Viernes, 20 de febrero de 2009 | Hoy
ANTOANETA MADJAROVA, BULGARA, TITIRITERA
Por Soledad Ferrari
Nació en Bulgaria, pero vive en Buenos Aires
hace casi dos décadas. Proviene de una familia de músicos notables, se formó en el Instituto Superior de Música y Danza y en la Facultad de Títeres de la Universidad Nacional de Teatro y Cine de Sofía. En la actualidad es una de las
titiriteras más prestigiosas del mundo. Coordina el Area de Títeres y Espectáculos Infantiles del Centro Cultural de la Cooperación.
1 Sos una defensora del modelo socialista. ¿Por qué elegiste un país capitalista para quedarte a vivir?
—¡Argentina es un país maravilloso! Llegamos por un festival y no pararon de llovernos propuestas de trabajo. Argentina y Bulgaria tienen modos de vida muy diferentes. Nací en pleno socialismo y me fui con el socialismo. Lo cierto es que en mi país recibí una muy buena educación, no había violencia ni la amenaza permanente contra la vida.
2 ¿Qué herramientas te dio el sistema socialista que con el tiempo pudiste aplicar en el capitalista?
—Estoy muy agradecida de haber podido acceder a los mejores libros, a las actividades culturales, a trabajar. Bulgaria me abrió muchos horizontes. Ahora lo veo con mi hijo de veinte años que quiere estudiar cine y acá es más difícil; hay que remarla mucho. Aunque en mi caso no me puedo quejar, fui muy bien recibida.
3 ¿Qué te llevó a trabajar para el público infantil?
—Antes de entrar a la universidad de teatro di clases de piano para niños. Eran experimentales, formaba niños de tres años de edad. Para mí fue una experiencia fascinante. Tengo un gusto particular hacia lo pequeño, me fascinan los chicos por su transparencia, tienen la habilidad de vincularse y expresarse sin problemas.
4 ¿Qué misterio esconde el títere para un niño?
—El niño se fascina porque confunde la realidad con la ficción. Por momentos está dentro de la misma historia. Depende de cómo sean educados pero algunos niños creen que una silla tiene vida y eso es maravilloso. Hay que enseñarles a respetar la vida de los objetos, que no hay que patear un banco porque es útil y puede tener vida propia.
5 Tu obra no tiene diálogos, algo bastante arriesgado para ofrecerles a los niños de hoy. ¿Por qué se enganchan los chicos con el espectáculo?
—A los más chiquitos no les molesta que no haya palabras. Recién entre los 3 y los 5 años desarrollan su vocabulario y hace más falta el texto. La obra está basada en acciones y el títere de por sí es mucho más expresivo haciendo que diciendo. Mi intención es aproximar el títere al dibujo animado. Si en ellos hay música, imágenes y acción, ¿por qué no poder hacerlo también con los títeres?
6 La obra habla de un niño que está solo en el mundo y que
recién deja de estarlo cuando encuentra a su parejita. ¿La única posibilidad de sentirse acompañado es encontrando una “media naranja”?
—El mensaje de la obra no es encontrar pareja sino la búsqueda del amor y de la belleza, comprender la paz, la no violencia. Los más chicos no captan esta metáfora, lo comprenden más desde el aspecto visual.
7 ¿Quién decide qué obra de teatro ver? ¿Los niños o los padres?
—Los niños de hoy son muy despiertos. Están tan informados... El boom de la imagen y de la información los bombardea. Cuando era chiquita era boba comparándome con los niños de ahora. En la actualidad, el padre decide en cierto en punto. Creo que deciden mucho más los chicos, sobre todo a partir de los cuatro años.
8 ¿Qué tipo de propuestas están faltando para el público infantil?
—Las serias. No tendría que haber más elencos chantas. Con el Estado socialista eso no pasaba. Era más pareja la cosa. En Argentina, los fondos de cultura no hacen el seguimiento de las obras que financiaron. Creo que el Fondo Nacional de las Artes debería evaluar mejor aquellos espectáculos a los que les otorga un subsidio. Acá cualquiera revolea dos trapitos y es titiritero.
9 Venís de un país donde hay una fuerte tradición en títeres, ¿cómo ves a la Argentina en este sentido?
—Aquí hay un público fascinante. La cantidad y la calidad de público que quiere ver teatro resultan impresionantes al igual que la necesidad de formarse. Aunque es un poco caótico se respira un aire creativo, hay mucha gente talentosa.
10 Coordinás un centro cultural y en tu compañía también trabajás con artistas argentinos. ¿Creés que en este país el pueblo y el Estado tienen el mismo interés por la cultura que en Europa?
—Me hacés entrar en política y no debo. Los Estados deberían cuidar mucho más la formación, la cultura y el arte. La tradición cultural y el arte es lo básico para el pueblo. Pero esto la estructura —o sea el Estado—, lo estimula o lo desarticula. En estos tiempos falta estimulación para crear seres sensibles. La idea es crear seres insensibles que mientras menos piensan, mejor. El capitalismo salvaje nos lleva eso. En Bulgaria la gente de mi generación está totalmente desprotegida. En la época del socialismo el Estado era más activo, nos daban acceso a la cultura permanentemente porque competíamos con los países capitalistas; entonces tenían que formar gente muy idónea e invertían mucho dinero. Luego toda esa formación nos sirvió para ver los errores del mismo sistema.
Calidoscopio se presenta todos los sábados de febrero y marzo, a las 17.30.
En la sala Solidaridad del Centro Cultural de la Cooperación, Corrientes 1543. Entradas: $15 y $18.
Reservas: 57778000.
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