Viernes, 23 de diciembre de 2011 | Hoy
LA VENTA EN LOS OJOS
La campaña publicitaria de Donna Karan para su colección primavera 2012 usó como locación una ciudad de Haití y como telón de fondo a los niños que habitan esa ciudad, parte de la población más castigada de todo el continente americano.
Por G. Z.
La diseñadora dijo que fue un acto nacido de la pasión. Pasión es lo que le provoca Haití, el país más pobre de todo el continente americano, en el que el 90 por ciento de la población vive con menos de dos dólares diarios y donde la falta de agua es tan acuciante y la infraestructura para hacerla potable tan invisible que un brote de cólera puede matar a cinco mil personas apenas declarado, como sucedió a principios de este año. Gracias a Haití, dice Donna Karan, inspiración y creatividad son dos palabras que han vuelto a reunirse como hacía tiempo no lo hacían y ambas la llevaron de las narices por las calles de las pequeñas ciudades de la isla, tan pintorescas como destruidas después del último terremoto que quebró los cimientos del 70 por ciento de los edificios haitianos. En esas recorridas, la neoyorquina señora ideó su colección de primavera 2012, tomando la paleta de colores –que vira entre el musgo y el polvo; el blanco y el negro, ese eterno contraste– y los estampados étnicos de algunas polleras o los arabescos de ciertos edificios coloniales que han sobrevivido a sismos y huracanes como si quisieran dejar en claro –como antaño se leía en los monumentales edificios de las iglesias– que hay una supremacía del más fuerte y que aun cuando ya no queden colonos –se supone– todavía quedará la colonización. Si el arte es capaz de hacer florecer la belleza, la conmoción, la comunicación a partir de cualquier materia o incluso de ninguna, la restricción que advirtió Karan y que se tradujo en obra la obligó a pensar en la devolución. Y fue así como además de la inspiración para su colección, también la campaña publicitaria para venderla encontró locación en Haití. Y ahí está Adriana Lima, la conocida modelo brasileña –rubia como pocas en su país, rubia como su compatriota y también modelo Gisele Bundchen–, posando con sus ojos furiosos mirando a cámara mientras detrás, con expresión un tanto vacua, dos niños aparecen para dar cuenta de que entre la infancia en Haití y el universo de las top model hay alguna cosa en común: el blanco de los ojos. Puede ser que el photoshop haya quitado esas pequeñas venas que inyectan los ojos de rojo o los tiñen levemente de amarillo cuando la alimentación no es buena o sencillamente deficiente o puede ser también que haya sido la misma modelo la que haya aportado algún tip para disimular la desnutrición, ya que de eso ella sabe bastante. La semana pasada, sin ir más lejos, Adriana Lima contó a una revista estadounidense los sacrificios a los que se ve obligada para seguir luciendo en pasarelas los modelos de Victoria’s Secret: cuatro semanas de dietas líquidas y dos días sin siquiera agua. “Una se va secando, se pueden perder hasta cuatro kilos por falta de líquidos.” Si Donna Karan reparó en las experiencias compartidas de los niños que sirven de telón para su campaña y su front woman no podemos saberlo. Tampoco cuánto cobraron por haber modelado para el mundo entero como si fueran “toques de color”, de pintoresquismo, un touch de realidad necesario para quien puede desembolsar los dos mil dólares que cuesta la ropa que lleva Lima. La campaña, a sabiendas de que es necesario porque negros y pobres hay en buena parte del planeta, aclara que la foto fue tomada en Haití. ¿Provocación? ¿Poner en agenda lo que no se suele querer ver en el mundo de la moda? ¿Un mensaje político? ¿Un llamado a la solidaridad? Donna Karan dice que no es sólo pasión creativa lo que le despierta Haití, sino el compromiso suficiente como para sostener una fundación llamada Esperanza, Ayuda y Reconstrucción para Haití para ofrecer su apoyo a los isleños, tarea que le ha llevado una docena de viajes a Haití. Si la mano de obra, el alquiler de locaciones, el catering –que la modelo no consumirá, y los niños no se sabe–, el transporte y la hotelería le ahorraron a la campaña publicitaria de la diseñadora de Nueva York una buena cantidad de dólares, eso es harina de otro costal. De alguna manera ella tiene que recortar para poder seguir ayudando, para ofrecer becas a artistas haitianos que también aparecen como telón de fondo de su campaña, trabajando y nunca de frente –¿para que no se vea quiénes aportaron la originalidad para la inspiración urbana?–. Su intención, asegura, no fue ofender, sino enaltecer. El resultado es al menos discutible, aunque no deja de ser cierto que, aun un poco fuera de foco y con la mirada vacua, los niños haitianos volvieron a ilustrar los medios del mundo.
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