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Viernes, 30 de diciembre de 2011

PANTALLA PLANA

La tele es un animal rumiante

Con una programación que probablemente se asemeje a la de mañana sábado, los canales de aire celebraron la noche de Navidad de la misma manera que se hace hasta el hartazgo en televisión durante el año: con saldos y retazos de otros programas. Excepción hecha por el 7, que pasó la misa solemne del papa Ratzinger.

 Por Moira Soto

Si aquellas personas que proclaman detestar la Navidad se hubiesen quedado en casita el 24 pasado, obviamente sin el menor amague de celebrar nada, y hubiesen encendido el televisor alrededor de la hora de la famosa cena de Nochebuena para mirar canales de aire, se habrían encontrado con los consabidos programas de requechos (de otros programas) que recuerdan a esos platos tradicionales –salpicones, ropa vieja– que se suelen preparar con restos del puchero o del asado, entre otras comidas. Es decir, todo picadito y mezcladito, a veces recalentado y con algún agregado. En el caso de la edición de TVR (9), que incluyó un homenaje a su similar Duro de domar, del mismo canal, y de Zapping (Telefe), los condimentos lo ponen los comentarios en off, también el gracejo de los correspondientes conductores, panelistas, visitantes...

A los programas de recortes vistos en las inmediaciones del estallido de la cohetería festejatoria, hay que sumar Un mundo perfecto, administrado por la sombra de lo que alguna vez fue Roberto Pettinato, ofreciendo una –-digamos– antología de sus entrevistas, entre las que no faltó la realizada a la hidrolaqueada Luli Salazar. Entretanto, en el canal público se transmitía una solemne misa de Navidad oficiada por el carismático papa Ratzinger, con su corte de purpurados, monaguillos, monjas y una variopinta grey. En resumen, salvo la ceremonia católica –que confiamos que no se repita dentro de una semana–, una muestra aproximada de lo que se verá mañana sábado, porque se podría apostar que la imaginación para inventar programas alusivos a las fechas que nos aquejan no ha de tomar el poder en la TV abierta.

Pero por fortuna, justo antes de que cayeran las sombras nocturnas el viernes pasado, a las 19.30, por el 9, fue posible deleitarse con una edición completa de No toca botón. Mientras que en el 13 y Telefe pasaban los mamotretos Jurassic Park y Locuras en la Edad Media, se pudo ver el citado programa de fines de los ’80, con sus virtudes –el genial protagonista y su digno partenaire– y sus defectos (escenografía de rejunte, guión apenas esbozado, algunos secundarios mediocres). Alberto Olmedo robándose todas las risas con su libidinoso Manosanta y su picaresca inocentona para el siglo XXI, también haciendo al inenarrable Rogelio Roldán, jefe de cadetes (peluquita raya al medio, anteojos culo de sifón, aire de timorato desdichado) que lleva un contrato para que firme su patrón –¡el Facha Martel!–, que está cenando en un restaurante supuestamente de luxe, con su esposa Susana Romero. Y ella, por debajo de la mesa, empieza a provocar al empleaducho, le toca la pierna con su taco aguja, sigue subiendo... Extraordinaria la expresividad de Olmedo dando cuenta de la desesperación del acosado Roldán, en tanto que Divina Gloria, cual violetera de la copla, ingresa al local con su canastillo de flores tratando de colocar al menos un ramito...

Durante la tanda, que invita al zapping, de No toca botón, en el 7 ha dado comienzo 60 años ¡Cómo lo voy a olvidar! –vaya titulito–, otra ensalada de refritos de distintas épocas referidos a la programación de este canal. Después de Peter Capussotto en el rol de Violencia Rivas entonando “Brindar con meo”, llegan descacharrantes escenas de 1992, de El Palacio de la Risa, increíblemente perpetradas alguna vez en la televisión pública. Gasalla, Tortonese, Urdapilleta desaforadamente transgresores en el humor negrísimo de la Nochebuena de Edith o en los excesos proféticos de la multioperada Inesita y sus caras prêt-à-porter (“Este verano me hago hacer la de Greta Garbo para ir a Punta del Este”). Solo unos minutos de delirio puro hasta que el programa salta a Palito Ortega cantando con Marisol en 1969. Hora de volver al 9, donde arranca uno de los deliciosos sketches de Borges y Alvarez, dos supuestos periodistas encarnados por Olmedo y Javier Portales, perfectamente sintonizados. No importa que no haya libreto –apenas un embrión– ni dirección de actores: los intérpretes se las apañan para tomarse el pelo mutuamente, toquetearse, presumir. Sublime el momento en que Olmedo ejecuta unos pasos de ballet.

Entretanto, en América comienza Vidas paralelas, piñata de chismes del año (Luli y Redrado, Barbieri-Bal-Ayelén, el llanto de Adabel, lunática Gracielín Alfano, y sigue el conventillo copeteado por Gisella Marziotta). En TVR hacen su propia revisión y todo se confunde: cuando hablan de Grace Borges y su joven novio, ya no se sabe en cuál de los programas de la tele que se rumia a sí misma estamos. En el 7 prosigue la interminable misa en suntuosa basílica rebosante de chiches dorados, con Ratzinger moviéndose muy ralentado mientras un cura lee el Evangelio de Lucas, que dice que Jesús nació en un modesto establo. Lujosamente ataviado y enjoyado, el Papa en su homilía tiene el descaro de proponer a los fieles que imiten la sencillez del Dios hecho Hombre. En otro canal, no pregunten cuál a esta altura de la soirée, Laura Azcurra declara su amor absoluto por Víctor Hugo Morales y un jurado del Bailando le dice a Noelia Pompa: “Sos un ser maravillosamente perfecto”. A las 23.54, minutos antes del brindis de los que brindan, por el 9, en Sabor argentino, un mutilador (sic) de cerdos (muertos) explica, bisturí en mano, cómo se desarticulan las dos patitas de atrás y en Zapping exhiben a un niño imán cuyo pecho atrae irresistiblemente objetos de metal. La Navidad ha pasado.

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