Viernes, 25 de abril de 2008 | Hoy
A semejanza del más famoso adivino de la Antigua Grecia, Tiresias, quien después de ver en dos ocasiones a una pareja de serpientes copulando se convirtió primero en mujer y siete años después volvió a su condición de varón, cinco osados caballeros del mundo del espectáculo (es decir, de la representación) aceptaron el desafío de Las12 de imaginarse transformados temporariamente, de la noche a la mañana, en mujeres. “Por diversos que sean los sexos, se confunden. No hay un ser humano que no oscile de un sexo al otro”, escribió Virginia Woolf en su magnífica novela Orlando, y estos varones hacen un homenaje a su texto.
Por Patricio Contreras, Fito Páez, Daniel Fanego, Diego Lerman, Horacio Peña
Supongo que el primer gesto sería observarme en detalle, incluso con lupa, mis nuevos atributos físicos. Y aunque quizás extrañaría lo que me va a faltar, no me cabe duda de que la exploración resultaría muy interesante... Pero es obvio que una mujer es mucho más que esas diferencias que saltan a la vista, de modo que proseguiría más a fondo la investigación y acaso logre responder a la famosa pregunta de Freud: ¿Qué quiere una mujer?
Sin embargo, debo decir que en lo que hace a las conductas específicas femeninas y masculinas, creo que ya no hay diferencias tan marcadas, ha habido mucho intercambio en esos roles que se creían inamovibles.
En el orden del arreglo, tengo que decir que soy coqueto a mi manera. Para ir a trabajar me pongo lo que tengo, pero sale combinado porque soy monocromático, tonos neutros, así que el vestuario me sale más o menos composé.
Lo que no practicaría como mujer sería ciertos maltratos con el cuerpo, como creo que lo son las cirugías a las que hay tantas aficionadas.
Así, de buenas a primeras, creo que la investigación en el terreno erótico la iniciaría con mucho pudor, pero a la vez con sumo interés. Quién sabe, a lo mejor es tan bueno el descubrimiento que me convierto rápidamente, felizmente, sin lamentación alguna. Aunque inevitablemente tendría que enfrentarme con actitudes machistas, sexistas, que por cierto no dejaría pasar, apelaría a toda mi capacidad agresiva. Ahí sería peleadora. Creo que me convertiría en una mujer insoportable para los hombres porque no les dejaría pasar una. En fin, seguro que me arrepentiría de muchas cosas que hacemos los hombres, como tender a crear inseguridad en las mujeres. Se me ha abierto un horizonte ilimitado con esta pregunta.
Salvando distancias y quitando obvias metáforas misóginas, creo que en primera instancia sería algo parecido a lo que sintió Gregorio Samsa, ya saben, en La metamorfosis de Franz K. Quiero creer que poco a poco me iría haciendo a la idea y comenzaría a pensar que –salvo los días de regla– tan mal no está. Por supuesto que me surgirían mil cosas diferentes para averiguar, pero creo que lo básico, lo más importante afortunadamente ya lo aprendí: que ninguna mujer tiene dueño.
Mis primeros pasos se dirigirían al armario femenino más cercano para calzarme los tacos más altos y ver cómo es el mundo desde ahí, desde ese cambio de postura y de altura (aunque ahora que me acuerdo, alguna experiencia tengo al respecto porque me he probado tacos en más de una oportunidad...). Para hacerme el hombre, me pintaría barba y bigotes que combinaran con un rimel livianito, lo suficiente para no perder el estilo durante el día. Labios poco, porque los tengo naturalmente muy coloridos.
Dada mi clara y definida tendencia hétero, elegiría a una mujer para probar por fin qué es el lesbianismo, después a un hombre para experimentar la diferencia y, posteriormente, lo lógico sería un trío para el paroxismo total. Más allá de estas fantasías, debo decir que a mí no me importa demasiado si tenés pito, concha, teta, culo. A fin de cuentas, solo se trata de agujeritos y protuberancias. De modo que: vivan las mujeres, los hombres, las drags, los putos, los travestidos, las lesbianas, los reprimidos y las reprimidas, los y las que no saben cómo llamarse, los de quíntuple sexo... En resumen, ¡viva la vida, carajo!
¿Mañana mismo me despierto convertido en mujer? Y... lo primero que pienso es ¿qué me pongo?, después de inspeccionarme... Pero, ay, me ponés ante un abismo tremendo, primero porque la idea de castración es muy fuerte desde un punto de vista masculino. Porque a mí me encanta el universo femenino, me sumerjo allí cuantas veces puedo, de todas las maneras que me permiten mi moral y mi cultura... pero me aferro a mi pito, debo reconocer que su desaparición física me asusta mucho. Sé que tendría otros órganos como mujer, pero no jodamos, el pito no lo negocio, que después me lo devuelvan. Está todo bien, yo puede ser recomprensivo, hasta me puedo convertir en un feminista, pero quiero a mi pito, lo defiendo como a un viejo blasón demarcatorio de mi identidad.
Me encantaría tener tetas, por ejemplo, llevar algo que me gusta tanto. Lo de las reglas debe ser incómodo, pero me haría cargo. Eso sí: sería de esas minas que no se depilan, me parece una agresión al cuerpo y un trabajo agotador e interminable.
De profesión, sería actriz, eso está fuera de discusión. Habría que ver qué me pasa al salir a la calle: yo no soy de decir piropos groseros a señoras y señoritas, pero sí de mirarles el culo. Tendré que probar qué se siente al estar sometida a ese examen.
Una vez convertido en mujer disfrutaría de cosas que envidio mucho, como los orgasmos múltiples, esa sensibilidad diferente, como más metafísica. Ese aura captador, intuitivo, sabedor de otras cosas, una cultura propia.
Me imagino que me encontraría con montones de rincones de la vida cotidiana de los que surgirían preguntas, no solo desde yo como mujer y el lugar donde me paro en la vida, sino con el afuera: cómo es el mundo construido por tipos para una mina. Y si hay que pagar un abortito, que se haga cargo el responsable. Porque, como bien se sabe, las mujeres ganamos menos...
Lo primero que haría si me llegase a levantar un día siendo mujer sería volver a acostarme y seguir durmiendo, a ver qué pasa. Si la cosa continuase, entonces ya me lo tomaría más en serio y tal vez aprovecharía la oportunidad. Todavía en la cama, como acto inaugural, me rascaría la concha.
Ya levantada y vestida iría al bar Rodney, en donde buscaría rápidamente a otra mujer a quien le propondría ser “mi mejor amiga”. Hablaríamos de todo y nada, nos reiríamos, pasaríamos la tarde juntas, llenas de contradicciones, de actos espontáneos y emociones genuinas. Beberíamos licor y comeríamos bombones de chocolate. En un momento lloraría a flor de piel, ese mar de lágrimas lo viviría como un exorcismo. Entrada la noche, saldríamos a “experimentar”. Ya en el nombre del verbo hay una actitud, una búsqueda positiva frente a la incertidumbre. Es como una declaración de principios. Si en el mundo ese día todos nos despertásemos siendo mujeres, sin duda sería un día más emocional, complejo y divertido, un día feminista...
Me parte la cabeza esta pregunta. Ah, ya, compro, quiero empezar a conocer las respuestas a esas preguntas que me inquietaron toda la vida: ¿Cómo es esto de saber antes de saber? ¿Qué pasa con el disfrute, el goce? ¿Cómo se siente el tema del poder?
Me gustaría ser atractiva e inteligente, darme todos los permisos que me di como hombre a ver qué pasa. Probablemente, me vería en problemas, porque lo que siendo varón era aprobado, como mujer me tacharían de putón patrio. Y te digo la verdad: me gustaría ser un putón patrio. Por supuesto, me gustaría conocer en carne propia la experiencia del embarazo. Y desde luego, querría saber cómo piensan las mujeres: ya sé que cada una tiene sus propias y diferentes ideas, pero creo que hay un sistema de pensamiento, que la mujer tiene otra mirada sobre el mundo, llena de sutilezas, de detalles que los hombres pasamos por arriba, pero que a la hora de la confrontación hombre-mujer, a ella le sirve de herramienta y nos deja culo pa’arriba.
En fin, creo que esta pregunta puede ayudar a una reflexión que aligere la manera de vivir y de relacionarse, a dejarnos de joder con tantos lastres, tantos preconceptos.
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