Viernes, 19 de octubre de 2012 | Hoy
PANTALLA PLANA
La ficción 23 pares pone en escena, esta noche, la voz siempre silenciada: la de la víctima que recurre a un aborto no punible y encuentra que su cuerpo es territorio de disputas de falsa moral.
Por Marina Yuszczuk
Si algo quedó en claro después del escándalo generado la semana pasada cuando a una mujer violada y víctima de la trata se le negó el derecho de acceder a un aborto no punible (confirmado este año por la Corte Suprema pero trabado por la jueza Myriam Rustán de Estrada a pedido de organizaciones “pro vida”) es que esa mujer, para las muchas personas que por principios se declararon en contra de ese aborto frente a la opción siempre idealizada de continuar con el embarazo y luego dar al futuro bebé en adopción, es nada. No una persona: apenas un hueco, una ausencia en el caudal de información que les llega cada día, sin voz, sin historia, sin cara. Por supuesto que era imperioso preservar, como no lo hizo el jefe de Gobierno de la Ciudad, la identidad y el paradero de esa mujer que fue secuestrada y obligada a prostituirse, ¿pero cuántos se preguntaron de verdad qué le estaba pasando a ella ese martes en el Ramos Mejía? Ahí es donde “pro vida” se transforma en una abstracción parecida a la nada para quienes no pueden imaginar la vida real y convulsionada de una madre de tres hijos que no acaba –porque no la dejan– de salir del infierno.
El modo en que circula y se consume la información no ayuda demasiado, en la medida en que las personas concretas se convierten en un dato que rápidamente se reabsorbe en un flujo demasiado vertiginoso. Se necesitan otros medios, otros recursos, para incluir una dimensión tan vital y tan ausente de los debates como es la de la experiencia, es decir: lo que les pasa a las mujeres y niñas reales, lo que sienten, lo que quieren poder elegir. Y en eso es fundamental el papel de las ficciones, aunque casi nadie parezca interesado en hacerlas. El capítulo de 23 pares, que se emite esta noche, es uno de los raros casos en que se intenta acercarse desde una ficción, en un año convulsionado por varios ejemplos de incumplimiento de lo dispuesto respecto de los abortos no punibles por la Corte Suprema, a lo que puede pasarle a una chica ante una violación que termina en embarazo. Camila tiene 13 años y no solamente llega sola al hospital para hacerse una ecografía que muestra una gestación de once semanas, sino que no se pone contenta cuando ve en el monitor esa mancha que para ella representa algo tan distinto de la idea de un hijo. Es la mujer policía interpretada por Analía Couceyro la que sospecha, junto con la médica que atiende a Camila, de una posible violación oculta en el silencio de la chica. Entre mujeres, y porque están dispuestas a escucharla sin juzgar, logran saber lo que Camila hasta ahora no tuvo a quién decirle: que la violó el papá, que quiere que se lo saquen.
No por casualidad, sino porque la historia de 23 pares hunde sus raíces en casos lamentablemente reales (como el del juez Oscar José Colabelli, quien ordenó impedir la concreción de un aborto no punible para una nena de 12 que fue violada en la provincia de Chubut), el capítulo casi parece haberse anticipado a este caso más reciente: en él, por ejemplo, la prensa no tarda en ventilar el caso, de modo que los personajes que quieren ayudar a Camila se apuran a sacar su historia clínica de un hospital donde todo el cuerpo médico –por convicción o por razones corporativas un poco más mezquinas– se declara objetor de conciencia. Y se discute, claro: algunas de las posturas más representativas de los discursos que actualmente circulan en torno de los abortos no punibles aparecen encarnadas en Elena (María Onetto) y su marido (Esteban Bigliardi). El repite una vez más el argumento del embarazo llevado a término y seguido de adopción, sin contemplar jamás lo que puede ser esa experiencia para una chica de 13 años o de la edad que sea, las marcas en la mente y en el cuerpo que no se borran nunca, el hecho de tener una vida por delante para saber que por ahí anda dando vueltas una persona que es el fruto de esa violencia y, sobre todo, el derecho ya garantizado en nuestro país de decidir sobre su propio cuerpo; ella en cambio habla desde otro lugar, con la capacidad de comprensión que sólo puede dar el haber puesto el cuerpo para la maternidad y de preguntarse cómo sería si se tratara de su propia hija.
23 pares se emite los viernes a las 23.30 por Canal 9
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