Viernes, 25 de mayo de 2012 | Hoy
CINE
Historias conmovedoras, denuncias, noticias que no ocupan espacio en los medios de comunicación: retazos de ellos a escala mundial pueden verse, hasta el 30 de mayo, en el Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos (DerHumALC).
Por Maria Zacco
Ellas denuncian, se atreven a dar la cara y hasta a exhibir sus cuerpos para dar testimonio de las espantosas marcas de la violencia, la explotación, la discriminación y la ignorancia. Desde hace décadas, mujeres de todo el mundo alzan la voz para decir sobre el maltrato doméstico, la esclavitud sexual y la muerte absurda provocada por la práctica de abortos con métodos caseros. También, sobre cuestiones que no ocupan a los noticieros, como el drama de las niñas ugandesas arrancadas de sus hogares y reclutadas como soldados o las senegalesas, víctimas de la ablación genital, una tradición que les provoca serios problemas de salud en la adultez, cuando no la muerte.
La pobreza, los deficientes sistemas de educación, salud y justicia –y las siempre presentes redes de corrupción– convierten en una utopía la erradicación de estos males. En muchos países, ante la ausencia de políticas estatales, son las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) las que intentan poner paños fríos. Aunque algunas lograron mucho más que eso, a fuerza de persistencia y compromiso.
El Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos (DerHumALC), en su sección Miradas de Género, cuenta con documentales y ficciones dirigidos en su mayoría por mujeres y auspiciados por la organización estadounidense Women Make Movies (Las Mujeres Hacen Cine), que celebra cuarenta años de su fundación con proyecciones de sus producciones por y para mujeres, y eventos especiales en distintos países, entre ellos Argentina. A continuación, títulos para agendar:
“Las mujeres no somos sólo el lugar donde se gesta una vida: somos una vida”, dice una de las protagonistas del documental argentino Aborto clandestino: crucifixión democrática, del Colectivo Elsa Torres. En 59 minutos se escuchan opiniones discrepantes de médicos, de la Iglesia, de mujeres que han pasado por esa experiencia y de militantes a favor y en contra de un proyecto de ley todavía frágil para la legalización del aborto seguro y gratuito. La película da cuenta, sobre todo, de la urgencia de crear un marco legal claro para una práctica que, sólo en Argentina, tiene lugar cada un minuto: se realizan 500 mil abortos por año frente a 700 mil nacimientos. En esas estadísticas deben incluirse las muertes por emergencias obstétricas provocadas por abortos inseguros, sobre las que no existen estadísticas oficiales recientes.
Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Centroamérica es una de las regiones del mundo donde se dan más casos de violencia contra las mujeres: no sólo sufren agresiones domésticas sino distintos tipos de maltratos en ámbitos laborales. Nosotras, centroamericanas, un documental dirigido por Unai Arazandi para la ONG vasca MunduBat, da cuenta de los factores que inciden en la violencia, como la pobreza y las nuevas sectas religiosas que pregonan la necesidad de la sumisión femenina. Este film demuestra cómo las mujeres transforman su dolor y dejan de ser víctimas para convertirse en generadoras de propuestas para “educar” a sus congéneres. “Somos mujeres feministas en resistencia”, declaran con orgullo las protagonistas.
La cantante de rap senegalesa Fatuo Mandiang Diatta, conocida como Sister Fa, sufrió la escisión de clítoris, como es tradición en ese país, antes de iniciar la escuela primaria. Desde hace años, lidera una campaña de concientización en su país bajo el lema “Educación sin escisión”, para desterrar esa práctica considerada “necesaria” para “evitar que las mujeres se conviertan en ninfómanas”. Sarabah, dirigida por María Luisa Gambale, registra el recorrido de la cantante por diversas aldeas, donde explica a las mujeres maduras –encargadas de realizar la ablación– los peligros de infección y de muerte para las niñas.
En ese postulado económico basa un policía griego la imposibilidad de erradicar la trata de mujeres con fines de explotación sexual. En The price of sex, la fotógrafa búlgara Mimi Chakarova recorre Grecia, Dubai y Turquía para hallar a jóvenes desaparecidas de zonas rurales de Europa del Este, quienes tras la caída del comunismo y sin oportunidades fueron captadas por redes de traficantes. Aksaray, en Turquía, es la meca de la prostitución y donde existe mayor demanda de “Natashas” (mujeres blancas, rubias y de ojos claros). La directora se hizo pasar por una meretriz y no sólo rodó escenas impresionantes con una cámara oculta en su ropa sino que contactó a chicas que le ofrecieron relatos escalofriantes.
Hace tiempo, tres niñas de 13 años fueron secuestradas en Uganda por el Ejército de Resistencia del Señor, un grupo rebelde que entrena a niñas para luchar y matar. Tras el primer día de cautiverio, les ordenaron asesinar a siete personas: era la llave, les dijeron, para volver a casa y ver a sus familiares a salvo. Así las extorsionaron durante años y ya adultas relatan su experiencia en Grace, Milly, Lucy, child soldiers, un documental de Raymonde Provencherf. También develan ciertos aspectos del funcionamiento de ese ejército, fundado en 1987, acusado, además, de haber cometido abuso sexual contra unos 30 mil niños.
La primera reasignación de sexo se hizo en Cuba, en forma gratuita, en 1988. La beneficiada fue May, una mujer sensible en un cuerpo masculino que se libró, dice, del sufrimiento apenas salió del quirófano. Todos le decían que al final había logrado lo que quería. Y ella replicaba: “no logré lo quería sino lo que soy”. En un documental de Marilyn Solaya, El cuerpo equivocado, May relata que tras la cirugía recibía a menudo flores blancas y amarillas que le enviaba “el comandante Fidel” Castro con notitas en las que le preguntaba si se encontraba bien y cómo la trataban en el hospital. Y después, durante varios años, la visitó varias veces para saber cómo le iba en su nueva vida.
Sexo, dignidad y muerte, de Lucrecia Mastrangelo, hace un retrato de Sandra Cabrera, trabajadora sexual y militante, asesinada en Rosario en 2004 por un policía, crimen que permanece impune. Cabrera defendía el derecho del trabajo de las prostitutas, que a su juicio no debía depender del favor del comisario de turno. Exigía, también, que debían ser tratadas como personas. Por su lucha, fue “marcada” por algunos personajes poderosos ya que descubrió algunos secretos de políticos, policías y miembros de la Justicia.
Mejor suerte corrió la propuesta de transexuales, lesbianas y gays del partido de La Matanza, en el conurbano bonaerense, quienes tuvieron un papel crucial en la lucha por la sanción de la Ley de Identidad de Género. Su agrupación política, Putos peronistas, le da nombre al documental de Rodolfo Cesatti, que acompaña el proceso de formación y crecimiento del movimiento. l
Programación completa del Festival: imd.org.ar/festival
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