Viernes, 20 de agosto de 2010 | Hoy
INTERNACIONALES
Entre 100 y 140 millones de mujeres africanas han sido víctimas de la mutilación genital a lo largo de la historia y actualmente, cada año, unos tres millones de niñas en Africa corren riesgo de sufrirla. No todo queda del otro lado del planeta. Las corrientes inmigratorias a países del primer mundo han trasladado esta práctica y las víctimas son niñas educadas ahora bajo una lógica occidental. Un documental producido por la televisión inglesa da cuenta de qué está pasando en el Reino Unido y abre el debate de los límites a la hora del respeto por cada cultura.
Por Josefina Salomon
Las imágenes son escalofriantes, dolorosas. Cuesta mantener los ojos abiertos mirando aquello y entender el porqué de lo que pasa. En la pantalla, una niña grita de dolor. Otras dos mujeres la sostienen en el piso e intentan mantenerla firme aunque apenas puedan. Una de ellas es la madre. La otra, probablemente una tía o abuela. Otra niña, tal vez la hermana de quien grita, mira la escena desde la esquina de la habitación con cara de espanto.
“¡Mamá!!”, grita la niña desde el piso, acostada sobre una manta. “Me duele”, dice.
La jovencita que se escucha desde el piso con sus piernas abiertas no está enferma, ni se prepara para parir. Es una víctima de una práctica que algunos se atreven a llamar “cultural”, pero que según la Organización Mundial de la Salud es simplemente tortura: la ablación o mutilación genital femenina. Las imágenes son parte de un documental publicado por el periódico inglés The Guardian como parte de una investigación sobre el escándalo de la mutilación genital femenina en el Reino Unido. Según datos recolectados por el matutino, cientos de niñas británicas de familias provenientes de países donde la ablación es tan común que casi no se denuncia, son llevadas de “vacaciones” a aquellos lugares para ser sometidas al procedimiento. La organización de derechos humanos Forward, por su parte, asegura que a nivel mundial, el problema es tan grave que entre 100 y 140 millones de mujeres africanas han sido víctimas de este tipo de abuso y que cada año, tres millones de niñas en Africa corren riesgo de sufrirlo.
La ablación es la práctica a través de la cual se cortan parcial o completamente los órganos genitales femeninos externos a niñas de entre cuatro y 14 años. Según datos de Forward, se lleva a cabo en aproximadamente 28 países, principalmente en Africa, pero también en Asia y Medio Oriente, aunque según los expertos hay un número creciente de países europeos donde se está registrando este tipo de abusos dentro de comunidades de inmigrantes.
En Egipto, Etiopía, Somalia y Sudán, por ejemplo, tanto como el 98 por ciento de las mujeres son circuncidadas, aunque los expertos aseguran que la prevalencia debe evaluarse dentro de grupos étnicos más que de países.
Los expertos advierten que muchas prominentes figuras religiosas se han expresado en contra de esta forma de tortura pero que ni eso ni las leyes que lo prohíben logran detener a quienes creen que es lo mejor para las niñas. Unicef asegura que entre las principales justificaciones de la ablación se encuentra la mitigación del deseo sexual femenino; la higiene, ya que se cree que los genitales femeninos son sucios y antiestéticos; la salud, porque se considera que aumenta la fertilidad y que hace el parto más seguro. La organización humanitaria también advierte que además de ser una grave violación a los derechos humanos, puede acarrear trastornos físicos y psicológicos irreparables.
En la mayoría de los casos, quien lleva a cabo el procedimiento es una mujer mayor, sin conocimiento médico. La anestesia no es común y generalmente se utiliza una cuchillo, tijera o escalpelo para hacer el corte. La lista de posibles consecuencias es casi interminable. Muerte por colapso hemorrágico o por infecciones agudas, obstrucción del tracto urinario, partos difíciles y un incremento del riesgo a sufrir hemorragias durante el parto.
En el Reino Unido, a pesar de estar prohibido por ley y ser un crimen que acarrea penas de hasta 14 años de cárcel para quien lo practique, se cree que la práctica está extendida dentro de ciertos círculos étnicos. Según algunos activistas, el problema es que a pesar de existir una ley, nadie ha sido llevado a la Justicia por estos crímenes y para las niñas es algo difícil de denunciar. El escándalo de la mutilación genital femenina parece ser uno de los secretos mejor guardados en el primer mundo.
Forward estima que 6500 niñas están en riesgo de sufrir ablación cada año.
Según la investigación de The Guardian, quienes sufren mayor riesgo son niñas cuyas familias las llevarán de regreso a sus países durante las vacaciones de verano para ser “cortadas” o las harán participar en reuniones en el Reino Unido en las cuales se trae a mujeres de otras naciones a “cortar” a varias niñas al mismo tiempo.
La idea, se dice, es ahorrar gastos a la hora de pagar tickets de avión y hacer de toda la experiencia algo más comunitario. Las niñas van de vacaciones pensando que irán a conocer o visitar familia y vuelven distintas. Se reincorporan a sus escuelas inglesas, donde nadie hace preguntas, para no ofender, y así vivirán hasta que aquella mutilación comience a manifestarse en la forma de otros problemas físicos o psicológicos.
Una de las mujeres que hablaron con The Guardian es Jamelia. Con 20 años, es una sobreviviente de aquel horror y sabe bien de las consecuencias a largo plazo de aquella práctica medieval. Cuando todo ocurrió Jamelia tenía 12 años y se subió al avión con la ilusión de una vacación en el país de sus padres. Sólo cuando le preguntaron si sabía lo que pasaría ese día, supo que todo iba a cambiar. “No sabía exactamente qué iba a pasar, pero sí que tenía que ver con cortar algo. Me hicieron creer que era parte de nuestra religión”, dijo la joven durante la entrevista. “Recuerdo la ridícula cantidad de dolor, recuerdo la sangre por todos lados, y una empleada que levantó un pedacito de piel que cortaron del suelo.” “Me sentí más vieja”, dijo Jamelia durante la charla con The Guardian, y recordó que dejó de hacer los deportes que tanto disfrutaba porque se sentía desconectada de su propio cuerpo. Otra de las sobrevivientes entrevistadas para el documental dijo que los períodos eran particularmente dolorosos y que sólo años de terapia ayudaron a sobrellevar el sufrimiento y a perdonar a su propia madre que, seguramente, también había sido víctima de aquello.
La policía inglesa asegura que está tomando cartas en el asunto y que a través de un programa dedicado especialmente a luchar contra estos crímenes ha logrado intervenir en decenas de casos en los últimos años. Para ellos, el desafío es cambiar las mentes de comunidades que realmente creen que están haciendo lo mejor para sus hijas. Pero son aquellas nuevas generaciones de mujeres que han sufrido aquello quienes han decidido llevar la bandera de cambio. Como dijo una de las mujeres que dieron su testimonio en el documental: “Fue mi marido quien me dijo, en nuestra luna de miel, ‘no le vamos a hacer esto a ninguna de nuestras hijas’ y eso me hizo dar cuenta de que muchos hombres están en contra de aquellos abusos cuando se les dice que la mujer no va a disfrutar nada nunca más”.
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