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Cruzando el patio y una alfombra negra en el Centro Cultural Recoleta se llegaba al desfile invierno 2011 de Lacoste. A modo de prólogo una sala arbolada exhibía variaciones sobre la chemise ideada circa 1930 por el tenista René Lacoste (cuyo apodo era “el cocodrilo”) y otras sobre la clásica chemise dispuestas en maniquíes. Podía verse una chemise Lacoste tuneada con dibujos de Karl Lagerfeld, otra con rescates de los afiches de films de Almodóvar diseñados por Juan Gatti, otra con fotografías en blanco y negro de Meter Lindbergh y otra más rockera, ideada por Michel Stipe hace algunas temporadas y que se vendió contenida en una caja símil pack de vinilos.

Apagando el calor y la sed imperantes con mojitos o aguardientes con maracujá, en la antesala de la pasarela algunos de los presentes recordaron cuando ese mismo centro cultural cobijó desfiles, tanto los de la Primera Bienal en su plaza central como un envío de moda francesa avant-garde del que hace una década participó Cristophe Lemaire, el diseñador que luego renovó modismos en Lacoste y que esta semana presentó en París su labor como nuevo diseñador de Hermés.

Pero volviendo a la puesta en escena de streetwear en Buenos Aires, el desfile invierno 2011 de Lacoste irrumpió con la línea Club, cuyos preceptos rezan “el equilibrio entre un casual confortable y una elegancia sofisticada. Los ejes de la colección son el volumen y las proporciones maximizadas”.

Con estilismo local y acriollado según premisas de la experta Lucía Uriburu, zapatos de Carmelo Tenuta, sombreros de Laura Noetinger, descollaron vestidos tejidos en diversas gamas cromáticas, pasando por el blanco polar tan en boga y con las polainas de rigor y por monos de jersey de lana rojos.

Las señas particulares de la colección hicieron hincapié en la superposición y los efectos de capa sobre capa. Se filtraron ironías sobre modos de transformar una pieza con apenas un fragmento de lana (a lo Flashdance pero sin perder la elegancia en tejido de punto que tanto aportó a la moda francesa del siglo XXI la creadora Sonia Rykiel).

La colección admitió cruces de vestidos tubo con leggings cuyas extremidades simulaban efectos de un baloón o pata globo por encima del taco.

Las variaciones sobre la remera Lacoste devinieron en vestidito largo y corto, pero el verdadero hit de la colección fue la remera realizada en paño, emulando un abrigo capa.

Hubo un correlato masculino y elegante: los hermanos Montero, modelos gemelos, llevaban los nuevos pantalones pinzados inspirados en una fotografía de monsieur Lacoste, abrigos coloridos y chaquetas con morfologías reformuladas.

Entre las pasadas celebradas por usuarios y seguidores de la firma desde la primera fila, hubo fragmentos de la “Capsule Collection” o “Lacoste Sudio”, disponible en las tiendas porteñas de esa firma.

Mientras, en París, en el contexto de una semana de prêt-à-porter conmocionada por la noticia del despido de John Galliano (como consecuencia de sus desafortunados comentarios antisemitas, en los días previos a la presentación de su colección para la Maison Dior) la prensa especializada celebró el debut de Lemaire en la clásica firma Hermés.

Hermés por Lemaire tuvo el swing y la acertada interpretación de “lo que se llevará”: abrigos blancos níveos con cortes modernos pero en materiales sublimes. Del furor por el estilo ártico a versiones muy elegantes de caftans y kimonos construidos con prints de los célebres foulards de esa firma. Sus homenajes a la cultura ecuestre, pues tal es la génesis de esa firma francesa, se percibieron en los accesorios de cuero con flecos, los gorros casco casi futuristas y las botas de caña alta.

Todos los artilugios asomaron enmarcados en un uso innovador del color (rojos, verdes y azulados). Los gestos, bocetos y fabulosas prendas, fueron trazados con la irreverencia de quien conoce el streetwear y los modismos de quienes miran el mercado del lujo desde afuera o desde su epicentro pero no temen cuestionarlo ni actualizarlo.