Viernes, 25 de abril de 2008 | Hoy
Por Dora Barrancos*
Desde hace una década, Las12 contribuye decididamente a que los viernes sean una jornada estimulante no sólo para las feministas, sino para el conjunto de las mujeres y para muchísimos varones de buena voluntad. Tenemos así un día por semana una compañía comprometida, avispada, sagaz y también dulzona. Nos reconocemos, nos identificamos y nos diferenciamos en sus páginas. Nos indignamos, reímos y nos emocionamos con sus textos; nos vemos retratadas y también fuera del marco, podemos no comulgar con todo lo que se expresa, ¡nada nos obliga! Felizmente no hay ningún original femenino como asegura Butler, y cada una de nosotras contiene a muchas clases de mujeres, como sostiene Braidotti. Las12 cumple bien ese programa de la multiplicidad y mantiene algo encomiable: ¡en gran medida no es previsible! El género tiene un gran acicate para salir del canon, recibe retos interesantes para des-generizarse, propone subversiones, pero nuestro suplemento se cuida de lo patético. Agradezco muchísimo que quienes lo producen mantengan a raya la crispación, aunque no hayan abandonado nunca las responsabilidades ni el rigor y la fuerza de los análisis. Recordaré que tanto a Virginia Woolf como a Simone de Beauvoir las incomodaba la crispación, la vía hirsuta del feminismo que, creían, ofuscaba los ánimos y hacía perder la razón. No es necesario enfrentar cada fin de semana con el ceño fruncido por lo que nos hacen, por lo que todavía nos deben en materia de derechos. Las editoras han podido armonizar los ingredientes sin mengua de la seriedad y dignidad de nuestra causa.
Las12 se nos ha hecho indispensable por su pericia para reunir, con mucho estilo y sofisticación del lenguaje (que no quiere decir que nadie entienda nada), un orden muy diverso de relatos: denuncias sobre lo que les pasa a las mujeres en esta sociedad –y no es necesario decir que muchas mueren porque son mujeres–, junto con festejos de su producción. Circulan exámenes de lo privado y lo público, notas sobre conocidas y también sobre emergentes, interpretaciones de procesos locales e internacionales que nos tienen como protagonistas. Hay algo que debe subrayarse: Las12 jamás ha estado ausente del debate sobre lo significativo, lo urgente o lo apremiante. Su materia ha ido más allá de los intereses de “nuestro género”, el discurso siempre ha sido solidario con la amplia diáspora de la sexualidad, y en estos diez años su contribución también se ha hecho sentir para mejorar la ciudadanía de las personas transexuales y transgéneros.
Estoy convencida de que todas debemos algo verdaderamente interesante al suplemento, que nuestras vidas están en mejor compañía con su existencia, que quienes se han empeñado en mantenerlo –y estoy segura de que no ha sido nada fácil– merecen mucho más que un seco reconocimiento. Que conste entonces mi homenaje en esta primera década, con la emoción que producen las empecinadas tareas de las mujeres para salirse de la inmanencia y ser solidarias con el colectivo.
* Directora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Genero, Facultad de Filosofia y Letras, UBA
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