Jueves, 31 de diciembre de 2009 | Hoy
COCINA
Por María Josefina Cerutti
“Desciende, Venus bella, y en las doradas copas, con el suave néctar, mezcla purpúreas rosas, y mis dulces amigos que tu deidad adoran, con divinal bebida inspira y alboroza” escribía Safo hace más de 2600 años. La poetisa griega adoradora de la diosa del amor amaba las rosas. Cleopatra, que ofrecía a sus huéspedes baños con pétalos de rosas, recibió por primera vez a Antonio caminando sobre una alfombra de pétalos de rosas rojas que medía treinta centímetros.
No sé si amo las rosas por la mermelada de pétalos de mi abuela Josefina o porque los besos de Sandro, gordos y esponjosos, me marcaron un camino feliz. Poco sabemos del origen de la rosa, sí que es la reina de las flores. Hay fósiles del Paleolítico. Los sumerios la cultivaron por primera vez. La civilización micénica nos dejó frescos donde vemos el cultivo de las rosas y del azafrán.
Nutritiva, perfumada y deliciosa la rosa roja es amor y pasión. Rosada, secreto. Blanca, pureza. Amarilla, muerte o desprecio. Azul, milagros. Negra, sexo. Los babilonios poblaron sus jardines de rosas. Llegó a Europa de la mano de los persas. Cuenta la leyenda que Afrodita nació de la espuma del mar y que se pinchó el talón con un rosal de rosas blancas. La sangre las enrojeció. Para el poeta griego Anacreonte (s. VI a C.) el bálsamo de rosa “calma el corazón lleno de angustia”. Griegos y romanos usaron las rosas en las tumbas y en los banquetes que celebraban victorias. “Sub rosa” era el acto de poner una rosa sobre la mesa: quedaba claro, teniendo en cuenta las borracheras romanas, lo dicho era confidencial. Los invitados se untaban con aceite esencial de rosas. Comían reclinados. Apreciaban los techos decorados con rosas. Esclavos los rociaban desde los techos con aceite rosas. Según la masajista Rosana Insúa el aceite esencial de rosas “es para las mujeres tristes. Ayuda a relajar el corazón. En general las flores, y especialmente las rosas, tienen un alto poder vibracional”.
Pero la fiesta terminó. ¡Flor pagana!, dijo el papado. Europa tuvo que esperar hasta las Segundas Cruzadas, para conocer la expansión y el inicio del reinado de la rosa. Los cruzados que defendieron Jerusalén del ejército del musulmán Saladino regresaron a Europa tras la caída de la ciudad con una planta nueva que habían descubierto en los jardines monásticos orientales. El general sarraceno enviaba caravanas con camellos cargados de agua de rosas para limpiar y purificar las mezquitas que habían ocupado los cristianos. Sólo los monasterios pudieron cultivarlas. [...]Pero el vulgo la prefirió y la Iglesia le encontró un lugar líquido, la sangre de Jesús. La rosa blanca, en cambio, era la pureza de la Virgen. Dicen que fueron tantos los milagros de la Virgen ligados a las rosas que el rosario significa “Corona de Rosas”.
El Renacimiento las pintó. Las rosas son protagonistas en los cuadros de Boticcelli “La Primavera” y “El nacimiento de Venus”. Josefina Bonaparte las puso de moda. A pesar de las guerras napoleónicas, las rosas de Josefina tuvieron paso libre. Rosa quiere decir flor en persa. Para el farmacéutico del XVII Culpeper, “los pétalos de rosas disecados, usados como tinturas o polvos, alivian el dolor de los flujos menstruales, y otros tipos de sangrías”. La rosa contiene Vitaminas A, C y P. “Comer flores es una costumbre más oriental que occidental –comenta el cocinero Fernando Mayoral–. Los indios, los chinos y el mundo árabe tienen platos deliciosos hechos a base de flores como las aguas de rosas y de azahares. Son muy ricas las flores de las hierbas aromáticas. En mi cocina uso solamente las flores que tienen sabor.” La mermelada de pétalos de rosas es una receta oriental como el agua de rosas. Tiene un sabor entre perfumado y aterciopelado parecido al de algunos vinos deliciosos. “Lo importante es comer flores que no tengan insecticidas. Recomiendo cultivarlas en casa”, agrega Mayoral.
Mi abuela nos mandaba a recolectar los pétalos de las rosas del jardín. Arrancábamos cada uno con la punta de nuestros deditos y las poníamos en un canasto. Ella preparaba la mermelada en las tardes de primavera. Aunque la rosa es una flor femenina, “en general, son las mujeres las que no las comen. Las asocian con la cosmética”, dice Mayoral que nos recomienda pétalos de rosa cristalizados: lavar muy bien los pétalos, secarlos con papel de cocina, pintarlos con clara de huevo ligeramente batida, pasarlos por azúcar y dejarlos secar cerca de una fuente de calor, como el horno por ejemplo, sobre un papel manteca. Se pueden usar para decorar un postre o para acompañar un risotto al agua de rosas. También podemos hacernos un Baño de primavera con pétalos de rosas. Según las abuelas japonesas es aconsejable para pieles irritadas, sensibles o secas. Llenamos la bañera con agua tibia. Agregamos un manojo de pétalos recién cortados. Más unas gotas de agua de rosas. Mientras, quizás nos divierta escuchar a Favio cantar “O quizás simplemente, te regale una rosa”.
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