Viernes, 23 de diciembre de 2011 | Hoy
MúSICA
Violeta Castillo tiene 22 años y sorprende con sus letras-poemas desde que irrumpió en el escenario. Su EP doble, Uno Otro, es mucho más que la promesa de una cantautora de altura: es la contundencia de una artista que sabe cómo cantar lo que quiere decir.
Por Flor Monfort
Cuando se está por quedar dormida le vienen esas frases que rematan sus canciones. Las anota rápido en el celular, que espera ahí al costadito el manoteo del medio sueño y las teclas hundiéndose rápido. Violeta Castillo explica que es en ese momento cuando se enciende la mente, y después, el curso del día la obliga a trabajar con el chispazo de la medianoche. Con el material de ese renglón que le devuelve el celular a la mañana, arma un poema, y ese poema se vuelve una canción que tararea con su voz de pájaro, una voz que parece caminar por una cornisa y estar a punto de caerse, pero nunca se cae, sigue y punza ahí donde tiene que punzar.
Muchas de esas frases que casi sueña se tuercen al día siguiente en un volantazo limpio, certero, como en La Madera: “Te vi partir / Una madera”. A Violeta Castillo le gustan las palabras, aunque no se hace demasiado cargo. “Tengo revelaciones, como en Alfiler (Buscando en mi cajón / El único que tengo / Encontré un alfiler / Y me pinché un dedo / Para ver si cambié / En algo en este tiempo / Por dentro / Tendré que revolverme más por dentro / O mirarme profundo en el espejo / Hay cosas que no cambian / La sangre salió igual de colorada). Me cuesta hablar de mis canciones porque no las analizo, no miro para atrás: una vez que las hago solamente las interpreto, no sé de qué hablan en general. Pero sé que me interesa no decirlo todo, escaparle a la obviedad. Como tengo una voz dulce, siento que por algún lado tengo que darle un giro para no ser “otra minita que canta”, para diferenciarme. Pero estoy segura de que cuando la letra es buena, la canción también”, dice.
Nació en el ’89, de mamá argentina y papá chileno, al año la familia cruzó la cordillera e intentó vivir en el campo, cortando la leña con las manos de todos (de ahí tal vez otra de sus líneas: “Amor mío cuidá las manos con las que me acariciás”). El proyecto no llegó a hacerse largo y los Castillo se mudaron a la ciudad de Santiago, donde se quedaron hasta los 7 años de la hija menor, Violeta, que a su vuelta dejó atrás el acento chileno (aunque lo recrea a la perfección cuando quiere) y a un papá que no volvió a ver por muchos años. Fue raro el reencuentro, sobre todo porque él, guitarrista y cantante como ella, la llevó en una especie de gira improvisada por San Pedro de Atacama y haciendo dedo; una especie de bautismo, sin querer, en la música, y de ofrenda de un legado. “Fue un padre bastante ausente, con una vida nómade y hippie, para el que tengo reproches, pero por otro lado es un chabón como mis amigos y yo. A todos los lugares que íbamos lo conocían, nos ofrecían casa y comida y hasta tocamos juntos en Antofagasta”, cuenta y se acuerda de esas primeras influencias musicales que le llenaron la cabeza. Patricio Manns, Illapu, Inti Illimani... mucha trova andina y el clásico de Silvio Rodríguez. “El otro día volví a escucharlo y me pareció rarísimo, me sé todos los temas y pensé ‘me encanta ¿qué tengo que hacer?’”, dice y se ríe.
El itinerario siguió con la secundaria en la escuela de danzas y la certeza de ser actriz, algo que todavía está en los planes y que el año que viene va a tomar forma con el rodaje de una película chilena que la va a tener como protagonista: la historia de una chica que se hace a los golpes, sola y con un hermano autista. Un registro de tristeza que Castillo sabe llevar desde su presencia escénica y su porte y que traslada a su música, pero que bascula con esos tonos brillantes que le salen de la garganta, sin esfuerzo.
Este año tocó más que nunca, sacó el disco en doblete y filmó uno de los temas, Alfiler, con el chileno Roberto Doveris (el realizador chileno que la eligió para su ópera prima). Además, avanza con el proyecto de Los caracteres, un blog que hace con el periodista (también su novio) Lucas Garofalo, donde en formato de entrevista y un cuestionario modelo dividido por oficio (los hay a futbolistas, cocineros, freelanceros, profesores, etc.) va tejiendo sentido con las respuestas de los personajes. En el blog también hay secciones de música, donde la pareja recomienda qué escuchar, en el mar de cosas para consumir. “Ahora estoy fan de Ariel Pink, Luciana Tagliapietra, Monoambiente, Maximiliano Farber, Posavasos, Astrud, Félix Cristiani.... Hay tanto para escuchar que siento que no me da la vida. Félix dijo algo hace poco que me identifica mucho: “Queridos cantautores, dejen de tratar de representar la belleza con más belleza”. Hay cosas que pueden ser incómodas o raras de escuchar, pero no por eso dejan de ser bellas. Eso pienso de mis canciones, que la belleza ahí tiene que ser auténtica, no hueca. Hay tantas nuevas cosas para escuchar y también para hacer que no se puede perder el tiempo. La canción tiene esas dos entradas: tiene una música, pero también tiene una letra donde despliega una idea. Ahí está su riqueza”.
Violeta Castillo se presentará el 25 de febrero con Excursiones polares en Oreja negra, Uriarte 1271. www.violetacastillo.bandcamp.com www.loscaracteres.tumblr.com
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