Viernes, 20 de agosto de 2010 | Hoy
Susana Rinaldi canta. Canta la justa, las cuarenta y los tangos que ella misma ha sabido recrear y volver únicos. Recién llegada de un viaje por Europa, donde fue a trabajar por los derechos de los intérpretes, reflexiona aquí sobre su condición de feminista y luchadora, el lugar que ocupan cantantes, directores de orquesta y ejecutantes en la consagración de una obra, sobre el machismo en el tango y otras cuestiones de interés nacional.
Por Flor Monfort
Recién llegada de un viaje por varios países de Europa a donde fue por cuestiones artísticas, profesionales, pasionales y también para cumplir con su gestión gremial. Susana Rinaldi reconoce que viene con ganas de hablar. Pero dice “no me hagas hablar” varias veces durante la entrevista, cuando algo la indigna, cuando por miedo a abarcar tanto cree que puede estar apretando poco. Pero aprieta Rinaldi, sobre todo cuando explica lo que hace y por qué se siente, con 74 años, impulsada a pelear por lo que cree justo. De su gestión como vicepresidenta de la AADI (Asociación Argentina de Intérpretes) va a hablar largo y tendido, en parte “porque es un trabajo que se conoce por arriba” y además porque no sólo es una cuestión de derechos, lo que no es poco, sino que implica una definición del concepto de “intérprete” y también ayuda a desentrañar los mecanismos a veces perversos de la industria musical. “Como yo tengo la suerte de seguir cantando, este otro trabajo, que es una misma, aparece un poco desdibujado, sumándole el hecho de que en general la sociedad argentina desconoce la trascendencia de los derechos de creatividad, los derechos de intérprete y los derechos de propiedad intelectual. Es un trabajo arduo en el cual están metidos muchos notables como Leopoldo Federico u Horacio Malvicino. La AADI pareciera ser la sigla de una sociedad de gestión más, pero ya ha pasado a ser una entidad con fuerza propia que al principio estaba un poco difusa e incomprendida. Ha pasado, gracias al exterior, a ser una entidad respetada que nuclea más de 20 mil asociados.”
–El intérprete es un trabajador del intelecto. Lo que hacemos nosotros es advertirles a los cantantes, a los expresadores musicales, que lo que hacen es una versión nueva, diferente de la obra, creada en otro momento. Esa versión es creación y esa creación se cobra, porque esa interpretación es diferente a la que tuvo hasta ahora. ¿Qué le permite esa nueva versión a la obra creada? Perdurabilidad. El pueblo sabe qué autor, qué canción o qué música le gusta más, pero cuando te dan una explicación de por qué les gusta te están hablando de las versiones que esos intérpretes han transmitido. Goyeneche determinó un fraseo para la historia del tango separado del que tuvo Gardel. Pero esto ocurre en todos los campos: en la música clásica también, aunque parece más rigurosa y esquemática. Si no, Marta Argerich no existiría. Un director de orquesta deja su impronta en lo que retrata, sea un campo minado o un campo lleno de flores, o la soledad o la desesperación o la locura. Es muy bello meterse en ese campo creativo, porque es la única manera que el pueblo va a dejar de decir o pensar que nosotros lo que pedimos es un impuesto que se agregue. ¡No! Es nuestro derecho. ¡Cómo cuesta que los derechos sean respetados!
–Es que para todo esto hay que tener el acostumbramiento a defender derechos: nuestro país no está acostumbrado a defender derechos, al contrario: nos enseñaron que los que defendemos derechos somos gente molesta, incordiosa, y que mejor tenernos a un costado. Hoy, que es el tiempo digital por excelencia, hay que pensar seriamente cómo sigue esto, en qué deriva, cuáles son los límites; este es el monotema mundial.
–Son muchísimas las compañías internacionales que se crean todos los días... Fui a Madrid porque ahí soy la vicepresidenta primera de la Federación Iberoamericana de Intérpretes, Músicos y Ejecutantes. En 2008 estuvimos también al frente de una organización que se abría que es Scarpr, y es una entidad creada por Inglaterra, Suecia y Alemania, también de derechos de gestión. Yo quiero que todo esto se hable acá, que se sepa y se discuta. La música es un bien común que te obliga a estar al día y atenta con las leyes, decretos, las estigmatizaciones que se hacen sobre determinadas cláusulas, fórmulas. Hay que saber y conocer qué se defiende. También me dieron un reconocimiento, desde la Fundación Villa y Corte, por mi labor como vocera cultural entre Buenos Aires y Madrid.
–Bueno, no sólo vi la crisis de la que tanto se habla, sino que vi el escandaloso juego de los medios que exageran. Si un diario como El País se permite exagerar sobre nosotros hablando de la “debacle”, allá hace lo mismo. Hay una gran maniobra internacional para desestabilizar todo aquello que pretenda erigir una mirada progresista.
–Quizá todo esto se deba a aquella muchacha que en los años ’50 creó el Centro de Estudiantes del Conservatorio Nacional de Música. Y la suerte de tener dos padres sabios, maravillosos, inteligentes, desde todo punto de vista pero con un origen bien diferente uno de otro. Mi padre venía de la alta burguesía italiana, y tal vez eso le permitió ser el anarquista que fue y por otro lado, mi madre, que era la lucha obrera. Toda esa mezcla tiene mucho que ver con mis rasgos de ambiciones de justicia.
–Exactamente. Antes, cuando era jovencita, no es que me desesperara pero me ponía de una bravura imponente que nadie me soportaba. Después, con el tiempo... Yo siempre he sido una mujer apasionada, la forma de expresión mía cantando es apasionada, nunca fui ni podría ser una tibia, pero al mismo tiempo aprendí a colocar bien la pasión, a no perder el tiempo con apasionamientos torpes, como sí lo hice alguna vez. Ponerte a la altura de lo que estás defendiendo y poner al otro a tu altura, no medir para abajo sino nivelar para arriba siempre. Las consensuadas son ésas, no son negociaciones, la gente está equivocada. La palabra negociación no me gusta nada, cuando te dicen “vamos a negociar por este lado”. No es cuestión de negociar, en todo caso con inteligencia consensuar cuáles son las posibilidades que ambos podemos tener, porque con el que yo no puedo consensuar nada ¿para qué voy a perder el tiempo?
–No. El año próximo voy a festejar mis 20 años con el público sueco y a eso fui, a preparar ese recital. Porque Suecia fue la puerta de entrada a Escandinavia, pero no hay que mezclar: Finlandia es otra historia, Noruega otra y Dinamarca otra... Mi relación con Suecia es un canto de amor. Yo fui una loca enamorada de Bergman que lo quiso conocer personalmente, sin hablar nada de sueco. Llegué ahí por primera vez en el año ’89, jamás lo pude conocer, fue una de mis grandes tragedias, porque naturalmente él ya se había comprado una isla para no ver a nadie. Pero lo que sí tuve fue su país, y su país no tiene comparación con ningún otro. Sumamente reservado, son luteranos mil por mil, y eso no es solamente ser partícipe de una determinada doctrina, es una cuestión de conciencia para siempre. No digo que esté bien ni mal, pero son así: lo que es correcto y lo que no. Y yo me llevo muy bien con eso, me gusta y al mismo tiempo ellos gustan de mí. De otra manera, no hubiera podido llegar con mi apasionamiento a descolocarlos. Tiene mucho que ver, no sólo mi exilio, sino el exilio en general. Porque Suecia es el segundo país en recibir, junto con Francia, exiliados de Latinoamérica. Pero lo que se pudo construir en ese lugar es porque los suecos asintieron a eso, descubrieron otro mundo, donde la corrección pasa por otros lados.
–No se puede mezclar lo que nos pasa a nosotros con lo que les pasa a ellos. Como yo soy una saeta que entra al escenario, ya ahí hay una cosa que te para, como auditor. Como oyente también, yo no me paro delante del micrófono y canto y nada más. Pasa mucha cosa alrededor. Todo eso hace también a una comprensión mutua. En un momento sentí la necesidad de escribirles algo y escribí “Caminos de Suecia”, donde voy relatando las cosas que veo y que me parecen tan únicas y geniales de ellos.
–Las casas. El interior de las casas, cómo viven. Tengas los zapatos que tengas, los dejás afuera. Y sentís la madera, y además esa madera escandinava que tiene un perfume especial, hay una cosa que te cobija en medio de lo que parece el hielo permanente, hay una placidez de permanecer adentro, algo que te hace sentir que vos sos vos...
–Yo no soy otra cosa más que una feminista. La mujer es un ser humano de una inteligencia privilegiada que ha estado siempre escondida detrás de los grandes movimientos machistas del mundo. Es al revés: no hay movimientos feministas, hay movimientos machistas que se levantan como los nazis, de vez en cuando, para mostrar la intolerancia. Hoy día, en que la mujer ha vuelto a ser golpeada físicamente de una manera tan feroz, es donde hay que aprovechar los cortos momentos que tenemos la gente como la gente, es decir, los que sabemos mirar en el otro los defectos y las virtudes. En estos tiempos es que tenemos que aprovechar para asumir el rol de tolerancia y respeto. Cuando se remueve esta basura de la mujer golpeada lo primero que aparece es la figura de la sumisión, y la mujer no nació para ser sumisa. ¿Cómo vas a ser sumisa si naciste para gestar un hijo en tus entrañas y al mismo tiempo para sostenerlo, liberarlo de tantas trabas, alimentarlo? Priorizar por la inteligencia es un trabajo arduo pero debe ser continuo, porque si no meten baza.
–Demostrando que no lo es. Vos tomá todo mi repertorio y decime cuál de los temas que yo interpreto tiene un condicionamiento machista que te hace dudar de lo que estoy diciendo. ¡No vas a encontrar uno!
–Toda la vida. Si yo llamé la atención fue por eso, porque traje una novedad: que esto no tenía que ser así, podía ser de otra manera.
–Te voy a contar una anécdota, no sé si hago bien en contarla porque es de Eladia Blázquez y ella no está para decir que estoy equivocada, pero me va a perdonar donde esté. Ella escribió muchos temas que yo le estrené. Había que jugarse para estrenar los temas también, ¿eh? Sobre todo sabiendo que te podías pasar cinco años esperando que alguien te lo pase por la radio. Sobre todo que Eladia fue la gran autora y compositora de los años ’70, época en que yo estrené temas donde se estaba hablando de otra cosa, no era una metafísica pura, eran realidades y bien tangibles. Estaba por estrenar “Por qué amo Buenos Aires”, una canción que dice “yo me alimentaría rumiando tangos/sobrada de alegrías y sin un mango/ porque mi gesta es descubrir desde una esquina mi ciudad/que es la más linda de las minas. Sentir que todo es mío, el sol, el aire, el lío de tu río/ che Buenos Aires/Mirá cuánta riqueza me ha brindado Dios, que soy la dueña de tu voz”. Yo tomé esta canción para abrir un espectáculo y Eladia me dijo: “Decí cuánta riqueza me ha brindado Dios que soy el dueño de tu voz. “¿Cómo?”, le dije yo. “¿Quién sos vos para decirme esto? Y me dijo: “No quiero pelearme con nadie, Susana”. “¿Y con quién te vas a pelear. Si vos sos la autora y compositora, y yo soy la intérprete, ¿querés que diga Yo soy el dueño de tu voz? ¿Estás loca?” Bueno, la cuestión es que le dije que no se haga problema, que ella lo grabe como quiera pero yo lo iba a grabar y a cantar así por todas partes, hasta el día de hoy. Ella grabó “el dueño” y yo “la dueña”. Con la primera persona con la que no hay que quedar mal es con uno mismo. La modificación verdadera que sufre la historia del tango es gracias a la autora y compositora, a su entrada a este monobloque dominado por hombres. Porque siempre el tango había sido por y para hombres.
–A mí lo que me ayudó es que mi mamá cantaba tangos. Pero yo entré un poco de casualidad a la Botica del Angel, porque había grabado un disco de tangos. Mi voz y mi ciudad se llamaba. Yo era actriz, hacía Chéjov, nada que ver. Bergara Leumann me dijo: “Tenés que venir a presentar este disco”. Y yo le dije que estaba loco. “¿Cómo voy a cantar delante de la gente?”, le dije. Por supuesto que no tenía la voz que tengo ahora. La voz es un tema de estudio, el cantante es una cosa seria, querida. Mucho laburo: la voz no es otra cosa más que energía, pero hay que trabajar. Es muy serio, quizá sea lo más serio que yo haga.
–A mí me da mucho gusto vivir. Para alguien que las pasó todas, y que recuperarse significó luchar muchísimo más de lo habido por la lucha ya, como para insistir sobre determinadas aparentes causas perdidas, este tiempo es glorioso. Que yo abra el diario y vea la Asignación Universal por Hijo me parece un sueño. Me hubiera gustado tener a mi madre y a mi abuela al lado cuando pasó lo de la Anses, porque yo misma he sido una maltratada por las AFJP. Y que hoy la Anses brille frente a la posibilidad de encubrir ciertas indigencias en la tercera edad me parece un triunfo de la sociedad. La universalidad del derecho de educación, que ya empezó en el gobierno anterior pero que fue votado por unanimidad en aquel Parlamento que todavía no estaba hostigado por la ley del campo. Ya no hablo del derecho que tenemos por primera vez respetado de decir lo que nos parece, como te estoy diciendo en este momento. No hay segundas vueltas, no hay subterfugios. A mí me importa tres cominos con quién quedo mal, porque sé que no le hago mal a nadie. ¿Cómo voy a tirar abajo lo que está ocurriendo si todos los días se juzga a un torturador? Cuando se estaba tratando la 125, me reía sola de pensar, cómo hace, toda esta gente, todos los días de su vida para disimular que en realidad lo que no quieren es pagar impuestos. Yo que he vivido 27 años en un país donde no pagar impuestos es imposible, y donde nunca en la vida a alguien se le hubiera ocurrido manifestarse para no pagar impuestos. Gente que por protestar tiró kilómetros de leche en momentos donde otros se mueren de hambre. No me hagas hablar más. Yo me siento feliz de vivir este momento, además estoy segurísima de que la mujer pone orden desde otro lugar que al hombre ni se le ocurriría y estoy feliz porque mis nietos van a vivir de otra manera. Están obligados a pensar ciertas cosas y que no los estupidicen.
–Pienso lo que pienso de todos los derechos. Lamento ciertas cosas: después de haber pasado civilmente lo que pasé, digo “hay que leer el Código Civil, siempre”. El casamiento es para uno y para otro, sean dos mujeres o dos hombres, el casamiento es para dos, y ese casamiento para dos tiene ventajas y desventajas. Yo ya soy más revolucionaria: ¿para qué carajo existe el casamiento? Y no me hagas hablar más...¤
Susana Rinaldi, como madrina de la Sociedad Argentina de la Voz, se presenta gratis el sábado 28 de agosto a las 19 en el Aula Magna de la Facultad de Medicina. Paraguay 2155.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.