder verlo. Este 8 de marzo, como homenaje en el Día Internacional de la Mujer, el programa de fotografía Mas que mil palabras le dedica su emisión. Vale la pena asomarse a este universo bello y oscuro por el que no se puede pasar sin sentirse que al final algo dentro se ha movido.