Viernes, 25 de mayo de 2012 | Hoy
EL MEGáFONO
Por Emanuel Abinzano *
Desde el abolicionismo disentimos con lo dicho por Carolina Justo Von Luzer, investigadora del Instituto Gino Germani, en el reportaje publicado en este suplemento el 27 de abril pasado. El concepto de “trabajadora sexual” no salió de mujeres en situación de prostitución y/o sobrevivientes de prostitución. De estas teorizaciones surgen contenidos distintos como la consigna “Ninguna mujer nace para puta” de Sonia Sánchez.
Hay “una particularidad de lo sexual” que hace más dañina la prostitución que otros modos de explotación: la persona prostituida es penetrada por sus orificios y recibe eyaculaciones. Los humanos somos nuestros cuerpos, no hay escisión entre mente y cuerpo. Es insalvable el abismo con la explotación laboral donde no se violenta la integridad corporal de quien la padece. Pregunta para mujeres: ¿Es igual ser explotada en una fábrica o en el empleo doméstico que ser prostituida?
La investigadora advierte del “riesgo de caer en visiones moralistas que pongan el eje en la sexualidad” al abordar el tema: con ese criterio podríamos igualar el robo simple con la violación –ya que la violación se considera más grave sólo porque se pone el eje en lo sexual–. Pregunta para mujeres: ¿Es igual ser violada que sufrir un robo de cartera?
El eje está en lo sexual, no por moralina, sino porque se dañan la integridad sexual y la dignidad de quien lo padece. A la vez que la investigadora se preocupa en respetar un “consentimiento” que sólo sirve para poner la carga de la prueba en las víctimas mayores de edad.
Diferenciemos mejor a Moria Casán de mujeres en una real situación de prostitución. Casán banaliza la realidad de éstas al poner su caso excepcional en pie de igualdad con otras aristas del tema. No podemos comprender el fenómeno general desde lo excesivamente particular. Casán lo presenta como una elección sin condicionamientos y la violencia del varón sigue invisibilizada.
“Hay whiskerías donde las mujeres no tienen retenido su DNI y vuelven a sus hogares. La Justicia debería ser capaz de enmarcar en qué lugar se está cometiendo un delito”, se dice en la nota. A la par de esto, la investigadora aclara que la prostitución no es delito; olvida que el proxenetismo sí lo es. El proxenetismo es delito aun sin trata. Se usa ésta para ignorar aquél. Lo más importante es que el delito (aunque no esté tipificado) capital es el consumo de sexo pago. Aun sin proxeneta, se comete una violación paga. Hay que dejar de “poner el eje” en la mujer y ponerlo en el prostituyente (mal llamado “cliente”), único imprescindible, ya que sin él no existirían proxenetas, ni tratantes, ni demás beneficiados (Estado, partidos, ONG, y largo etc.). La investigadora no habla de Suecia, donde el prostituyente está penado y hay una real inserción laboral para las mujeres y ninguna reclamó su “derecho a prostituirse”. Suecia rebate cualquier reglamentarismo.
* Integrante del Observatorio de Trata de Córdoba y de la Red Abolicionista de la Prostitución y Trata de Personas.
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