Jueves, 31 de diciembre de 2009 | Hoy
DIEZ PREGUNTAS A:ANA MARIA DUBANIEWICZ *
Por Clarisa Ercolano
–A que miles de personas viven del rédito que les proporciona privar a los bebés, niñ@s y adolescentes de libertad, amor, derechos y familia a través de su encierro dentro de hogares, asilos, institutos, hospitales y cotolengos. Dado que la mayoría provienen de hogares marginales y pobres, encerrarlos en las “tumbas” o “tumberizarlos” como chicos muertos expropiándolos del medio social, significa acopiarlos en espacios manejados por representantes de los poderes políticos y económicos. Cuando éstos diseñan los sistemas atencionales de los menores, digitan como prioridad la supresión de identidad familiar.
–Tenemos un estimado de 3000 adolescentes con causas penales en todo el país, que en su mayoría no se han iniciado. Los delitos de gravedad se estiman en alrededor de un 5 a un 7 por ciento. En muchas oportunidades, se hacen cargo de la incriminación por parte de los familiares adultos que han matado o cometido delitos aberrantes y, por tanto, son privados de libertad y hasta enjuiciados y penados. En otras, han sido las mismas fuerzas de seguridad quienes han “plantado” causas delictivas por su propia soledad, desventura y desvalimiento desde la primera infancia.
3) Dice que hay una receta para hacer delincuentes, ¿podría explayarse más sobre este concepto
–Sí, en mi último libro escribí un apartado al que denominé “Receta integral para elaborar un delincuente”. Son 47 pasos que en principio dan los organismos dependientes que digitan las políticas económico-sociales. Esta receta parte del maltrato hacia la mujer pobre o humilde respecto de la no implementación de la educación sexual y procreación responsable para la evitación de los embarazos no deseados. Luego toma la desatención institucional durante la preñez, el parto, puerperio, y así continúa sumando ingredientes a medida que el niño o la niña crecen y se desarrollan en medio de políticas familiares y sociales desaprensivas, discriminatorias y hostiles. Y así se continúa sumando.
–Según el tiempo que llevan consumiendo y su estado de salud física y mental. La adicción es prácticamente inmediata. Los ingredientes del “paco”, como la virulana, destruyen a pasos acelerados sus neuronas. Sabido es que reciben de regalo por parte de los distribuidores de drogas los dos primeros cigarrillos. Luego que comienza su adicción necesitan dinero para seguir consumiendo y en estado de enajenación es que cometen los peores delitos. Las alternativas son la hospitalización en centros de rehabilitación, la discapacidad o la muerte...
–No podemos hablar de una medida abarcativa, sino de distintas medidas que convergerían en la prevención y atención de las situaciones de riesgo. En primer lugar habría que habilitar debidamente los números telefónicos de atención a las alertas de los ciudadanos respecto de las situaciones de riesgo, en el caso de Capital, el 102. Implementaría una campaña periodística dirigida a niñ@s y jóvenes para que se acerquen a lugares preestablecidos a recibir ayuda y contención que no implique encierro compulsivo. Fijaría equipos de trabajo multidisciplinarios ambulantes para la detección y atención, con búsqueda inmediata de familiares y coacción de pérdida de patria potestad en breve plazo si continua el desamparo infantil pese al aporte inmediato de apoyo en todo lo que hace a su contención.
–Los bebés privados de libertad mayormente hablan desde el llanto, las enfermedades intrahospitalarias, el retraso madurativo por carencia de contacto y cuidados maternales, y la muerte por depresión anaclítica provocada por una conjunción de todos estos factores. L@s niñ@s pequeños no hablan, porque poco a poco van renunciando al llanto y a los pedidos a sus familiares para que los saquen del encierro. Y l@s púberes y adolescentes “más sanos” se fugan de los institutos asistenciales en busca de sus familiares y de libertad. Lamentablemente no hallan contención y se vuelcan a la calle. L@s adolescentes reclaman entrevista de los familiares con los jueces y con él para definir su situación y que suelen demorarse hasta cinco meses. Piden implícita o explícitamente por igualdad y justicia social ante la ley de diferentes maneras, y las malas respuestas o la ausencia de las mismas provocan en ell@s la cruel idea de que para ellos no hay futuro.
–No, en lo absoluto. Bajar la edad de imputabilidad sería una medida de índole represiva que intentaría responder a una demanda social mediática. Se intenta hacer responsables a nuestros jóvenes y adolescentes pobres, de los delitos que cometen por la desidia o el abandono de los adultos de la familia y, en definitiva, de los representantes gubernamentales que deben contener a ésta. Ironizando un poco, podríamos bajar la edad de imputabilidad a cero para bebés que nacen en hogares pobres, disfuncionales o marginales...
–Por desgracia, y tomándome como ejemplo de lo que no se debe hacer con un bebé humilde, pobre, enfermo o en riesgo, ocupé desde los seis meses una vacante dentro del sistema de Minoridad, pero internada en una vacante del sistema de Salud: la casa cuna del hospital Elizalde por cuestiones de trabajo de mi mamá y presencia intermitente de mi papá. De ahí en más y hasta los 18 años, transitamos mis hermanos y yo por siete instituciones de acopio. Particularmente me llevó treinta años de mi vida erradicar el lastre de la culpa por el “delito” de haber nacido en un hogar humilde que sólo necesitaba ayuda.
–La obsesión mesiánica de ayudar a “tod@s” l@s desprotegid@s para que no vivieran el encierro, la amargura, la discriminación; la separación desgarradora. Como no me daban los tiempos para estudiar asistencia social, ingresé en psicología. De allí en más, aparte de analizarme, comencé un doctorado que me llevó a editar un primer libro. En esa línea una novela autobiográfica y finalmente un último libro que radiografía el sistema asistencial y penal en la provincia de Buenos Aires. Es difícil rebatir a quien vivió “tumberizada”, estudió el sistema y además propone y difunde que quien encarcela a un niño por ser pobre privándolo de libertad, de amor, de familia y de derechos, comete un crimen de lesa humanidad.
–Si tomamos como “normal” a aquella persona que compuso una familia, que cumple con un trabajo y que se adapta a las normas sociales, eso no es indicativo de que no guarde secuelas del encierro o encarcelamiento padecido. Desde mi experiencia personal y como profesional, quien ha vivido el encierro tal vez pueda elaborar psicológicamente su historia de vida, pero del encierro nunca se sale, aun cuando las rejas se cierren para siempre a nuestras espaldas. De nada sirven los “mea culpas” de los funcionarios, ya que la niñez y la adolescencia han sido robadas, y la adultez y vejez conllevan los malos recuerdos a la verdadera tumba.
* Ana Maria Dubaniewicz es licenciada en psicologia especializada en infancias y conflictividad social. Trabaja en diversos organismos de derechos humanos y esta al frente del Centro de Estudios sobre Internacion Social. Publico, entre otros libros, La Internacion de Menores como Privacion de Libertad-Circuito Asistencial y Penal y La virgen de piedra, donde recuerda su propia experiencia, internada en diversos hospitales y centros asistenciales.
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